Opinión | EL REVÉS Y EL DERECHO

La cólera del español malhablado

"Racistas, claro, muy racistas, pero esa no es la única maldad que habita entre nosotros. La cólera del español sentado es ahora, también, la ira del español malhablado que insulta cuanto ignora"

Vinicius

Vinicius

Ahora que tocan a rebato contra el racismo, como si de pronto hubiera germinado esa planta, conviene recordar que España no sólo es racista: es malhablada, racista, burlona, altisonante, irrespetuosa. Las maldades de España se parecen, hemos de decir, a las que abundan en todos los países, incluido Inglaterra, que es el espejo en el que nos hacen mirar.

Como ahora es el fútbol la piedra de toque de este descubrimiento ("España es racista"), recordemos que en el fútbol inglés, y prácticamente en todos los lugares donde este deporte se practica, la impunidad de la grada permite el anónimo, y en el anónimo cabe todo. 

Ahora tras el anónimo han querido ver a este o a otro que ha llamado mono, y no tan solo, al futbolista Vinicius, del Real Madrid, y se han asustado. El insulto está ahí desde antes, y no sólo es patrimonio de la grada. Todos hemos podido escuchar insultos de ese tipo y peores, mucho peores, pero jamás como ahora ha resaltado tanto la naturaleza de la injuria. Porque el fútbol es un deporte de masas, de muchas masas.

Se trata de la Primera División, esta es muy visible, porque se televisa, y porque los clubes, imitativos siempre, se han dotado de ciudadanos ocupados en parecer hooligans que trabajan al servicio de las gradas de animación.

Gradas de desanimación también, porque tratan de desmejorar el ánimo del contrario para agradar al equipo local y, no se olvide, a sus directivos. Desde esas gradas, que son infinitas, porque se prolongan luego en las tertulias, las públicas y las privadas, y son núcleos irradiadores de insultos y de burlas, se comete la injuria libre hasta el paroxismo.

Ciudadanos, políticos, periodistas, gente de todo color y de todos los colores, insultan cada día, incluso en el Parlamento

Pero no sólo es racista España. Que este brote terrible sobre el que ahora se hacen ascuas de fuego no permita que se olviden otras formas de burla. Durante años, siglos, ese racismo lo cultivó este país en los que conquistó, y las secuelas de esa burla transoceánica no han podido ser borradas jamás. Quienes son descendientes de los que primero sufrieron el desdén histórico han vivido en España, adonde han venido a trabajar, las arbitrariedades insoportables del señorío español.

En una época el término sudaca fue aquí una broma de mal gusto, que se fue diluyendo porque a su vez los sudacas hicieron broma de ello. Los extranjeros que vinieron a España tras la guerra mundial y se acomodaron, por ejemplo, en mi pueblo, aceleraban sus automóviles alemanes para enchumbarnos de la porquería de la calle.

Un muchacho inglés me escuchó hablar en el barrio y como no sabía su lengua me enseñó la suya (la lengua de la boca, no la de hablar) para escupirme toda la leche que acababa de sorber. El prefecto de los Salesianos de La Orotava, también en mi pueblo, advirtió a los niños pobres, tribu a la que yo pertenecía en aquel colegio, de que si no cesaba en mi gandulería me tendría que ir de las aulas, como los restantes niños pobres, que éramos dos.

La pobreza y otros atributos sin culpa del género humano, y no sólo el color, han sido pasto de la burla perpetrada por las gradas de animación que la sociedad se ha dado para expresar, con risas o carcajadas, su desprecio del otro. Es interesante observar hoy cómo se rasgan las vestiduras por la precipitación actual de los insultos… en los terrenos de juegos.

Ciudadanos, políticos, periodistas, gente de todo color y de todos los colores, insultan cada día, incluso en el Parlamento, a aquel que es del otro bando, y lo hacen también, ay, en las gradas de animación del periodismo.

Hay periodistas, incluso, que llaman hez a aquel al que no pueden ver ni en pintura, y en los resúmenes de lo que se oye y de lo que se ve hay personas de alto calado institucional, o de alto calado, sin más, que esconden su educación y exhiben, como los que insultan a Vinicius, la burla del contrario en medio de una multitud que a veces, ay, proviene de la gente elegida para que nos representen en las gradas de la vida pública.

Racistas, claro, muy racistas, pero esa no es la única maldad que habita entre nosotros. La cólera del español sentado es ahora, también, la ira del español malhablado que insulta cuanto ignora.