Opinión | MIGRACIÓN

Ya no sabe qué país somos

Siento vergüenza, las declaraciones del presidente Sánchez ante la muerte de personas migrantes en la valla de Melilla no nos representan como país

Varios migrantes se dirigen al Centro Temporal de Inmigrantes (CETI), después de saltar la valla de Melilla, el 24 de junio de 2022.

Varios migrantes se dirigen al Centro Temporal de Inmigrantes (CETI), después de saltar la valla de Melilla, el 24 de junio de 2022. / ANTONIO RUIZ / EUROPA PRESS

Siento vergüenza de las declaraciones hechas por el presidente Sánchez ante la muerte de personas migrantes en la valla de Melilla. Creo que no nos representan como país y, además, creo que son un síntoma de la distancia de Sánchez con el sentir general de los españoles.

Mi país es un país tremendamente solidario, mi país se estremece ante las injusticias y sale corriendo a ayudar cuando ocurre una desgracia. Somos uno de los países que reacciona más rápido con donaciones a las agencias humanitarias en cuanto ocurre un terremoto, un tsunami, una guerra o un desastre de este tipo. Así somos nosotros. Somos hospitalarios por naturaleza, somos solidarios y somos empáticos. Sea con un tsunami en el sureste asiático, con un terremoto en Haití, con las refugiadas de un régimen machista y autoritario en Afganistán o con una guerra en Ucrania. Nuestra solidaridad no entiende de raza, origen, orientación sexual o religión. Y me siento orgullosa del país que somos.

Sánchez sabía esto cuando llegó a la Moncloa, cuando acogió en Valencia un barco de personas migrantes, el Acuarius, buscando refugio al inicio de su mandato. Ahora ya no lo sabe. Los españoles empatizaron con él cuando se vio en dificultades y cogió su coche para recorrer España; recorriendo España sabía qué país somos, pero él ya no lo sabe. Ya no empatiza. O no con todos.

Empatiza con Zelenski, lo visita, acoge a 124.000 refugiados ucranianos y saca pecho cuando más de 8.000 ya tienen trabajo en tres meses. Les manda armas para ayudarles a defenderse, está dispuesto a comprar más para ellos, e incluso a incrementar un innecesario presupuesto de defensa con la excusa de la guerra de Ucrania. Nuestra ministra de Defensa quiere entrenar a sus militares. Nuestro gobierno empatiza con Ucrania, lo quiere en la UE, en la OTAN e incluso ha propuesto modificar el código penal para luchar contra la trata de mujeres y niñas ucranianas. Muy bien.

Pero no empatiza con los africanos. No los ve y no los quiere ver. Mientras para nosotros el cambio climático es pasar el verano a 42º en Madrid, para ellos significa que 1800 personas mueran de hambre cada día en el Cuerno de África, donde no llueve desde 2019. Mientras para nosotros la guerra de Ucrania supone que nos suba la factura de la luz, para ellos supone quedarse sin cereales básicos y que 18 millones de personas se enfrenten a una de las hambrunas más duras. Ellos huyen del hambre y también de la guerra. Escapan de la desesperación, de la desertización y de una muerte segura. Pero con ellos nuestro gobierno no empatiza. Muy mal.

Sánchez ha llegado a acuerdos con Marruecos y ha hecho un giro con respecto al Sáhara. No entendemos por qué, o a cambio de qué, más cuando esto ha cabreado a nuestra vecina Argelia que nos provee de gas. No conocemos los detalles, pero cuando estas personas escapan de la devastación en su tierra llegan a nuestras vallas, no les acogemos como a los ucranianos, no se cambia una ley para endurecer la trata de niñas africanas, sino que permitimos que los gendarmes marroquíes los apaleen ante nuestros ojos, los arrojen a fosas comunes y nuestro presidente diga “bien resuelto”. Nuestra ministra de defensa dice que la OTAN defenderá nuestra integridad ¿de su hambre? Y el ministro de Exteriores pide que se consideren una “amenaza híbrida” metiéndolos en una ensalada junto al terrorismo. 

Ya no saben qué país somos. No quiero pensar si es por su origen o color de piel. No quiero valorar si es tacticismo electoral. Simplemente, me siento avergonzada, perpleja e indignada ante la indolencia y la indignidad de esta infamia. Podemos hacerlo mucho mejor.