Opinión | ELECCIONES FRANCESAS
Eliseo Oliveras
La victoria de Macron da una nueva oportunidad a Europa
La UE debe aprovechar la derrota de la ultraderecha en las presidenciales francesas para consolidar su soberanía estratégica como gran potencia
La reelección del presidente de francés, Emmanuel Macron, y la derrota de la ultraderechista Marine Le Pen da una nueva oportunidad para que Europa elimine las causas del descontento del que se nutre la extrema derecha, robustezca la democracia dentro de la Unión Europea (UE) para reducir el riesgo de involuciones autoritarias y afirme su soberanía estratégica como gran potencia con plena capacidad militar, un reto imperioso ante la invasión rusa de Ucrania y las incertidumbres políticas futuras de Estados Unidos.
La UE se consideraba una gran potencia civil, un 'soft power', un modelo para el mundo posmoderno surgido del fin de la Guerra Fría y regido teóricamente por el Derecho Internacional en sustitución del histórico equilibrio de poder, como había teorizado Robert Cooper.
Pero la emergencia de China como superpotencia, la decisión de Rusia de usar la fuerza militar para defender sus intereses y la constelación de potencias regionales que no vacilan en recurrir a la coacción, la intervención militar e incluso la instrumentalización de fuerzas extremistas para expandir su influencia (Turquía, Irán, Israel, Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Qatar, Pakistán, India, Corea del Norte) muestran que el inestable sistema internacional depende de ese equilibrio de poder entre las potencias.
Más que el Derecho Internacional, en las primeras décadas de la posguerra fría imperaron las reglas de EEUU en nombre de Occidente y la democracia, el “momento unipolar”, que teorizó Charles Krauthammer y que justifico la exsecretaria de Estado Madeleine Albright en base al excepcionalismo de EEUU como “la nación indispensable”.
La ONU y el derecho internacional
La guerra en Ucrania evidencia la impotencia del Derecho Internacional y la ONU. En esta encrucijada, Europa debe afirmarse como una gran potencia, que con su soberanía estratégica y su 'hard power', decide su propio destino y protege la seguridad y bienestar de sus ciudadanos. Si no, se expone a ser sólo un territorio sobre el que otras potencias escriben la historia. Europa no puede dar por garantizada la protección militar de EEUU tras el comportamiento del anterior presidente, Donald Trump, y las tendencias antidemocráticas del Partido Republicano.
Los países de la UE gastan en defensa cada año cuatro veces más que Rusia (257.000 millones de dólares frente a 65.900 millones en 2021), pero siguen dependiendo para su seguridad de EEUU a través de la OTAN. El acuerdo de la cumbre europea de Helsinki de 1999 de crear una fuerza militar operativa europea de 50.000-60.000 soldados nunca se materializó. Macron, en su discurso de La Sorbona de 2017, intentó promover una UE geopolítica. Pero la cancillera alemana, Angela Merkel, sólo estaba interesada en la austeridad y en mantener el statu quo. La guerra en Ucrania y el nuevo Gobierno alemán pueden facilitar ese salto delante que la UE necesita.
Francia, la mayor potencia militar de la UE, con arsenal nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, es la mejor situada para impulsar esta transformación. Pero Macron, además de la sintonía con Berlín, necesita la complicidad de España, Italia, Holanda, Suecia y Finlandia, ya que deberá vencer la resistencia de Polonia y los bálticos, que sólo confían en EEUU y la OTAN. A raíz de la invasión rusa de Ucrania, más de 250 personalidades, entre las que figura Javier Solana (primer jefe de la diplomacia europea), impulsan un manifiesto a favor de transformar la UE en una Europa federal, en unos “Estados Unidos de Europa”.
La geopolítica no debe hacer olvidar otros retos internos de la UE igual de imperiosos. El más urgente es el problema de descontento popular acumulado por la desigualdad social, la pérdida de poder adquisitivo, el coste de la vivienda, la precariedad laboral, los bajos salarios, la injusticia tributaria y el deterioro de los servicios públicos (sanidad, educación, transportes, protección social). Por ejemplo, los ocupados con ingresos inferiores al umbral de pobreza representan el 11,8% del total en España, el 10,8% en Italia, el 10,6% en Alemania y el 7,5% en Francia, según Eurostat.
Otro problema muy grave es el descrédito de los partidos y las instituciones políticas nacionales. El Eurobarómetro de la Comisión Europea de este abril indica que el 75% de los europeos no confía en los partidos políticos de su país, con un porcentaje del 86% en España, el 87% en Francia, el 81% en Italia y 58% en Alemania. El 60% de los europeos tampoco confía en su gobierno nacional, ni el 58% en su parlamento (71% en España).
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