MATERNIDAD Y RUPTURAS

Miedo y culpabilidad, las otras caras del divorcio: “No quería separarme de mis hijos ni un día y decidí aguantar”

En el primer trimestre del 2023 los órganos judiciales han registrado 22.647 demandas de disolución matrimonial en nuestro país

Uno de los procesos más complicados es cuando hay hijos de por medio: “Se considera un fracaso personal, todavía hay mucho mito en torno a la familia y el poder de la figura paterna”, explican desde la Federación de Mujeres Progresistas

Nieves Aparicio, mujer divorciada

Nieves Aparicio, mujer divorciada / Alba Vigaray

 “No, no te vayas”. Imagínese que esa frase se la dice su hija de tres años cuando usted está cerrando la puerta del coche de su ex pareja antes de que se marchen de vacaciones. A esto súmele que se ha divorciado hace unos meses y que es la primera vez que se separa de ella, prácticamente, desde que dio a luz. Vuelve a casa y no sabe qué hacer, ni qué decir. Solo quiere que pasen los días y que la pequeña regrese. Mientras, la culpa comienza a invadir el espacio. Esta situación no es real, es el comienzo de ‘Els encantats’, la última película de Elena Trapé, protagonizada por Laia Costa. Pero, lejos de ser un escenario ficticio, es algo que viven miles de madres cuando deciden poner fin a la relación con el padre de sus hijos.

“Llevaba tiempo mal, evitaba encontrarme con mi marido en los pasillos de casa, hasta que nos convertimos en unos desconocidos. Si no hubiera sido por mis hijas, me hubiera divorciado antes”. Son las cinco de la tarde en una tarde calurosa, típica de esta época del año, cuando Chari Olivares (62 años y divorciada desde hace 12) responde a las preguntas de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Lo suyo fue, como suele ser en estos casos, una decisión muy meditada y pasaron años hasta que se hizo realidad: “Te cuestionas cómo vas a poner fin a 24 años de matrimonio y qué va a ser de ti, y sobre todo de tus hijas”, apunta.

En ese momento las suyas tenían 19 y 16 años, “ya no eran tan pequeñas y se daban cuenta de que no estábamos bien”, añade. Sin embargo, ella ya lo había percibido tres años atrás, “esperé porque eran edades complicadas, hasta que llegó un momento en el que la situación era insostenible”. Es ahí, justo en ese instante, cuando llega sin avisar el primer bloqueador de las rupturas: el miedo. “Los hijos te echan muy para atrás, piensas que van a cambiar las cosas y que se te presenta un panorama muy difícil, pero en el fondo sabes que ya no puedes seguir”, asegura.

“La sociedad nos ha hecho creer que la familia tiene que permanecer unida"

— Nives Aparicio, madre divorciada desde hace cinco años

En Boadilla del Monte, a tan solo unos kilómetros del centro de Madrid, donde Chari trabaja, encontramos a una mujer que ha pasado por la misma situación. Su nombre es Nieves Aparicio. Tiene 50 años y lleva cinco divorciada. “Tenía mucho miedo por la parte económica, ya que había dejado de trabajar cuando fui mamá, y temía verme en la calle. Entonces piensas que no hay posibilidad de salir de ese agujero”, explica en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA. Hasta que un día la necesidad de salir y volver a ser la dueña de su vida le hizo poner punto y final a la relación con el padre de sus hijos, que en esos momentos tenían 7 y 12 años. “La sociedad nos ha hecho creer que la familia tiene que permanecer unida, y hay que aprender que más vale tener dos hogares felices que uno que sea una olla exprés donde priman las discusiones y los gritos”, apunta.

¿Por qué aflora la culpabilidad?


Una vez tomada la decisión, el miedo se va y da paso a la culpa. Culpa por “romper una familia”, por no estar con sus hijos todo el tiempo, por privarles de que no estén siempre con el otro progenitor… Tiene muchas caras, formas y colores, y en todas sus variantes se llega a una misma conclusión: su poder paralizador. “Las mujeres hemos interiorizado que todo lo que tenga que ver con el ámbito familiar es nuestra responsabilidad y aunque sea una ruptura querida por nuestra parte, hay que pasar un duelo de esa relación y esto en muchos casos desemboca en una angustia maternal por separarnos de nuestros hijos”, explica Diana Sánchez, psicóloga perinatal en el Centro Psicólogos de Torrelodones.

Nieves Aparicio, se divorció hace 5 años 

Nieves Aparicio, se divorció hace 5 años  / Alba Vigaray

Otro de los factores que influyen es el peso que todavía tiene en el imaginario colectivo el hecho de que la felicidad de los hijos depende de una estructura familiar clásica (madre y padre). Asumir que muchos proyectos que tenían no se harán realidad y que vivirán una maternidad diferente. “Una ruptura se considera un fracaso personal debido al mito de la familia y el poder de la figura paterna. Esa idea de que sin un padre, nuestros hijos e hijas no lo van a pasar bien, que lo necesitan por encima de todo… persigue a las mujeres que deciden finalizar su relación de pareja”, explica a este medio Beatriz Mata García, psicóloga del área de violencia de género de la Federación de Mujeres Progresistas. Del modo explica que cuesta mucho desprenderse de ese mantra que persigue a la sociedad, aunque cada vez son más las mujeres que reivindican el derecho a la independencia.

Esta culpabilidad aflora sobre todo durante las primeras visitas con el otro progenitor. “Recuerdo que sentí un gran vacío, y eso no se va, porque hay momentos en los que tienes la necesidad de estar y hablar con ellos y no puedes”, cuenta Aparicio. En el caso de Chari, sus hijas eran más mayores y no lo notó tanto: “Al final te das cuenta de que las responsabilidades suelen recaer en las madres, si había algún problema, me tocaba a mí. Un divorcio no solo consiste en dar la pensión y ya está”, explica.

Chari Olivares, se divorció hace 12 años

Chari Olivares, se divorció hace 12 años / Cedida

Maternidad: factor de riesgo de la violencia de género


Desde la Federación de Mujeres Progresistas explican que la culpa incluso aumenta en las madres que son víctimas de violencia de género. “Una de las muchas consecuencias que tiene sobre las víctimas es que tienen la autoestima muy deteriorada y una percepción muy baja de su autonomía, no se sienten fuertes para hacer frente a todo lo que supone una separación”, argumenta Mata García.

De hecho, según datos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, la maternidad aumenta la vulnerabilidad de las víctimas de violencia de género: tener hijos o hijas pequeños es un factor de riesgo en el maltrato machista. El 60 % de las 25 víctimas mortales de este 2023 eran madres y casi 40.000 mujeres maltratadas bajo seguimiento policial, también, la mitad de los casos activos que vigila el Ministerio del Interior.

“Cuando empiezan la terapia se dan cuenta de que sus hijos también han sufrido y les hace sentirse malas madres”

— Beatriz Mata García, psicóloga del área de violencia de género de la Federación de Mujeres Progesistas

“Tienen la falsa creencia de que si dejan la relación no van a poder controlar las reacciones violentas y que si se separan pierden todo el control de lo que ocurra durante las visitas, vacaciones... y eso les genera angustia. Por lo que deciden quedarse en la relación”, explica la especialista. Esta creencia cambia cuando se pone punto y final a la relación, y la culpa llega por no haber tomado esta decisión antes. “Cuando empiezan el proceso de terapia se dan cuenta de que sus hijos también han sufrido y les hace sentirse malas madres”, añade.

Ayuda, el factor clave


El proceso y el bucle infinito de sensaciones tras poner fin a estos vínculos no termina cuando el divorcio, la separación o nulidad se hace efectiva. ¿Qué hay después? “Cuando di el paso se empezaron a estropear las cosas en mi trabajo, empezaron a no pagarme, y estuve dos años trabajando sin recibir apenas sueldo. No me arrepentí, pero fueron años muy complicados”, explica Chari. En el caso de Nieves, tuvo que reincorporarse al mundo laboral después de años sin trabajar: “Que no nos sepa mal sino podemos ocuparnos de nuestros hijos 24 horas al día, porque si luego te viene un revés como este, te ves sin trabajo y sin dinero. Y cuando te quieres incorporar al mercado laboral estás a años luz”.

Nieves Aparicio con un folleto informativo de Valory

Nieves Aparicio con un folleto informativo de Valory / Alba Vigaray

Ahora, cinco años después tiene su propia empresa, dedicada precisamente a ayudar a mujeres que quieran divorciarse: Válory. “Tuve un divorcio muy complicado, no sabía cómo pedir ayuda y me sentí muy sola. Me metí en internet y pensé que como yo había muchas mujeres en la misma situación y decidí hacer una página en Facebook y contar mi experiencia”, señala. Su sorpresa llegó unos meses después cuando decidió hacer un taller presencial al que acudieron 40 mujeres. Por lo que decidió formarse en marketing y crear su empresa: “Ahora somos 13 profesionales que cubrimos todas las áreas y estoy feliz”, finaliza.

Chari comparte sus días con sus hijas que ahora tienen 27 y 30 años. Si le preguntamos si ha vuelto a tener pareja o tiene intención de hacerlo lo tiene claro: “Soy feliz así, con mis hijas, no me hace falta ningún hombre, y no cambiaría ninguna de mis decisiones”.

Pide ayuda

El 016 atiende a las víctimas de todas las violencias contra las mujeres. Es un teléfono gratuito y confidencial que presta servicio en 53 idiomas y no deja rastro en la factura. También se ofrece información a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y asesoramiento y atención psicosocial mediante el número de Whatsapp 600 000 016. Además, los menores pueden dirigirse al teléfono de ANAR 900202010.

Las víctimas de maltrato sordas, con discapacidad auditiva, ciegas o sordociegas pueden llamar al 016 con 900 116 016, SVisual, ALBA, Telesor, ATENPRO y la app PorMí. Todos los recursos contra la violencia de género.