LITERATURA

'Gozo', de Azahara Alonso: literatura para huir de la prisión del trabajo y la prisa

La autora propone un viaje narrativo sobre la dictadura de la productividad

La escritoria Azahara Alonso, autora de "Gozo".

La escritoria Azahara Alonso, autora de "Gozo". / Imagen cedida por la editorial Siruela

Violeta Molina Gallardo

Violeta Molina Gallardo

"¿En qué momento mi vida empezó a ser accesible sólo en vacaciones?". Con estas doce palabras, la filósofa y escritora Azahara Alonso nos arrastra en Gozo, su debut narrativo, a un incómodo viaje sobre la dictadura de la productividad y la glorificación del trabajo como elemento definitorio de la identidad.

Incómodo por cuanto nos interpela con crudeza y nos pone frente a un espejo que devuelve unas vidas aprisionadas, pero también luminoso porque hace un canto a la reconquista de pequeñas rebeldías y "apetencias no domesticadas". La pausa, la pereza, el descanso. Y luminoso también porque en Gozo (ed. Siruela) aprendemos de nuevo a respirar, aprendemos a pensar que respiramos.

Alonso (Oviedo, 1988) se estrena en la narrativa (tras los aforismos de Bajas presiones y los poemas de Gestar un tópico) y teje con lucidez y serenidad un tapiz sobre la "danza macabrísima" que establecemos en nuestras vidas sin descanso, llenas de ocupaciones y objetivos útiles y medibles.

"Ahora tememos aburrirnos, entramos en pánico ante la idea de no aprovechar el tiempo libre y así lo convertimos en todo menos en eso", escribe la autora.

En ese tapiz aparecen las grandes cuestiones que asuelan a las generaciones jóvenes, esas que ni quieren ni pueden comprarse una casa, esas a las que no les salen los números para llegar a fin de mes: el trabajo, la prisa, la precariedad, la salud mental, el capitalismo, la identidad, la obediencia, la existencia dirigida, el éxito, el fracaso, la insatisfacción,...

En conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, Alonso habla de vidas vinculadas a la inercia, "no sólo la inercia de la prisa, sino a la de todo lo que se supone que debemos hacer y cumplir", ya sea una semana laboral eterna o visitar tropecientos monumentos durante las vacaciones: al volver, se necesitan vacaciones para descansar de las vacaciones, que son hoy otra "lista de tareas". "Creo que en esta sociedad no hay sitio para la pereza, ni en su forma más sutil y humilde, como estar exenta de culpa cuando un día libre no hacemos gran cosa", precisa.

Resistirse a esa inercia de productividad no es sencillo, cuenta, el sistema va a intentar reencauzar a quien se rebela, recordándole que hay unos objetivos vitales que no cumple: comprar una vivienda, tener hijos, obtener determinados empleos. La expectativa y la incapacidad de cumplirla, "la dialéctica del éxito y el fracaso que vertebra todo lo que hacemos".

Un código de hermandad para quienes necesitamos huir

Sus pensamientos recogen el poso de una larga estancia en una pequeña isla mediterránea, Gozo, donde halló cielos y mares azules, turismo con poca alma y personajes sin impostura que iluminan con hospitalidad y sencillez.

Imagen de la costa de Gozo, donde antiguamente se situaba la conocida estructura rocosa Azure Window, que se vino abajo tras un temporal.

Imagen de la costa de Gozo, donde antiguamente se situaba la conocida estructura rocosa Azure Window, que se vino abajo tras un temporal. / Reuters/ Darrin Zammit Lupi

Allí se dio de bruces con muchas preguntas, que hoy nos devuelve cual francotiradora: "¿Cómo he podido resignarme a trabajar y no llegar a fin de mes?", ¿qué permite que un día merezca la pena?, ¿cuántos días he empleado en hacer lo que debía en lugar de lo que quería?, "¿quién quiere cumplir la fatalidad de una conciencia tardía, caer en la cuenta cuando ya es demasiado tarde?".

"Está esa anécdota del barco que pedía ayuda y decía 'el enemigo está dentro, disparad contra nosotros'. O sea, que esas preguntas van también contra mí misma porque el enemigo está dentro. (...) Para mí, la presencia de la interrogación general es, además de inevitable, un disfrute de pensamiento", relata.

La ofrenda completa de nuestra disponibilidad

No se sale indemne de las páginas que compone: aparece el deseo irrefrenable y/o la necesidad de huir, de salir corriendo. La gran renuncia. "Puede que Gozo sea un código de hermandad para quienes necesitamos huir", reconoce Alonso. Cuerpos cansados, mentes tan agotadas que son incapaces de pensar en otros cielos.

Viajar de su mano a esa isla mediterránea es plantearse el sentido de invertir demasiado tiempo en el trabajo, pero también en la imposibilidad de subsistir sin hacerlo. "'Los trabajadores ya no existen. Existe su tiempo', escribe Franco Berardi. Por ese tiempo nos pagan. Ya no entregamos sólo nuestra mano de obra: si somos buenas trabajadoras, hacemos la ofrenda completa de nuestra disponibilidad", escribe.

Preocupa a Alonso que la ocupación laboral es lo que pesa hoy en la edificación de la identidad: "Ahora soy lo que trabajo: mi capacidad de esfuerzo, mi mérito, el tiempo que regalo a cambio de algo que nunca lo compensa", se lee en Gozo.

"Eres aquello que haces en horario laboral y toda la dedicación que tú tengas y cuanto más vocacional sea y más tiempo te ocupe, pues más auténtico es eso. Eso es un problema: la clase baja y trabajadora que somos no puede ser lo que trabaja, o no sólo eso, porque eso es instinto de supervivencia. Y cuando tenemos que hacer trabajos alimenticios, y hablo de picar piedra literalmente, ¿cómo va a ser eso lo que nos hace? Sencillamente el trabajo sigue siendo un método para sobrevivir. (...) Y hay mucha gente que trabaja muchísimo y no puede ni irse de vacaciones ni llegar a fin de mes", denuncia.

¿Cómo escapar, entonces, si no podemos huir a un lugar paradisíaco? La autora defiende que puede haber una isla dentro de cada una, que tiene que ver con la "no domesticación" y con ese lugar "en el que todos los relojes están en hora: el de la identidad y el de cómo quieres vivir". La felicidad o el bienestar, sostiene, "no se encuentra en un todo incluido a miles de kilómetros para volver agotada".

Considera que es posible un horizonte de "apetencias no domesticadas", aunque para él es necesario "desaprender", algo difícil pero a lo que se puede llegar poco a poco con "pequeñas conquistas de rebeldía con una misma".

Al final, necesitamos reflexionar sobre nuestra disponibilidad. En palabras de la autora, "disponer o no disponer de una misma, esa es la cuestión".