RUGBY

La insoportable crisis de los clubes de rugby españoles: "Todo el mundo está ahogado"

Cuatro equipos se han visto obligados a renunciar a División de Honor B, la segunda categoría nacional, al no poder cubrir el presupuesto necesario para competir

El equipo Campus Ourense Rugby.

El equipo Campus Ourense Rugby. / Cedida

Cantabria, una comunidad autónoma sin mucha tradición en el mundo del rugby, tenía hace cuatro años dos equipos en División de Honor: el Club de Rugby Santander y el Independiente. El primer derbi, con gran afluencia de público, se disputó en el campo de San Román el 27 de octubre de 2019. Hasta allí acudió el entonces presidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla para hacer el saque de honor.

Eran días de vino y rosas. A los primeros se les fue el patrocinador en 2020 una semana antes de la que diera comienzo la competición liguera. Sus rivales, por su parte, recibieron una inesperada sanción económica este año del Ministerio de Trabajo por no haber dado de alta en la Seguridad Social como profesionales a una veintena de jugadores. Así que ahora están ambos en categoría regional.

Antes de empezar esta temporada, según los datos facilitados por la Real Federación Española de Rugby (RFER), además de los santanderinos del Independiente, otros tres equipos han renunciado a jugar en la categoría de plata: Mairena (Sevilla), AKRA Bárbara (Alicante) y Portuense (Cádiz).

El caso del Mairena

A finales de la pasada temporada los directivos del Mairena vieron que los números no cuadraban. “Resultaba insostenible mantener un año más al equipo en División de Honor B porque los gastos de desplazamiento habían provocado un importante desajuste económico y seguir habría supuesto un quebranto económico importante”, confiesa Elena González Godoy, Lele, que forma parte de la junta directiva del equipo andaluz.

La cosa es bastante sencilla de explicar. Alquilar un autobús durante un día para viajar hasta Extremadura cuesta algo más de 900 euros. “Y, por supuesto, olvídate de hoteles”, apostilla. El Mairena militaba en el grupo C de la División de Honor B donde la pasada temporada estaban encuadrados cuatro equipos madrileños, un extremeño y otros seis andaluces. Un desplazamiento cualquiera requiere de una expedición de alrededor de 35 personas entre jugadores, staff técnico, fisios y delegados. Así que el tren o el avión estaban descartados. “Hemos intentado equilibrar el bienestar de los jugadores con el menor coste posible, y ni por esas”, se lamenta.

El equipo Mairena de rugby.

El equipo Mairena de rugby. / Cedida

El Mairena es un club fusionado en la actualidad con el Universitario de Sevilla, cuyo equipo femenino está en División de Honor y es el que en el aspecto económico ha tirado del carro en los últimos años gracias a que compartía sus patrocinadores con el equipo masculino. “Las Cocodrilas, como se nos conoce normalmente, somos bastante conocidas y atraemos bastante público porque por palmarés estamos entre las cinco mejores de División de Honor”. Al final, lo que ocurrió, tal y como señala Lele, “es que estábamos desvistiendo a un santo para vestir a otro”, porque con el dinero del equipo femenino se tapaban los agujeros del masculino.

Trataron de buscar patrocinios y ayudas públicas para los chicos, “pero no hubo manera”. Con las chicas no ocurría lo mismo porque Iberdrola aportaba ayudas económicas para los desplazamientos “que no te cubren todo, pero sí una parte importante”. La cara más amarga del quebranto económico del club fue comunicar a los jugadores la drástica decisión de renunciar a la categoría. “Es de los momentos más duros que recuerdo como directiva porque no es fácil decirles que todo el esfuerzo que habían hecho no servía para nada”. La otra es ver como algún jugador joven que está en la selección española se ha tenido que ir a Valladolid, “¡pobrecito mío, con el frío que hace allí!”.

Para mantenerse en División de Honor B se necesitan, “al menos”, 120.000 euros. Ese es el cálculo de González. Solo gracias a las ayudas de su equipo hermanado lograron que el Mairena no se viera obligado a renunciar antes a la división de plata del rugby español. Los números no salían. “Sabemos que las ayudas públicas son 14.000 euros y que eso no va a aumentar”. Además, los patrocinios no acababan de llegar, así que la solución pasaba por la planificación del asociacionismo deportivo en la provincia. Se trata de crear una asociación de equipos de élite que sea capaz de recaudar ayudas públicas o privadas que reviertan en la propia asociación para que luego se repartan entre los clubes de élite.

El caso del Eibar

El equipo guipuzcoano del Eibar sufrió hace dos años en sus carnes un descenso administrativo cuando militaba en División de Honor B. La normativa obliga a un club que juega en categoría nacional a tener un segundo equipo, y los vascos no comparecieron con su equipo B en dos partidos por falta de jugadores. El castigo fue volver a Liga Vasca. Hasta entonces, bastante había hecho con sobrevivir porque en un pueblo que ronda los 27.000 habitantes el rugby tenía que competir con el fútbol o el balonmano, dos deportes con mucha más tradición en la villa armera.

“Si estás jodido para conseguir un equipo, a ver cómo lo haces para hacer otras 25 fichas”, sentencia su presidente Iñaki Arrizabalaga. En su opinión, este tipo de exigencias son más asumibles para equipos de Bilbao, San Sebastián o incluso Hernani “donde hay mucha afición”. Lo que salvó al Eibar durante varios años para mantenerse en una competición nacional fue conseguir su patrocinio con Avia, pero su máximo dirigente es consciente de que ahora en Liga Vasca ese tipo de ayudas privadas son “muy difíciles” de encontrar porque, además, carecen de ventajas fiscales.

La solución pasa por crear un equipo “potente” en la provincia. Una especie de franquicia. “Estamos hablando, pero estamos lejos de llegar a un acuerdo”, advierte Arrizabalaga. En la actualidad Guipúzcoa tiene un equipo en División de Honor (Ordizia) y otros tres en la categoría de plata: Bera Bera, Hernani y Zarautz, todos ellos con gastos anuales “muy grandes” y con dificultades para encontrar recursos económicos. “Todo el mundo está ahogado, y aun así hacer algo en común resulta muy complicado”. La idea sería crear un equipo profesional o semiprofesional que aunara a todos los clubes guipuzcoanos y con el que toda la afición se sintiera identificado “con un segundo equipo que hiciera de puente y luego ya cada uno que trabaje con su propia cantera”.

Y es que militar en la máxima categoría exige varios entrenamientos semanales, muchas horas de gimnasio, viajes los fines de semana, “y claro, con tanto sacrificio algunos jugadores quieren vivir de esto”. Por ello insiste en seguir hablando “pese a lo complicado del tema” porque es una “necesidad” que tendrán los clubes a medio o largo plazo.

El caso del Ourense

Hace tan solo dos años el Campus Ourense Rugby se vio en una situación similar. Militaba en la segunda categoría del rugby nacional y era el único representante gallego de su grupo. Su rival más cercano era el Oviedo, pero había que meterse entre pecho y espalda en un solo día un viaje de 720 kilómetros en autobús. “El resto de los desplazamientos suponía estar fuera todo el fin de semana”, recuerda su presidente José Luis Rey, Magui. Los gallegos tenían que hacer nueve viajes al País Vasco, lo que supone otras tantas horas de viaje solo de ida.

“Mientras que para lo que a ellos suponía jugar en una especie de liga local, a nosotros nos costaba cada desplazamiento más de 5.000 euros incluyendo hoteles, comida, cenas y autobús”. El club tenía un presupuesto de 194.000 euros y solo 70.000 euros venían de subvenciones públicas. Después de quedar cuartos en División de Honor, categoría en la que habían militado siete años seguidos, optaron por ceder su plaza a otro equipo sin dar cuenta a la Federación.

El equipo Ourense de rugby.

El equipo Ourense de rugby. / Cedida

La cosa no cuajó, y como les incluyeron en el sorteo para encuadrarse en un grupo con mayoría de clubes vascos, se vieron obligados a renunciar. Les cayó una multa de 2.500 euros. “Lo que pido es que nos traten a todos por igual”, protesta Rey a título personal para no confundir su opinión con la del club. “No puede ser que a Alcobendas, un equipo que nos ha privado de estar en el mundial, se le imponga una sanción económica de 30.000 euros, y que luego se la han quitado, y que nosotros tenemos que pagarla”, añade.

Sus quejas no acaban ahí porque si vuelven a ascender se encontrarían con el mismo problema. A su juicio, todo pasaría por reorganizar las zonas de los grupos para que tengan que enfrentarse a equipos de Castilla y León. “En categorías inferiores VRAC y el Salvador juegan en la liga de Madrid, pero tendrían que estar con nosotros. Son los mejores clubes de España y juegan donde ellos quieren, al resto les putean”, afirma Rey. Otra cuestión a tratar sería la reducción en las fichas de los jugadores ya que en la regional gallega son 272 euros “y en Portugal, donde les cubre todo, son cien”.

El caso del AKRA Bárbara

El AKRA Bárbara ascendió a División de Honor B hace tres años. La primera temporada fue buena en el aspecto deportivo porque lograron la permanencia y también en lo económico gracias a las subvenciones públicas, pero sobre todo por la inyección económica que recibieron de la Fundación Trinidad Alfonso de Juan Roig. En la segunda, tal y como lo recuerda su presidente, Manuel Cano, subieron los gastos y en la tercera “estábamos más apretados”. Fue al término de la última temporada cuando tras celebrar una asamblea extraordinaria “se vio que así no podíamos seguir porque las expectativas de generar ingresos no eran buenas”.

Les faltaban 25.000 euros para llegar a un presupuesto como el de la temporada anterior de 144.000. ¿Solución? La única posible, renunciar a la categoría. “Pasamos de pagar el primer año 1.500 euros de un desplazamiento a Barcelona a 1.800 y lo mismo a Valencia, de 420 a 570 euros. También subió el precio de las licencias, y así todo”, arguye.

El equipo AKRA Alicante de rugby.

El equipo AKRA Alicante de rugby. / Cedida

A esos gastos hay sumarle el viaje anual a Palma de Mallorca, “que al principio lo planteábamos como un premio y al final resultó durísimo”. Y es que viajaban la víspera en barco, donde pasaban la noche, jugaban el partido y de vuelta a casa en avión. Mientras, las ayudas económicas se iban menguando poco a poco. De momento, según la normativa, tienen vetado volver a División de Honor B esta temporada por haber renunciado a su plaza. Tendrían que esperar a la 2024-25.

“Otra cosa es que al estar el grupo con un equipo menos y haya uno que quiera jugar, no sé al final cómo se gestionaría este asunto”, admite Cano. Eso sí, en caso de lograrlo el año que viene, antes de tomar una decisión, hablarán con instituciones y patrocinadores para saber de primera mano con qué ayudas cuentan.

Ya a título personal, Cano echa en falta por parte de la Federación verdadero plan de desarrollo de jugadores en clubes modestos alejados de núcleos poblaciones con mayor implantación del rugby de élite “porque no tenemos ayudas”. El presidente del club alicantino pone como ejemplo a una jugadora del AKRA Bárbara que tiene que desplazarse 200 kilómetros cada vez que acude al centro de alto rendimiento de Valencia “cuando a lo mejor es más sencillo hacerlo en su propia casa”.

Otro ejemplo. En su club tiene seis jugadores Sub-20 que para desarrollarse tendrán que jugar en una categoría de cierto nivel, “y condenándolos a hacerlo en territorial van a tener muy pocas oportunidades de progresar. Por su experiencia sabe que estos chavales al final acabarán marchándose. De ahí que reclame “una mayor sensibilidad” a la Federación con los jóvenes “porque este tipo de circunstancias lastran el desarrollo del rugby”.