REAL MADRID 0 - BARCELONA 1

El Barça más conservador recupera su autoestima ganando en el Bernabéu

Un gol en propia puerta de Militao a los 25 minutos pone en ventaja a los azulgrana en la eliminatoria copera

El Real Madrid, planísimo salvo en el cuarto de hora inicial, no fue capaz de disparar a puerta en todo el partido

Sergio R. Viñas

Sergio R. Viñas

Era una ida de una semifinal y, como tal, un partido con solución, fuera cual fuera el resultado en el Santiago Bernabéu. Pero lo que quizá ya no hubiera tenido arreglo era la crisis de autoestima y confianza con la que el Barcelona desembarcaba en Chamartín, tras dos derrotas consecutivas y la sensación de asomarse de nuevo al precipicio de la mediocridad.

Se jugaba el Barça mucho más el ánimo que el resultado, la cabeza que las piernas, en su visita al Real Madrid. Y aun sin brillo en las botas, a quién le importa la purpurina cuando el alma no transpira, el equipo de Xavi supo sobreponerse a todo para poner una pica en el Bernabéu y encarrillar la eliminatoria copa, de cara al partido de vuelta de dentro de un mes en el Camp Nou.

El del Barça fue un ejercicio de conservadurismo, ese del que ha renegado durante lustros, frente a un Madrid sin filo, con cierto rostro de agotamiento mental, no tanto físico, por la concatenación de partidos de máxima trascendencia que ha afrontado en las últimas semanas. Suspenso, en todo caso, para el equipo de Carlo Ancelotti, incapaz, salvo en el primer cuarto de hora, de levantar de su asiento a su parroquia de Chamartín. Ni disparó a puerta. Y con eso queda casi todo dicho.

Arranque blanco

Porque, desprovisto de proa (Lewandowski), hélice (Dembélé) y, sobre todo, motor (Pedri), el Barça había arrancado la contienda achicado, mientras desde las gradas del Bernabéu se gritaba "¡corrupción, en la Federación!" y se agitaban los billetes de 500 euros con la cara de Laporta que se habían repartido durante la previa en los alrededores del estadio.

Se sentía a la deriva el equipo de Xavi durante el cuarto de hora inicial, temiendo que cualquier golpe de timón le derribara. Pudo atestarlo Modric a los 30 segundos y un rato después Benzema, que en efecto lo hizo, solo que en fuera de juego. La sensación era la de que, si caía el primero del Madrid, la noche podía ser una hecatombe azulgrana.

Pero no. El equipo de Ancelotti desaprovechó el viento de cola inicial y se empezó a enredar en ciabogas que le ralentizaban la navegación. Ninguna como la de Vinicius, que pronto comenzó a exasperarse con la pegajosa marca de Araujo y pudo ser incluso expulsado. Tras ver una justa amarilla por una llave de wrestling a De Jong, gritó y señaló al árbitro a medio metro de distancia. Mala receta si deseas acabar un partido.

Error fatal de Camavinga

Pasaron segundos entre ese momento y el que, de verdad, iba a virar el rumbo del partido. Una pérdida inocente e innecesaria de Camavinga ante Gavi propició una rápida contra azulgrana. Courtois detuvo el disparo de Kessié en el área, tras una buena asistencia de Ferran, pero Militao no pudo evitar batir a su portero en el rebote. El fuera de juego señalado inicialmente no era tal, como corroboró el VAR.

El partido se convirtió en infumable a partir de ese minuto 25. El Barça se concentró en defender la ventaja mientras el Madrid no encontraba vías para morder la inusual defensa azulgrana, en la que Marcos Alonso cubría al tocado Christensen como central zurdo. La horizontalidad empezaba a devorar a un Madrid que además se dejó desquiciar por el inconsistente arbitraje de Munuera Montero.

Así continuó la película tras el descanso, con un Madrid dominador absoluto del balón pero sin ideas para forzar que a Ter Stegen se le despeinara de vez en cuando el tupé. Distraído Vinicius con los demonios que tantas veces le absorben ante la dificultad, el Bernabéu demandaba un electroshock. Demandaba a Rodrygo.

Ansu frustra a Kessié

Y saltó el brasileño al campo, ya superada la hora de partido, pero ni por esas espabiló un Madrid al que le empezó a carcomer la frustración. Circunstancia que el Barça aprovechó para aplanar aún más el electrocardiograma del partido y para, casi, marcar un segundo gol. Ansu Fati, nada más salir del banquillo, sacó, sin querer, un chut de Kessié que se dirigía ya sin remedio a las redes de Courtois.

Pero ni por esas logró el Madrid el chispazo que necesitaba. Con el paso de los minutos cercó algo más la portería de Ter Stegen, sí, pero sin sumar un solo remate a portería en toda la segunda mitad que pudiera igualar la eliminatoria. Tampoco con la entrada de Tchouaméni y Álvaro Rodríguez, el joven Toro al que Carletto ha decidido recurrir cuando se le enredan los cables en el cajón. Pero no todos los días son fiesta, no todavía con un chico de 18 años.

Un remate desviado de Rodrygo ya en el minuto 90 fue lo único que le quedaba por aportar a un partido de fútbol prescindible, difícil paladeable para el espectador neutral y no digamos para el madridista. Al azulgrana, en cambio, le sirve de sobra. Tiempo habrá para el caviar. En el Bernabéu la prioridad era llenar el estómago y el autoestima. Y lo hizo, qué duda cabe.