ANIVERSARIO

Las luces y sombras de Marlon Brando, uno de los intérpretes más grandes y complejos que hayan aparecido en el cine

Brillante, carismático y algo atormentado, el mítico actor marcó un antes y un después en la gran pantalla con títulos tan icónicos como 'El padrino', 'Último tango en París' y 'Un tranvía llamado Deseo': este miércoles cumpliría 100 años

Marlon Brando, en un fotograma de 'Un tranvía llamado Deseo' (1951).

Marlon Brando, en un fotograma de 'Un tranvía llamado Deseo' (1951). / ARCHIVO

Brillante, carismático y algo atormentado, Marlon Brando es sin duda uno de los mejores actores de cine estadounidenses —algunos opinan que el más grande—. Decía Kim Hunter, su compañera de reparto en Un tranvía llamado Deseo, que lo mejor del intérprete era su increíble sentido de la verdad: “Puede tomar algunas malas decisiones en los papeles que desempeña, pero lo único que no puede ser es falso. Creo que por eso no le gustaba mucho actuar, porque siempre sacaba de su interior cosas dolorosas de su vida que luego trasladaba a su personaje”.

Para el cineasta Joaquín Vallet Rodrigo, siempre existiría en Brando un sentido catártico de entender la actuación. “Y no tanto por su formación dentro de los esquemas del Método como en la necesidad de exorcizar sus fantasmas internos”, explica en el libro El universo de Marlon Brando (Notorious Ediciones). “La constante lucha consigo mismo es lo que acabaría dando forma tanto al genio que marcaría un punto y aparte en Hollywood durante el primer lustro de los años 50 como al perezoso que ni tan siquiera se dignaba a memorizar sus diálogos”.

Nacido en abril de 1924 en Nebraska, Brando creció con una madre alcohólica que con frecuencia aparecía borracha en un bar y un padre ausente y severo, también aficionado a la bebida, que le pegaba y menospreciaba. En su autobiografía contó que los traumas que sufrió en casa le causaron problemas en el colegio y el instituto, de donde le echaron a los 17 años: “Era el niño malo de la clase, tenía que sentarme debajo de la mesa de la profesora, donde mi actividad principal era mirar por debajo del vestido”.

Marlon Brando recibió un Globo de Oro por su papel en 'La ley del silencio' (1954).

Marlon Brando recibió un Globo de Oro por su papel en 'La ley del silencio' (1954). / ARCHIVO

A los 19, tras haber sido expulsado de una academia militar, se asentó en Nueva York, donde comenzó su carrera en el teatro. Aunque siempre se le ha asociado con el Actors Studio, su contacto con esta famosa institución fundada en 1947 fue puntual y siempre condicionado a dos aspectos. El primero, su formación previa con la actriz Stella Adler, quien por lo visto le acogió en su familia culta e intelectual y fue la persona que le animó a encaminar sus pasos hacia la interpretación. El segundo, el hecho de que su admirado Elia Kazan fuese uno de los profesores de la mítica escuela.

La frivolidad con la que Brando hablaría del Actors Studio, por el que pasaron las grandes estrellas de la época, tenía algo que ver con la animadversión que sentía hacia Lee Strasberg, que se hizo con la parte creativa del centro. El profesor de actores había tenido fuertes discusiones con Stella Adler sobre la manera de interpretar las ideas de Stanislavsky, lo que de algún modo condicionó la opinión que Brando tenía de él: “Era un hombre ambicioso y egoísta que explotaba a las personas que asistían al Actors Studio y trataba de proyectarse como un oráculo y gurú en funciones. Algunas personas lo adoraban, pero nunca supe por qué”.

En realidad, Brando mantuvo a lo largo de su carrera una intensa relación de amor-odio con el arte dramático. “Actuar es una ilusión, una forma de desaire histriónico, y, para llevarla a cabo, un actor debe tener una intensa concentración”, apuntó una vez. “Antes de entrar en una escena, la estudio, casi la psicoanalizo. Luego lo hablo con el director y luego lo ensayo. Cuando comienza el rodaje, me pongo tapones en los oídos para eliminar los ruidos extraños que inevitablemente alteran la concentración”.

Ocho veces nominado al Oscar

Hasta ocho veces estuvo nominado al Oscar, un premio que le dieron en dos ocasiones. El primero lo consiguió en 1955 por el drama La ley del silencio, de Elia Kazan, que ya le había dirigido en la obra teatral de Tennessee Williams que le dio a conocer. Aunque Brando se resistió al principio a aceptar el papel protagonista para esta película, porque veía con desagrado el hecho de que su director hubiera delatado en 1952 a ocho compañeros del partido comunista y a siete izquierdistas más ante el famoso Comité de Actividades Antiamericanas del senador McCarthy.

“Con tantos prejuicios, discriminación racial, injusticia, odio, pobreza, hambre y sufrimiento en el mundo, hacer películas parece cada vez más estúpido e irrelevante”, declararía una vez el actor, que nunca negó que se dedicaba al cine única y exclusivamente por dinero y, en 1962, se convirtió en el primer actor masculino en superar el umbral del millón de dólares cuando Metro-Goldwyn-Mayer le ofreció protagonizar Rebelión a bordo.

Grace Kelly y Marlon Brando, en los Oscar de 1955.

Grace Kelly y Marlon Brando, en los Oscar de 1955. / ARCHIVO

Su generoso caché le ayudó bastante en la faceta de activista que mantuvo durante mucho tiempo. Además de luchar por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, fue un profundo admirador de la Revolución Cultural china (1966-1976) —"Mao Tse-Tung fue el último gigante", llegó a afirmar sobre el líder de este movimiento sociopolítico—, contribuyó a financiar a los Panteras Negras y se convirtió en un defensor a ultranza de la comunidad india. “La actitud de Estados Unidos con respecto a los indios aborígenes de su propia tierra es injusta, vergonzosa y no tiene ningún equivalente en la historia”, comentó a la edición francesa del semanario Play Boy.

Cuando en marzo de 1973 se alzó con la segunda estatuilla dorada por El padrino de Francis Ford Coppola, la activista indígena Sacheen Littlefeather subió al escenario de los Oscar para rechazar en nombre de Brando el premio a Mejor Actor con una crítica a la estereotipada imagen que Hollywood daba de las comunidades indias. Apenas dos años antes, el actor había solicitado a la Academia que sustituyera la primera estatuilla que había ganado, pues alguien se la había robado —curiosamente, antes de perderla la había utilizado como tope para puertas—.

Progresiva decadencia

Sobre el motivo de su progresiva decadencia, algunos coinciden en señalar que Hollywood no estuvo a la altura de Brando. Vallet Rodrigo ha comentado que, en muchos aspectos, la Meca del Cine “se mostró temerosa no únicamente a lo que Brando podría llegar a alcanzar, sino en la repercusión que su figura y su talento pudiera tener en las nuevas generaciones de actores. Porque si dicha repercusión ya de por sí fue enorme, si el actor hubiera crecido, tal y como apuntaban sus primeras interpretaciones cinematográficas (de Hombres a La ley del silencio), el punto de inflexión en la profesión ya no hubiera tenido vuelta atrás”.

El actor estadounidense Rod Steiger, que encarnó a su hermano mayor en La ley del silencio, señaló que Brando “estaba en una posición única. Podría haber hecho cualquier cosa. Pero eligió no hacerlo”. Pese a todo, la gente se pirraba por sus andanzas y sus últimas contrataciones fueron millonarias. Su negocio más redondo fue su intervención en Superman (1978), por la que cobró cerca de cuatro millones de dólares, más un porcentaje de los ingresos brutos. Al final pudo facturar alrededor de 14 millones de dólares por 10 minutos de tiempo en pantalla —bastante más de lo que recibió el protagonista del filme, Christopher Reeve—.

El director Richard Donner posa junto a Marlon Brando durante el rodaje de 'Superman' (1978).

El director Richard Donner posa junto a Marlon Brando durante el rodaje de 'Superman' (1978). / ARCHIVO

Precisamente Reeve aprovechó una entrevista promocional para criticar a Brando por la apatía que el susodicho mostraba cuando interpretaba sus secuencias, como si no le importara en absoluto su trabajo. “Brando podría haber sido un gran faro para los actores más jóvenes, como él, pero tiró la toalla. Creo que sería triste tener 53 años, o lo que sea, y que todo me importe un comino”, soltó el neoyorquino sobre un hombre comilón que se llegó a abandonar físicamente y, ya en los últimos tiempos, sufrió problemas cardiacos y respiratorios derivados de su obesidad.

Muy hermético con todo lo que tenía que ver con su vida privada, el apolíneo actor fue padre de, al menos, 11 hijos —cinco de sus tres matrimonios con Anna Kashfi, Movita y Tarita, y el resto de los múltiples escarceos que tuvo a lo largo de su vida—. Quizá el más conocido de sus retoños sea Christian, que resultó condenado por homicidio involuntario tras matar a la pareja de su hermanastra Cheyenne, que después acabó suicidándose. Cuando en el juicio de su hijo se le pidió que jurara, Brando respondió: "Aunque creo en Dios, no creo de la misma manera que los demás, así que preferiría no jurar sobre la Biblia."

Ocultaba su carácter vulnerable

Durante su época de esplendor, Brando llevó a la cama a compañeras de profesión como Marilyn Monroe o Rita Moreno, quien años después revelaría que quedó embarazada del actor y que este lo dispuso todo para que ella pudiera abortar. Se enamoró incluso de Sandy Campbell, su compañero en la producción de 1947 de Un tranvía llamado deseo. Según la versión de Truman Capote, ambos actores confesaron haber mantenido una relación sexual: “Le pregunté a Marlon y lo admitió. Dijo que también se acostaba con muchos otros hombres, pero que no se consideraba homosexual. Dijo que todos se sentían muy atraídos por él”.

Rita Moreno y Marlon Brando.

Rita Moreno y Marlon Brando. / ARCHIVO

El universo de Marlon Brando también recoge que el estadounidense vivía con coraza para ocultar su carácter vulnerable. “Cuanto más sensible seas, más probabilidades tendrás de ser brutalizado, desarrollar costras y nunca evolucionar. Nunca te permitas sentir nada porque siempre sientes demasiado”, confesaría una vez el actor, que también era conocido por sus rarezas y excentricidades. Quizás la mayor fuese esa que le hizo gastar parte de su fortuna en la compra del atolón Tetiaroa, en las Islas Tahití, donde se construyó una casa que se convertiría en hogar.

Ya en los últimos tiempos, cuentan, vivía bastante apartado del mundo. La última vez que abandonó su casa de California, en el verano de 2003, fue para alojarse en el rancho Neverland del cantante Michael Jackson, que por lo visto era uno de sus amigos más íntimos. Desde luego es probable que compartiera con él cierto sentimiento de rebelión, soledad e infancia perdida. Brando tenía 80 años cuando, en julio de 2004, una fibrosis pulmonar se llevó por delante una vida llena de experiencias intensas. Siempre quedará al menos su obra, testimonio de la capacidad única que poseía para su oficio.