EL CUADERNO DE... (12)

En la guarida de Walls: “Se me caen los cojones al suelo cuando veo a tanta peña en un concierto mío”

Heredero del pop rock que catapultó a El Canto del Loco, Ginés Paredes forma parte de una ola que quiere recuperar un género extinguido en las listas de éxitos: con 'Luna 18', su segundo álbum, ha sentado las bases de este fenómeno

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Entramos en la guarida de Walls, una habitación que bien podría ser un reflejo de su cerebro.

Entramos en la guarida de Walls, una habitación que bien podría ser un reflejo de su cerebro. / ALBA VIGARAY

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Walls no es sólo el nombre artístico de Ginés Paredes. Detrás de él hay un universo salpicado de rimas, actitud, principios, amor… que, sin querer, ha ido difuminando la línea que separa al cantante de la persona. La verdad con la que escribe sus canciones es la verdad con la que afronta el presente. No hay medias tintas, de ahí que resulte solemne escucharle. Las batallas de gallos en las que se curtió hoy le han dado el nervio para hacer el pop-rock más adictivo, despeinado y excitante del mercado. Junto a Hens, Samuraï y Pole, lidera una nueva ola que recupera el género que colapsó España a principios de los 2000: con Luna 18, su segundo álbum, ha sentado las bases.

“Hace años, cuando era más pequeño, sentía la necesidad de justificar por qué había dejado el freestyle. Decía que era por ansiedad, pero la cosa no fue tan dramática. Sencillamente, me dejó de interesar. Paso a paso, me fui desvinculando. Si hubo alguien que no lo entendió, me da igual. Es como si me lo dijese un tío que te cruzas en la autovía y te insulta porque has invadido su carril”, bromea Ginés. Espontáneo y apasionado, de repente, comienza a relatar las pericias que tuvo que afrontar para armar su último lanzamiento. Tras Los niños del parque, ha reconectado con la raíz. Lo que ha dado lugar a las letras más crudas de su trayectoria.

'Luna 18' es el segundo álbum de Walls tras 'Los niños del parque'.

'Luna 18' es el segundo álbum de Walls tras 'Los niños del parque'. / ALBA VIGARAY

Se reúne con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA en una habitación que bien podría ser un rincón de su cerebro. Hay guitarras, partituras y libros, pero todo lo que importa en esta charla (y en su rutina, claro) es fruto de sus palabras. Tiene la capacidad de convertir el verbo en imagen. Y eso, aunque parezca sencillo, no está al alcance de cualquiera: “Recuerdo cuando mi madre me dijo que siempre hablaba de lo mismo en mis temas. ¿Sobre qué iba a componer? ¿Del terraplanismo? Así que decidí abordar el amor con diversos enfoques”. Desde entonces, ha desarrollado un lenguaje propio que, sin esperarlo, se ha vuelto universal. Al menos, para una generación.

P. Ginés y Walls. ¿A quién tenemos delante?

R. A Ginés.

P. ¿Son distintas personas?

R. No. De hecho, lo que mola es que somos la misma: Walls se dedica a interpretar lo que Ginés vive.

P. Tiene dos discos y 700.000 oyentes mensuales en Spotify. ¿Hay diferencias entre lo que soñaba hace 10 años y quien es realmente?

R. Quería dedicarme a la música… y lo he logrado. Es un privilegio. Sobre todo, cuando sabes que hay peña más talentosa que tú sin poder dedicarse a esto. Quizá, en mi vida anterior fui un samaritano.

Caer en la comparación

En un sector donde surgen nuevos artistas y se publican miles de propuestas a diario, resulta casi imposible no compararse. Walls, en este sentido, tiene una máxima: “Puedes hacerlo de una manera sana. Si yo te sigo en Instagram, es porque me caes bien. Y, si es así, me alegraré de tus éxitos. Pero eso no quita para que me replantee cosas”. Un pensamiento que ha tenido presente durante la gestación de Luna 18, un compendio de sentimientos donde ha podido darse cuenta de su evolución musical y personal. Si bien tiene 23 primaveras, empiezan a notarse las aristas de alguien que ha vivido a gran velocidad.

Las batallas de gallos han ayudado a Walls a trazar el camino pop rock por el que transita hoy.

Las batallas de gallos han ayudado a Walls a trazar el camino pop rock por el que transita hoy. / ALBA VIGARAY

“Soy muy honesto a la hora de escribir. Lo que cuento es real. Por lo que puede intuirse un crecimiento entre las primeras canciones y las últimas. He creado un disco que no tiene las expectativas de entrar un top. Ahora bien, cuando pasen los meses, y lo haya presentado, habrá quien lo redescubra”, señala mientras enseña algunos de los bocetos que atesora en su móvil. Algunos los acabó, otros están a la espera de recuperarse. Si algo ha aprendido es que la inspiración se entrena y, en consecuencia, intenta cada día ponerla en práctica. Aunque sea unos minutos.

P. Una noche más, Paralelas y En los huesos podrían haber pertenecido a los primeros elepés de El Canto del Loco. ¿Se lo toma como un halago?

R. Evidentemente. No me has comparado con el grupo de tu pueblo, son genios. No obstante, al ser más oscuras y menos comerciales, me trasladan a Pereza. En los acordes y los riffs hay bastante de ellos.

P. Hens, Pole, Samuraï, Marmi… ¿Estamos presenciando el nacimiento de una ola pop-rock heredera de ellos?

R. Aunque hemos cogido el testigo, aún nos falta el impacto mainstream que tuvieron. Todo ha cambiado: antes había menos canales y las tendencias eran otras. Yo tengo claro que, de haber existido el Top 50 España de Spotify hace dos décadas, Dani Martín hubiese metido cada una de sus canciones ahí.

P. ¿Sienten el apoyo de aquella generación?

R. Yo sí he recibido un cariño increíble. Hace poco, cenando con Despistaos, hablamos de esto. Sin embargo, hay que reconocer que había muchos más parecidos entre ellos que entre nosotros. En cualquier caso, entiendo la comparación.

Ideas nítidas y pulso sólido

En este camino ha contado con el respaldo de Warner, que le fichó cuando vio la cantidad de gente que movilizaba. El sí fue inmediato. “Cuando me dijeron que iba a firmar, me cocí vivo. Era una locura. Mi experiencia ha sido buena. Siento que el proyecto se caería sin el sello. No por la pasta, sino porque tengo un equipo brutal. Hay quien aún tiene la imagen de las multinacionales como un señor con barrigón y puro que te quiere putear. Alguno habrá, por supuesto. Pero la mayoría empatiza contigo”, explica Walls, que inició la carrera de Periodismo con el mismo objetivo que toca: comunicarse.

Walls saltó a la fama con 16 años al ganar una final regional de la Red Bull Batalla de Gallos.

Walls saltó a la fama con 16 años al ganar una final regional de la Red Bull Batalla de Gallos. / ALBA VIGARAY

A pesar de haberse convertido en el altavoz de una quinta, jamás ha utilizado la música para señalar, criticar o juzgar. Para él, el arte es tan sagrado que no se plantearía perpetuarlo: “Ideología tiene el que canta”, subraya tras ser preguntado si sus obras tienen una naturaleza política. La velocidad con la que emite su juicio deja entrever que se trata de un tipo de ideas nítidas y pulso sólido. Un carácter que reproduce en el estudio cada vez que se enfrenta al temido folio en blanco: “Me encanta apuntar ideas que luego voy desarrollando. Suelo grabarlas con las notas de voz para, más tarde, rematarlas a nivel melódico”.

P. Noche a medias es su tema más largo y dura 3:23 minutos. La mayoría, por contra, oscila entre los 2:30 y los 2:50. ¿Se puede contar una historia en tan poco tiempo?

R. Sí. La industria nos está reconduciendo a ello. Eso no quiere decir que el Ginés consumidor no se tale canciones de cuatro minutos. Se me viene a la cabeza Peter Pan, de El Canto del Loco. Parece que la última tendencia es que todo dure menos… Es lo que hay. Me da pena que hayan tiktokizado Spotify.

P. ¿Igual que existe la fast food, existiría la fast music?

R. Por supuesto. Y no me parece mal, la verdad. Cada cosa tiene que cumplir una función. Si lo traslado a mi posición, pienso lo siguiente: si tú te has currado un disco, te puedes permitir girarlo. En cambio, si tu has editado un álbum al que no has dado importancia, la industria te obliga a sacar nuevo material más rápido. Entonces, sí: la fast music tiene su hueco… yo no la hago, pero me parece perfecto.

P. ¿Alguna vez se ha autocensurado con tal de evitar reacciones desagradables?

R. En ocasiones, me han entrado ganas de poner un tuit cagándome en la estampa de alguien… pero, al final, sabes que debes mantener la compostura. Si tuviese un pensamiento dañino, ¿lo censuraría en una entrevista? Pues depende del contexto y del mensaje, obvio. Yo, por ejemplo, siempre me he dirigido al público como artista. No soy el responsable de educar a nadie.

Euforia desatada

“Y otra vez me levanto pensando que soy lo peor que me ha pasado”, grita en Relax (2019). Y sentencia en Firme (2019): “Créeme cuando te digo que muchas veces no recuerdo lo que fuimos”. Dos letras que responden a una etapa vital distinta a la que hoy vertebra su camino. ¿Las reescribiría con tal de darles un nuevo sentido? La respuesta es clara: “Antes, era intenso y rebuscado. Buscaba metáforas pensando que era Lorca… y no. Ahora, he aprendido a decir más con menos. No me arrepiento, ¿eh? No las borraría por mucha vergüenza ajena que me diese. Me han hecho ser quien soy. Soy muy creyente en el destino y no las tocaría”.

En los directos es donde Walls se desenvuelve mejor. Allí, en correspondencia con las cifras que amasa en YouTube, llena salas donde la euforia se desata. Es curioso como, a diferencia de otros colegas con números superiores, él sí revienta aforos: “Hay gente que mete su tema en 17.000 playlists, pero nadie sabe qué cara tienen. Es otra forma de encarar un proyecto. Hay que tener claro que una persona es aquella que compra una entrada y no aquella que reproduce una canción… pues, si ésta suena en un bareto, ya cuenta como visita aunque haya quien no la quiera oír. Se me caen los cojones al suelo cuando veo a tanta peña en un concierto mío”.

P. ¿Cuál es el coste de tener el trabajo de sus sueños?

R. Soy un privilegiado. Mañana, si quiero, puedo coger el coche y plantarme en mi ciudad. Hago lo que me da la gana. Detesto a quienes, en una posición similar a la mía, no paran de quejarse. Eso sí, nunca renunciaría a mi madre, mi padre, mi novia… Para mí, el éxito sólo tiene sentido si puedo compartirlo. No me considero el más talentoso del mundo, pero algo tendré. El día que esto se acabe no quiero quedarme con ninguna espinita clavada. Por ello, disfruto tanto. Y, bueno, ojalá me pueda jubilar con una pensión decente.

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