ESCENA

Christiane Jatahy: “La única manera de que el teatro no sea una pieza de museo es que esté en contacto con el presente”

La directora brasileña, galardonada con un León de Oro en la Bienal de Venecia de teatro 2022, llega al CDN con su obra ‘Despois do silêncio’, sobre la violencia colonial no resuelta, y prepara una versión feminista de ‘Hamlet’

La directora y autora teatral Christiane Jatahy.

La directora y autora teatral Christiane Jatahy. / Leo Aversa

Formada en teatro, cine, filosofía y periodismo, Christiane Jatahy (Rio de Janeiro, 1968) es una apasionada de la disolución de fronteras: las que existen entre la realidad y la ficción, entre el intérprete y el personaje, entre el público y el escenario, y entre el cine y el teatro, dos lenguajes que conviven y dialogan en su obra, con los que trata de crear un vínculo distinto con el público y el presente. En 2022, esa búsqueda le valió el León de Oro de la Bienal de Venecia en la categoría de teatro por ser “una de las figuras más originales de la oleada teatral transatlántica que ha regenerado la escena europea en las últimas décadas”.

Jatahy llega este jueves al Centro Dramático Nacional (CDN) con su obra Despois do silêncio (After the silence), con la que cierra su Trilogía del horror, un proyecto que inició en 2021 para tratar de entender y “diseccionar las estructuras endémicas que permitieron el ascenso del gobierno de Bolsonaro” en su país. En la primera pieza, Entre chien et loup (basada en Dogville, de Lars von Trier) trató los mecanismos del fascismo; en la segunda, Before the sky falls, la violencia de la masculinidad tóxica y “el poder político del patriarcado”. En esta tercera, la dramaturga y cineasta se detiene en asuntos como la raza, la negación de la historia, la violencia colonial no resuelta y la resistencia, y lo hace a partir del libro Torto arado, de Itamar Vieira Júnior y de la película documental Cabra marcado para morrer, de Eduardo Coutinho. 

Christiane Jatahy respondió a las preguntas de este diario en una entrevista telefónica el pasado martes, recién llegada a Madrid después del estreno en la Schauspielhaus Zúrich de su puesta en escena de El chico de la última fila, de Juan Mayorga, y con la mente ya en una versión feminista de Hamlet que estrenará en el Odeón de París.

P. En esta pieza explora la relación entre el racismo estructural y el capitalismo. ¿Qué ha descubierto, qué ha aprendido en este proceso?

R. Mi trabajo ha estado muy conectado siempre con las cosas que veo, con las cosas que vivo, con lo que me afecta en el sentido emocional e intelectual, pero también político. Este trabajo, que concluye una trilogía, tiene que ver con ese horror y esa violencia que vivimos en los últimos cuatro años en Brasil. Me pareció urgente investigar, como artista, cuáles son las estructuras que provocan el crecimiento de la extrema derecha, y lo que he aprendido es que es muy importante que abramos el espacio al otro para escuchar su voz. No vamos a transformar nada si no hay reparación. Y esa reparación histórica consiste en que el privilegio debe callarse para escuchar la historia de pueblos que han sido invisibilizados y masacrados desde hace mucho tiempo. He aprendido a dar un paso atrás y a abrir el espacio para las personas que no lo tienen.

P. ¿Despois do silêncio tiene vocación de denuncia, de manifiesto o de ejercicio de memoria? 

R. Tiene un poco de todo eso porque es una pieza que habla de memoria, de no olvidar para no repetir. También es una pieza de denuncia, porque trata de cosas que pasan en el momento presente y que tienen que ser dichas. Y todo eso está unido por el arte, que está presente en el trabajo de cada una de las personas que participan en este espectáculo y en todas las fuentes que fueron inspiración, como el libro de Itamar o la película de Eduardo Coutinho. Al fin y al cabo, es una pieza de teatro, una obra de creación y, aunque hay un aspecto político muy fuerte, la pieza tiene mucho de ficción y de emociones, habla sobre la capacidad de transformación y, de alguna forma, sobre el amor. No es solo una historia sobre la violencia.

Para mí, el teatro es siempre político y toda cuestión política tiene algo de activismo porque quiere transformar"

P. El suyo es un teatro que propone una mirada política, pero ¿es también un teatro activista?

R. Para mí, el teatro es siempre político y toda cuestión política tiene algo de activismo porque quiere transformar. Cuando pienso en la política, lo hago en el sentido de la polis, del debate público sobre las cosas. Y sí, mi teatro tiene algo de activismo porque para mí es indisociable lo que hago como artista y cómo me coloco como persona ante las cosas que pasan en el mundo.

P. ¿Qué influencia cree que tiene y va a tener en la cultura el ascenso de la ultraderecha?

R. En general, la extrema derecha acaba con la cultura. No quiere oposición, no quiere el pensamiento contrario. Es una estructura de pensamiento único. La cultura es diversidad, es el pensamiento que cuestiona, y la extrema derecha no quiere ser cuestionada porque sostiene las estructuras más violentas y más duras del poder. Vivimos toda esa insatisfacción provocada por que el mundo parece caminar hacia el abismo, como otras veces, pero ahora con la crisis climática y ecológica todo parece peor. Y hay personas que se agarran a esas ideas y creen que la extrema derecha va a defender sus derechos, pero van a acabar con los derechos de todos, incluso los de aquellos que les apoyan. Para mí es incomprensible, he trabajado sobre esto en la trilogía y no he encontrado la respuesta. ¿Cómo podemos seguir repitiendo los mismos errores como humanidad?

'Depois do silêncio'.

'Depois do silêncio'. / Cedida

P. Existe otro colonialismo habitual en un teatro que se vanagloria de “dar voz” a las problemáticas sociales de otros continentes, pero lo hace con una mirada europea, sin concederle un espacio propio a esas voces.

R. No se trata de dar voz, como dices, sino de abrirse al otro. Es el momento de que las personas que vivieron y viven sus historias puedan hablar de ellas. Europa es el centro de circulación del teatro en el mundo, pero también creo que en Brasil tenemos que abrir espacios para hablar, para crear. Siempre queremos más y siempre tenemos miedo a perder algo. Y ahí reside la violencia, porque el otro se transforma muy rápidamente en una amenaza.

P. El suyo es un teatro vinculado al presente, que mira al pasado para entender lo que está sucediendo hoy. ¿Cómo ‘envejece’ una obra como la suya, tan pegada al ahora?

R. Buena pregunta. Pienso que el teatro es siempre sobre el tiempo presente, aunque hablemos del pasado o hagamos una proyección de futuro. En la relación que tengo con mis obras, jamás están listas, nunca están cerradas. Las obras siempre están en proceso y si los tiempos cambian, eso también nos cambia a nosotros y el trabajo que estamos haciendo. Así que, de alguna manera, estoy siempre revisitando las obras que represento. La única manera de que el teatro no sea una pieza de museo es que sigamos en contacto con el tiempo presente que estamos viviendo.

P. En alguna ocasión ha dicho que inventa lo que sea para poder pasar más tiempo en el teatro. ¿Es más estimulante la vida dentro de una sala ensayos que fuera?

R. (Risas) Bueno, intento encontrar estímulos fuera de la sala de ensayos. Pero sí, es como si ahí la vida se alargara. Pero al mismo tiempo, solo cuando salimos de allí y la obra se estrena, cuando nos encontramos con el público, comprendemos lo que está pasando, y eso es más estimulante todavía.

El teatro ha ganado fuerza después de la pandemia porque la experiencia de estar juntos con esa idea de colectividad y de comunidad solo la tiene el teatro"

P. En un mundo como el que vivimos, tan saturado de imágenes y de historias, tan saturado de ficción, ¿qué cree que aporta algo como el teatro?

R. Está saturado de ficción, sí, pero también de fake news, de la mala ficción que se presenta como realidad. Queremos oír y ver historias porque queremos vernos en ellas, reconocernos en el otro. Creo que el teatro ha ganado fuerza después de la pandemia porque la experiencia de estar juntos con esa idea de colectividad y de comunidad solo la tiene el teatro, que trasciende esa saturación que dices porque el teatro es encuentro, y nunca estaremos saturados de eso.

P. Vivió en Barcelona y Madrid algunos meses y trabajó con Sanchis Sinisterra, un maestro de la dramaturgia española. ¿Algo de lo aprendido con él está presente en su obra?

R. Sanchis Sinisterra es un maestro muy importante en mi formación. Creo que mi manera de pensar la dramaturgia, aunque parezca muy alejada, tiene su base en mucho de lo que aprendí con él sobre esa estructura para desestructurar, esa estructura para provocar el accidente, para provocar inesperados. Lo aprendí con él y lo utilizo todavía hoy.

'Depois do silêncio' combina los lenguajes del teatro y el cine.

'Depois do silêncio' combina los lenguajes del teatro y el cine. / Cedida

P. Cómo espectadora de teatro, ¿bosteza cuando ve una obra que solo se apoya en el texto?

R. No, no, para nada, yo utilizo el cine porque tiene que ver con quién soy, de dónde vengo, con mi historia, mi formación, pero las obras de texto pueden ser increíbles. Y también hay obras que son muy modernas, muy tecnológicas, que pueden ser muy aburridas. Y, sabes, acabo de hacer una obra de texto, El chico de la última fila, de Juan Mayorga…

P: ¿Sin cine en escena?

R. Nada, nada, solo texto y actores. Hicimos una escenografía que tiene algo de cine sin cine porque el público está sentado muy cerca, en un espacio circular, como si estuviera dentro de la casa, con muebles repartidos entre la gente. Y juego con el sonido, con el zoom in y el zoom out, con la proximidad y la distancia, con la idea de estar dentro y formar parte, y eso tiene que ver con muchas de mis obras anteriores, pero en esta solo hay texto y actores. Mayorga vino a verla y me dijo que le encantó, que la quiere traer a España, sería increíble.

P. En marzo de 2024 estrena Hamlet, ¿cómo va vincular el texto de Shakespeare con el presente?

R. Empiezo los ensayos a finales de año y ya he trabajado bastante en esta obra, he escrito muchas cosas. Es un Hamlet muy feminista y el personaje es una mujer. No es que una mujer interprete a Hamlet, sino que Hamlet, después de cinco siglos, es una mujer. Es como el Orlando de Virginia Woolf, que después de muchos siglos viviendo en un cuerpo masculino, un día despertó y era una mujer. Y esa mujer que vive todavía hoy dentro del ser o no ser, va a luchar contra el sistema que representa Claudio, un sistema patriarcal.