Las críticas de cine de la semana: 'Aisha', 'Repostero y chef', 'Ruby, aventuras de una kraken adolescente', 'Unicornios' y ‘Houria (Libertad)’

Lo nuevo de Dreamworks no es, claro, la primera película de animación en buscar la identificación del público con un monstruo ni en usar esa monstruosidad, y los extraños poderes derivados de ella, como metáfora de las angustias causadas por la pubertad; y esas, de hecho, son solo algunas de las similitudes con la reciente <em>Red</em> (2022) evidenciadas por esta fantasía sobre una muchacha que, mientras trata de superar los retos que le impone el instituto, descubre no solo que el contacto con el agua de mar la convierte en la gigante criatura tentacular del título, sino también que es heredera al trono de un reino submarino amenazado por enemigos insospechados. 

Considerando toda la atención que la película presta a los aspectos sobrenaturales de esa premisa -en perjuicio del elemento narrativo que en realidad la hace más interesante, los miedos y malentendidos propios de la adolescencia-, es llamativo que realmente llegue a aprovechar la oportunidad de usarlos para subvertir esa creencia popular según la que el kraken es un ser malvado y las sirenas son todo pureza y bondad, y que no logre dotar de verdadera vida el mundo que construye bajo el agua. Asimismo, los directores Kirk DeMicco y Faryn Pearl intentan embutir el metraje con un exceso de argumento y trama, y eso no solo daña el desarrollo de los personajes sino que también impone un clímax demasiado precipitado. A modo de contrapartida, eso sí, Ruby exhibe una actitud alocada que por momentos la emparenta con la serie Looney Tunes, un puñado de efectos visuales deslumbrantes y una contundente celebración del matriarcado.

En su primer largometraje, Papicha, sueños de libertad (2019), la realizadora franco-argelina Mounia Meddour trazó el retrato de una joven de 18 años que quiere ser estilista y se enfrenta a los duros acontecimientos de la guerra civil argelina. En el segundo, Houria (Libertad), la misma actriz del anterior filme, Lyna Khoudri, es ahora una bailarina cuyas aspiraciones se ven truncadas al ser asaltada y golpeada violentamente por un antiguo terrorista indultado. La joven que da título a la película sufre una lenta recuperación que es una metáfora de la también lenta recuperación de Argelia después de tantos conflictos. Debe recuperar su pierna fracturada para volver a andar y, después, bailar. Pero sobre todo, debe aprender a vivir en medio del miedo y la inseguridad física y emocional. Traumatizada por el asalto, deja de hablar y solo encuentra algo de sosiego con su madre y el grupo de mujeres con otros problemas en el que acabará integrándose.

Si dejamos de lado unos innecesarios momentos musicales con éxitos pop italianos –Felicità de Albano y Romina Power, y Gloria de Umberto Tozzi– que no aportan nada al relato, y un exceso de elementos dramáticos convulsionados uno detrás de otro, la película resulta interesante en su forma de expresar los miedos y anhelos colectivos a través del temor y la esperanza individuales. El final, en este sentido, resulta muy efectivo.