FENÓMENO

La revolución 'Hola, mi bebebé': llevas 18 años cantando éxitos rumanos, pero no lo sabías

Todo comenzó en 2004 con el 'petardazo' de O-Zone: 'Dragostea din tei'. A partir de entonces, empezaron a importarse temas con potencial para arrasar

'Stereo Love', 'Un momento' y 'Mr. Saxobeat' son algunas de las canciones predilectas de las radios cuando llega el verano. A ellas se acaba de unir 'Llámame'

Las telenovelas, el fútbol, los negocios, el cine, la literatura y la gastronomía tienen la culpa de que el castellano no pare de ganar adeptos en este rincón de Europa del Este

Andrei (Wrs) se han convertido en la última sensación de las pistas de baile gracias a su canción 'Llámame'.

Andrei (Wrs) se han convertido en la última sensación de las pistas de baile gracias a su canción 'Llámame'. / ALBA VIGARAY

Pedro del Corral

Pedro del Corral

Cuando Andrei fue seleccionado para representar a Rumanía en Eurovisión, no era consciente de la revolución que estaba armando en España. Su Llámame nos engatusó con tan sólo tres palabras: "Hola, mi bebebé". Al principio, empezó a hablarse de ella tímidamente en los foros más cercanos al concurso. Sin embargo, en cuestión de días la canción se apoderó de las redes sociales. Esa particular mezcla de sonidos latinos y balcánicos la volvió exótica en un país reenganchado al festival gracias a Chanel. Y aunque quedó en la decimoctava posición, lo más probable es que se convierta en el himno de este verano. Gusta. Y mucho. Basta con echar un vistazo a los multitudinarios conciertos que ha dado aquí para darse cuenta de ello.

"Aprendí castellano gracias a mi madre y mi abuela. Veían telenovelas a las que siempre terminaba enganchándome", explica Andrei, cuyo nombre artístico es Wrs. Ahora, además, tiene una profesora con la que está mejorando su pronunciación. Su objetivo es vivir en España a corto plazo, un lugar que conoce en profundidad tras haberlo visitado hasta en 30 ocasiones. A él, precisamente, le dedicará sus próximos lanzamientos: La melodía y La luna. "Nos resulta muy sencillo estudiar vuestro idioma. Amamos la manera en la que disfrutáis de la vida", dice entre risas. Quizá, por ello, ha funcionado tan bien su propuesta. Esa habilidad para mezclar estilos y lenguas es una constante en su industria. De hecho, a veces, los resultados son tan comerciales que cuesta identificar su origen. En España, por ejemplo, llevamos 18 años escuchando hits rumanos sin apenas saber que lo son: Un momento, de Inna; Zaleilah, de Mandinga; Mr. Saxobeat, de Alexandra Stan; Erase You, de André Olà; Disco Romancing, de Elena Gheorghe; Stereo Love, de Vika Jigulina; Morena, de Antonia

Alexandra Stan, Ale Blake, Inna, Antonia, Elena Gheorghe y Elena Ionescu son algunas de las artistas rumanas que han triunfado en España.

Alexandra Stan, Ale Blake, Inna, Antonia, Elena Gheorghe y Elena Ionescu son algunas de las artistas rumanas que han triunfado en España. / EPE

Todo comenzó en 2004 con el petardazo de O-Zone: Dragostea din tei (conocida como Nuna numa iei) catapultó a la banda liderada por Dan Bălan al número 1 de 24 países. “Cuando surge una canción comercial que no es en inglés ni en español siempre llama la atención y casi nunca suele tener continuidad a escala mundial”, señala Sergi Elías, director artístico de la discográfica Blanco y Negro. En este caso ocurrió al contrario. A partir de entonces, empezaron a importarse temas con potencial para arrasar: “No era normal que salieran tantos éxitos de un mismo sitio, así que fuimos a investigar. Pasé una semana en Bucarest reuniéndome con productores y me di cuenta de lo siguiente: cada proyecto iba acompañado de una artista explosiva con un súper videoclip. De esta forma, creaban productos redondos a costes competitivos y con posibilidades de triunfar”.

El género era el pop dance, pero las intenciones eran de sobra latinas. De ahí que aquí muy pocos los ubicasen en los Cárpatos. “Los productores rumanos recogieron el testigo de los italianos, que fueron los que alimentaron musicalmente el continente durante las últimas décadas. Lo hicieron en los 80 con el italodisco y en los 90 con el eurodance. La fórmula mágica era sencilla de imaginar, pero más complicada de concretar. Sin embargo, se vieron rápidamente superados gracias a su propia receta: una estructura pop a base de una melodía fácil de recordar y estribillo comercial”. En definitiva, un batido de ingredientes-tan-picantes-como-adictivos que se han repetido en el tiempo y que ahora recupera Llámame.

La acogida en España fue masiva y desprevenida. Sobre todo, si tenemos en cuenta que su nicho de mercado se encontraba en Bulgaria, Serbia, Macedonia, Albania o Moldavia. Ahora bien, las constantes colaboraciones con Juan Magán, Daddy Yankee, Yandel, J Balvin o Sean Paul ayudaron a la hora de darles a conocer. “La gran virtud de la música rumana es que se queda con facilidad en la cabeza. Es matemática pura”, sostiene Sergiu Stoiadin, responsable de la discográfica Cat Music. Para él, en la actualidad, ésta ha evolucionado con acierto hacia el folklore transilvano y valaco. Como muestra, Playa paraíso: “En esta pieza de DJ Sava aparece un coro de campesinas que la hace única, insólita, extraordinaria...”.

Él fue el responsable de cuatro de las candidaturas más aplaudidas de Rumanía en Eurovisión: Luminita Anghel (2005), Mandinga (2012), Cezar (2013) e Ilinca & Alex Florea (2017). “Nosotros no le damos tanta importancia a la letra, nos centramos más en la melodía. Buscamos el impacto inmediato”. Además de estos factores, existen otros que explican por qué los españoles nos sentimos tan identificados con este rincón de Europa. Y, en consecuencia, por qué sus canciones nos apasionan tanto.

Un origen latino común

Aunque Rumanía, con respecto a España, se halla en el extremo opuesto de Europa, ambas regiones están hermanadas desde la Antigüedad por el linaje común de sus lenguas. “Las dos derivan del latín, lo que las sitúa a cierta proximidad a nivel léxico y fonético. Pensemos que el 85% del vocabulario rumano tiene esta procedencia, mientras que sólo el 15% restante es eslavo”, mantiene Francisco Jesús Moreno, dialectólogo y sociolingüista que ocupa una silla en las Academias Norteamericana, Cubana, Chilena y Mexicana de la Lengua. A lo que hay que sumar un fenómeno que ha reforzado esta conexión: la diáspora. “Nuestro país ha atendido a un importante contingente de población, hasta el punto de volverse la segunda comunidad extranjera más numerosa. Esa movilidad migratoria nos ha acercado”.

Los casi 3.000 kilómetros que nos separan no han supuesto ningún impedimento para el desarrollo de una sólida alianza política: aunque el año pasado se celebró el 140 aniversario de sus relaciones diplomáticas, los vínculos se remontan al siglo XV con la firma de un tratado de cooperación antiotomana. No hay que perder de vista también que España fue uno de los primeros estados en reconocer su independencia en 1880, un año antes de la inauguración de su Legación en Bucarest. Tal fue el compromiso entre ambos territorios que, en el marco de la Guerra Civil, Rumanía fue uno de los pocos que actuó para limitar y calmar el conflicto.

“Con el lapsus provocado con la llegada al poder del Partido Comunista en 1946, dichas relaciones se reiniciaron en 1967. Sin embargo, los lazos más intensos siempre han sido los humanos”, subraya Jorge Jiménez-Zumalacárregui, director del Instituto Cervantes de Bucarest. “La afinidad personal, social y cultural es estrecha. España siempre ha sido un referente”. Estas cercanías ya fueron subrayadas por el historiador Mihail Kogălniceanu entre 1846 y 1847, quien mostró una imagen vívida y realista nuestro país a través de sus notas de viaje. Este político y abogado consideraba que la historia de ambos pueblos tiene en común la lucha contra la opresión extranjera, la defensa del cristianismo y la existencia nacional. Describe la dominación árabe, comparándola con la de los turcos en las tierras rumanas. Así como sus grandes descubrimientos y su influencia en el continente europeo. “La vestimenta de los lecheros, los campamentos rodeados de bueyes… Todo me recordaba a Oriente”, escribió en Notes sur l’Espagne.

De David Bisbal a ‘El internado’

Una de las principales vías de entrada del español en Rumanía ha sido la cultura. Históricamente, se han publicado clásicos literarios y se han representado obras teatrales. El Quijote, por ejemplo, se tradujo en 1840 y, desde entonces, su influencia ha sido constante. Ahora bien, el cénit se alcanzó con la apertura de los medios audiovisuales. “Empezaron a llegar espectáculos de danza, de teatro contemporáneo, de flamenco… Y, por supuesto, las telenovelas”, apunta Alina Cantacuzino, gestora cultural. Estas últimas bien merecerían un reportaje aparte por la larguísima tradición que existe en la zona.

Allí, las películas y las series se subtitulan, lo que permite a la población escuchar el idioma original. Esto ha facilitado la familiaridad con el español, incluidos sus giros y expresiones. “Aún nos sigue llegando gente que confiesa haberlo aprendido gracias a producciones mexicanas, venezolanas o colombianas...”, sostiene Rafael Pisot, profesor del Instituto Cervantes. Esto ha provocado, entre otras cosas, que una parte del alumnado se incorpore al centro con un nivel intermedio. Entre las últimas conquistas televisivas se encuentran El internado, Los hombres de Paco, La casa de papel, Velvet… Y Malnazidos, que esta semana se ha colado en el top 5 de lo más visto en Netflix.

30.000 personas asistieron al concierto de Julio Iglesias en la localidad rumana de Targu Mures.

30.000 personas asistieron al concierto de Julio Iglesias en la localidad rumana de Targu Mures. / FACEBOOK

A escala musical ocurre algo idéntico: adoran a Julio Iglesias, Luz Casal, Rosalía, Juanes, Pablo Alborán, Gipsy Kings… Y a David Bisbal, quien goza de un enorme reconocimiento. De hecho, consiguió un disco de oro con Tú y yo y colaboró con Andra en Without You. El fútbol es otro de los grandes reclamos. La Liga se vive con tanto énfasis casi como aquí. En especial, cuando se disputa el clásico Real Madrid - Barcelona. A ello hay que agregar el factor gastronómico. “La cocina hispana es muy apreciada y tengo la certeza de que algunos platos acabarán volviéndose habituales”, apuesta Dana Giurca, filóloga. “Mi madre vive en Rumanía y prepara gazpacho todos los días en verano”.

Aumenta la demanda de clases

Este interés por el español, unido a su sencilla fonética y similar vocabulario, ha provocado un incremento en el número de solicitudes para aprenderlo. Cuando Pilar Veiga comenzó a trabajar en el Instituto Cervantes, la mayor parte de los pupilos provenían de la facultad de Ciencias Económicas. A los que luego se adhirieron los médicos residentes que tenían como objetivo aprobar el MIR. “A día de hoy, nuestras aulas están llenas de adultos de entre 30 y 50 años que ejercen profesiones liberales y que quieren perfeccionar su dominio tanto por ocio como por negocio”, sostiene.

Asimismo, se ha disparado el número de inscripciones infantiles. “La decisión de los padres viene marcada por la creciente importancia del español en el mundo”, añade Veiga. Una percepción que corrobora Begoña Magraner, al frente de las tareas administrativas: “Este tipo de enseñanza ha representado en torno al 70% de las matrículas”. En cambio, en España, la fascinación por Rumanía es bastante más reducida. “No obstante, estamos notando cierta mejoría. La presencia de una gran comunidad y la labor de divulgación de las instituciones han animado a cada vez más personas a conocerlo”, señala Alba Diz, docente en la Universidad Complutense de Madrid.

Ella es una de las impulsoras del Lectorado de Lengua Rumana de la UCM. Éste abrió sus puertas el pasado octubre con una oferta tentadora: clases, seminarios, jornadas, actividades... “Algunos alumnos son rumanos o hijos de ellos que quieren ampliar sus conocimientos. Otros tienen amigos o conocidos. O simplemente curiosidad”, continúa Diz. En los últimos años, la atracción no ha parado de crecer. En parte, por la explosión cultural que vive el país. Su cine, por ejemplo, está recibiendo abundantes reconocimientos en certámenes internacionales. Maria Dinulescu, Cristi Puiu, Cristian Mungiu, Corneliu Porumboiu y Anca Damian son algunos de los responsables de esta expansión. Un puente por el que ahora transita también Andrei. Y los que llegarán.  

Turrón, chapuzas, hogueras…: las tradiciones compartidas

Aunque las conexiones entre Rumanía y España son más que intensas, aún no se han exportado tradiciones a ninguno de los territorios. No obstante, sí que comienzan a aflorar costumbres adoptadas por los emigrantes retornados. “Algunos han incorporado la costumbre de tomar las uvas en Nochevieja o de comer turrón en Navidad. Esto último se puede comprobar en la principal cadena de supermercados que, cada año, incrementa la oferta de estos productos”, expone Víctor Arbe, documentalista y bibliotecario del Instituto Cervantes de Bucarest. Igualmente, se localizan coincidencias entre ambos, como el uso del fuego en las noches de San Juan y de las Sânziene: “Durante la madrugada del 23 al 24 de junio, se encienden hogueras, las mujeres llevan coronas de flores y los hombres agitan antorchas para ahuyentar a los malos espíritus”.

Otro hábito compartido es el arte de la chapuza. “El rumano es el gran maestro. Siempre en un sentido utilitarista, pero también iconoclasta y desacomplejado”, subraya Arbe. Algo que se repite con los postes de cableado, que crean figuras abstractas difíciles de adaptar por su complejidad: “Estas composiciones muchas veces alcanzan un nivel expresivo tan alto que ya puede hablarse de arte urbano. Sin embargo, con las continuas restauraciones están desapareciendo de las calles”.