El 'plagio' de Julio Iglesias que podría tener la clave de la acusación a Ed Sheeran y Dua Lipa

Nirvana, Hombres G, Radiohead, Amaral, Oasis, Olivia Rodrigo, Queen, Katy Perry... Son algunos de los nombres que han sido señalados popularmente de haber copiado las canciones de otros, aunque sólo una pequeña parte de ellos ha terminado condenada: la fina línea que separa la copia del parecido es controvertida y podría dejar al cantante de 'Shape Of You' con 100 millones de dólares menos en el bolsillo

Hace tiempo que Julio Iglesias desterró Gwendolyne de su repertorio. Nadie sabe el motivo. Lo que está claro es que la canción le abrió las puertas del Viejo Continente gracias a la elegante actuación que protagonizó en Eurovisión. Corría 1970 y, tras los triunfos consecutivos de Massiel y Salomé, su cuarto puesto supo casi a gloria. El éxito fue abrumador, pero rápidamente un tufillo a plagio empezó a expandirse. A nivel internacional, la relacionaron con Je reviens te chercher, de Gilbert Bécaud. Y, dentro de España, con Crisol de paz, de Fernando Sánchez Barroso. Hubo acusaciones y algún que otro despropósito, hasta que la Audiencia Territorial de Madrid se pronunció a favor del ex futbolista.

Del peritaje se encargó Manuel García Matos, que presentó 50 composiciones con la misma progresión descendente que le reprochaban haber copiado. “Estaban ahí mezcladas canciones zulúes y siberianas, Vivaldi, Rossini, Bononcini, Luis Iruarrizaga, Apolinar Brull… El experto llegó a encontrar claros precedentes hasta en la Novena Sinfonía de Beethoven”, escribió el musicólogo Pepe Rey en el cuarto número de la Revista Ilustrada de Música Histórica. “Aquel engendro era de dominio público desde hacía varios siglos, lo cual no resultó muy halagador ni para el demandante ni para el creador”. Desde entonces, numerosos artistas han sufrido juicios populares (y jurídicos) basados en la fina línea que separa el plagio del simple parecido.

Ahí están, por ejemplo, Toda la noche en la calle, de Amaral; Volver a disfrutar, de El Canto del Loco; Dejad que las niñas se acerquen a mí, de Hombres G; Contigo hasta el final, de El Sueño de Morfeo; La chica de ayer, de Antonio Vega; La bicicleta, de Shakira; o SloMo, de Chanel. La mayoría se quedaron en meras recriminaciones... pero, de haber dado un paso más, lo más probable es que jamás se hubiese demostrado la debatida apropiación. Algo que, en las últimas semanas, se ha vuelto a plantear con Dua Lipa, Ed Sheeran y Katy Perry.

“Sobre las escalas, las armonías, los ritmos o los estilos no puede reivindicarse una propiedad, puesto que son ideas y no creaciones particulares. En un litigio que tenga por objeto enjuiciar un posible plagio, uno de los elementos clave sería detectar las partes originales de la obra plagiada y en qué medida el creador de la obra plagiante ha hecho pasar lo ajeno por lo propio”, explica José Juan Domingo, experto en Derecho de la Música de Domingo Monforte Abogados Asociados. En ese sentido, dada la falta de un pronunciamiento legal específico, ha sido la jurisprudencia quien ha ido sentando cátedra en este campo. Así, la Sentencia del Tribunal Supremo de 28 de enero de 1995 fija entre los requisitos: que se trate de una actividad mecanizada y poco creativa, que haya una ausencia de innovación y que existan coincidencias fácilmente apreciables. Todo ello puede contrastarse a través de la melodía, la armonía, el timbre, la duración, la intensidad, la altura, la letra…

Uno de los casos más discutidos fue el de My Sweet Lord, el single que inauguraba la carrera en solitario de George Harrison. Su parecido a He’s So Fine, de The Chiffons, era tan clamoroso que el juez no dudó en hablar de plagio “inconsciente”. Michael Jackson tampoco se libró de su correspondiente incriminación: tuvo que pagar 200.000 dólares a Manu Dibango por las más que evidentes semejanzas entre Wanna Be Startin' Somethin' y Soul Makossa. Una cantidad que se queda corta si se la compara con los 500.000 dólares que Oasis tuvo que entregar a The New Seekers por las analogías entre Shakermaker y I’d Like To Reach The World To Sing.

Vanilla Ice también recibió lo suyo. Su popularísimo Ice Ice Baby contenía una línea de bajo que recordaba a la que Queen y Bowie incorporaron a Under Presure. La réplica era patente, pero en ningún momento Robert Matthew Van Winkle acreditó su autoría. Al final, el embrollo se resolvió con un acuerdo extrajudicial entre ambas partes.

Quien sí terminó por incluir a la competencia en su tema fue Radiohead que, en Creep, tomó prestado algo más que la inspiración de The Air That I Breathe, de The Hollies. Eso es lo que, precisamente, se le reprocha hoy a Ed Sheeran: Sami Switch asegura que el Shape Of You del cantante británico copia el estribillo de Oh Why, mientras que los herederos de Ed Townsend dicen lo mismo entre Thinking Out Loud y Let’s Get It On. De acreditarse sendos plagios, el cantautor de Halifax podría terminar con 100 millones de dólares menos en el bolsillo.

SANTA NINA SIMONE

Para defenderse en el juicio celebrado a principios de este mes, Sheeran llegó a tararear Feeling Good, de Nina Simone, y No Diggity, de Backstreet. ¿Con qué objetivo? Demostrar que una escala pentatónica en la misma clave puede dar lugar a melodías muy similares entre sí.

Entonces, ¿qué es lo que diferencia al plagio del parecido? La originalidad. “Cuanto menos original sea una obra, más dificultad hay para apreciarlo”, señala Paula Sánchez, experta en Propiedad Intelectual de Abogados Culturales. Lo que quiere decir que lo poco original tiene menor nivel de protección. A ello, hay que sumar la inexistencia de un porcentaje estipulado para determinar la apropiación. “De forma general, lo hay cuando se copia una parte fundamental, calcando palabra por palabra o nota por nota. Si, además, se hace de manera consciente y para obtener un beneficio económico, se estaría incurriendo en un delito”. No hay que olvidar que, en España, la Ley de Propiedad Intelectual no da una definición de esta práctica y que el Código Penal se refiere a ella en su artículo 270 sin concretarla.

Si bien es cierto que cada país tiene su particular regulación, la realidad es que ésta suele estar bastante armonizada. Sobre todo, a nivel europeo. Por ejemplo, una de las líneas de defensa habituales a ambos lados del Atlántico consiste en no negar la afinidad entre las composiciones enfrentadas, pero afirmando que la hipotética canción plagiada en realidad tampoco es original. “A día de hoy, no existe un criterio claro sobre cómo actuará un tribunal para abordar estas cuestiones”, subraya Javier de Torres, abogado especializado en Entretenimiento. “Es frecuente acudir a informes periciales de musicólogos y a tests de audiencia de un oyente medio. La ley no marca cómo hay que decidir sobre estas cuestiones, así que los juzgados tienen una amplia libertad para determinar qué prueba será la idónea”.

EL 'RIFF' QUE OLIVIA RODRIGO 'COPIÓ' A ELVIS COSTELLO

Nueve años ha tardado Katy Perry en demostrar que Dark Horse no tiene nada que ver con Joyful Noise, de Flame. En un principio, un jurado de Los Ángeles condenó a la intérprete y su compañía al pago de 2,79 millones de dólares al creador del citado rap cristiano. Sin embargo, a principios de marzo, ya en apelación, todo cambió. Según informa Billboard, la sentencia ha concluido que la proximidad entre ambas canciones es circunstancial, por lo que los demandados se han librado de cualquier responsabilidad. "El fragmento de Joyful Noise que se solapa con Dark Horse no es más que un arreglo convencional de bloques de música. Permitir que se aplique el copyright a un material de esta naturaleza implicaría imponer un monopolio de uso para una secuencia de dos notas o para una clave", recoge el fallo.

Esta coincidencia resulta bastante común en la industria de la música. De hecho, uno de los supuestos más recientes es el que ha protagonizado Olivia Rodrigo. Desde que publicó Brutal, no ha parado de recibir críticas por las similitudes entre su riff y el de Pump It Up, de Elvis Costello. La polémica llegó a tales cotas que el músico londinense tuvo que intervenir para disculpar a su colega: “Así funciona el rock and roll. Tomas los pedazos rotos de una emoción y construyes un juguete nuevo. Yo también lo hice”, escribió en su perfil de Twitter. Igualmente, la banda italiana Måneskin fue el centro de otra discusión por las semejanzas entre su eurovisivo Zitti e buoni y el You Want It, You’ve Got It de The Vendettas. Y, años atrás, ocurrió lo propio entre Come As You Are y Eighties, de Nirvana y Killing Joke.

“Ahora es muy común demostrar el plagio parcial”, añade Rocío Álvarez, perito dedicada a la Piratería Intelectual e Industrial en Intangible MGA. “En estos casos se discute la copia de un fragmento musical que suele aparecer muchas veces en los estribillos, aunque no necesariamente”. En ello se basó la acusación contra Frozen, de Madonna. El músico Salvatore Acquaviva interpuso una demanda contra ella por haber calcado cuatro compases de su Ma vie fout le camp. Seis años más tarde, Lady Gaga vivió un episodio similar… pero a la inversa. En esta ocasión, era una canción de la reina del pop la que inspiraba a una suya. En concreto, Express Yourself y Born This Way. En ningún momento, tuvieron que intervenir los jueces. Todo quedó en habladurías y un rifirrafe televisivo.

De demostrarse, al menos en España, caben dos posibilidades: la civil y la penal. “El artículo 14 del Texto Refundido de Propiedad Intelectual señala que los derechos morales de los autores son irrenunciables e intransferibles. Por lo que, cuando se copia una canción, se está atentando contra ellos. De darse, su titular puede instar al cese de la actividad ilícita y exigir una indemnización”, explica Paula Sánchez. “Si el perjudicado decide ir por la vía penal, el artículo 270 prevé penas que van desde los seis meses a los seis años de cárcel en función de la entidad, las condiciones y la gravedad”.

DUA LIPA, ARTIKAL SOUND SYSTEM, JACKSON 5, DNCE...

No hay que perder de vista que el mercado es el que incita a que esto pase. Las canciones de hoy siguen unas estructuras e influencias comunes. No buscan la novedad, sino la repetición de fórmulas de éxito. “Son patrones que se repiten. Y en ningún momento podemos hablar de plagio. Por ejemplo, en la lucha entre Dua Lipa y Artikal Sound System, lo que hace que sus canciones se parezcan es el uso de un patrón rítmico conocido como Charlestón. Esto es, ni una ni otro fueron los primeros en aplicar un ritmo que ya usaron Jackson 5 en Blame It On The Boogie, DNCE en Cake By The Ocean y Outkast en Rosa Parks. Por lo tanto, la eventual similitud entre ellas surge por el uso de las mismas técnicas composicionales”, añade al respecto Juan José Domingo.

Cuando ocurre, la mayoría suele perjurar que compusieron sus temas desde cero, aunque luego los resultados sean bien parecidos. Para evitar malentendidos de este tipo, lo mejor es hacer un registro para quede constancia de la fecha de su creación. De lo contrario, podrían llegar a pagar la friolera de cinco millones de euros. Los mismos que tuvo que desembolsar Robin Thicke y su equipo por fusilar Got To Give It Up, de Marvin Gaye.

QUIERO SONAR A ABBA

Hay ocasiones en las que, con el objetivo de reproducir una fórmula que ya ha triunfado, se incluyen extractos que nos recuerdan a grandes clásicos. A esto se le llama sampling y el ejemplo más conocido es el de Hung Up y Gimme! Gimme! Gimme!, de Madonna y ABBA. “Esta práctica no requiere permiso del productor del fonograma originario, siempre y cuando la parte integrada en el segundo fonograma no resulte reconocible al escucharlo. En cambio, si es identificable, se necesitará licencia del titular”, mantiene Javier Serrano, abogado de Bamboo Legal especializado en Derechos de Autor.

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En este supuesto, tal y como reconoce José Juan Domingo, el modelo de negocio es doble: “Por un lado, se pacta una cuantía fija como precio de la autorización y, por otro, se negocia un porcentaje sobre la canción resultante”.

Otros casos de éxito fueron Firestarter y S.O.S., de The Prodigy y The Breeders; My Name Is y I Got The…, de Eminem y Labi Siffre; Rock DJ y It’s Ecstasy When You Lay Down Next To Me, de Barry White; Crazy In Love y Are You My Woman, de Beyoncé y The Chi-Lites

LAS ESTRATEGIAS PARA 'ROBAR' A ENRIQUE IGLESIAS

Enrique Iglesias es otra de las víctimas. Y encima con su mayor éxito: Bailando. El tema, lanzado en abril de 2014, fue sumando velozmente visualizaciones en YouTube hasta alcanzar los 3177 millones de hoy. Arrasó en los Grammy Latinos con tres estatuillas a su favor. Y se marcó 13 números 1 alrededor del mundo. Con estas cifras, cualquiera querría tener una parte del jugoso pastel. Y, quizá, la única forma de conseguirlo fuese a través de una acusación de plagio. O algo peor.

Ésta llegó en 2015, cuando los músicos Cristian Mauricio Escuti y German Schulz alegaron que la canción era suya y que ya había sido grabada bajo el nombre de Quiero bailar contigo. “Nosotros no sabemos lo que pasó cuando Escuti y Schulz entregaron la canción a Sony en 2012 […]. Pero es obvio que alguien consiguió una copia y la usó”, reconoció William Trueba, abogado de los demandantes, a Efe. “Mis clientes nunca tuvieron respuesta después de enviar la canción a dicha casa discográfica. Están disponibles para tratar de llegar a un acuerdo”. Todo parece indicar que así fue, pues en 2016 el hijo de Julio Iglesias declaró que el asunto ya estaba solucionado.

Sin embargo, la controversia no terminó aquí: hubo una nueva reclamación. En concreto, contra Descemer Bueno, otro de los autores junto a Gente de Zona. El peruano Pelo D’Ambrosio repitió en más de una ocasión que ciertas partes de Bailando eran iguales a las de su Lejos de ti. Para evitar el juicio, los creadores del hit decidieron pagarle una cantidad de dinero, aunque el pacto se truncó cuando D’Ambrosio quiso aparecer como coautor. Este cambio hubiese supuesto una mayor tajada para él, por lo que se negaron. Fueron a los tribunales. Y perdió.

El Periódico de España

Un reportaje de Pedro del Corral