CRÍTICA

'Perro negro', de Miguel Ángel Oeste: metal pesado

En su nuevo libro, el autor de 'Vengo de ese miedo' recupera al mítico músico Nick Drake

El escritor Miguel Ángel Oeste

El escritor Miguel Ángel Oeste / EPE

Ricardo Baixeras

Tras el desgarro que supuso Vengo de ese miedo, Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1973) entrega ahora una novela centrada en la legendaria figura de Nick Drake, músico británico que apenas tuvo repercusión durante su carrera y que una vez desaparecido se ha convertido en una influencia universal, un músico voraz que tenía "un ansia caníbal por la belleza".

Cuando en el otoño de 1974 se quitó la vida para paliar los demonios de la depresión, Drake lo hizo de la mano de una dosis letal de Tryptizol. Lo que resta de esta figura es literatura y eso es precisamente lo que ha hecho Oeste con Perro negro, sintagma que tal y como anota el autor "se asocia a los fantasmas o los espectros, también es un augurio de muerte y una diana de los problemas de salud mental".

El libro, que iba a titularse Far Leys, es un homenaje en toda regla, cuya "historia, en la que sobran las especulaciones, empieza con una visita y termina con una muerte. La historia de un músico ignorado en vida que empezó a ser escuchado según pasaban los años. Y la historia de un actor que fue admirado mientras vivió y olvidado con celeridad cuando desapareció. La historia de alguien que nació con el estigma de los vampiros: esa maldición de no reflejarse en los espejos y de no ser comprendido por sus contemporáneos".

Andamiaje estructural

La novela acierta hasta decir basta en el andamiaje estructural orgánicamente diseñado para que emerjan las figuras imponentes de Janet Stone, que treinta años después de la desaparición de su amigo va ordenando sus recuerdos mientras un actor llamado Richard West le pide ayuda para hacer una película sobre un músico que vampiriza todo el libro y que emerge también él como el "metal pesado" de un pasado que se va configurando como "dos colmillos que se hincan en la memoria para chuparnos la sangre y dejarnos desmadejados, translúcidos".

En el hueco que dejó abierta la biografía de Nick Drake ha levantado Oeste otro libro sobre la destrucción

En el hueco que dejó abierta la biografía de Drake ha levantado Oeste otro libro sobre la destrucción. Si en Vengo de ese miedo el centro del huracán era el dolor inimaginable e inenarrable de una infancia atravesada por la figura punzante y demoledora de un padre funesto, aquí la figura de Drake es también la imagen imperecedera de un dolor dionisíaco solo que convertido en belleza melancólica porque "destruirse es bonito. La única posibilidad de belleza que existe. La única posibilidad de superar el miedo al abandono, a estar juntos, a la pérdida". Y porque, en última instancia, el "dolor nos revela lo que somos. Nos cuenta".

Perro negro se sitúa en el reino milenario de lo fantasioso a sabiendas de que "aunque trata de una persona que existió, es una ficción" que fluctúa sabiamente entre acontecimientos verídicos y escenas imaginarias, entre el amor y el desamor, entre la melancolía y la tristeza. Sabrá ver sin duda el lector el modo en que el autor ha querido dar cuenta de una historia convertida en una penitencia, una alegría de vivir que fue la expresión exacta de una tristeza romántica lanzada hacia un futuro alrededor de la figura de Drake, porque hay tanto una memoria personal por recuperar como un presente que viene de un pasado imposible de olvidar.

En este libro, como en Vengo de ese miedo, la fuerza del estilo está marcada a fuego por la contención, tan de agradecer en el relato de una época descontenida que el libro también ha sabido dibujar con no poca maestría.

'Perro negro'

Miguel Ángel Oeste

Tusquets

296 páginas

19,50 euros