Opinión | ALTA FIDELIDAD

La culpa es de las canciones

'Vivir deprisa' es una novela de amor a un hombre, a una época inundada por la música, porque para Brigitte Giraud su marido era la música

La escritora francesa Brigitte Giraud, autora de 'Vivir deprisa', novela con la que ganó el premio Goncourt

La escritora francesa Brigitte Giraud, autora de 'Vivir deprisa', novela con la que ganó el premio Goncourt / EFE

Nunca pensé que la música fuera a resultarme alguna vez insoportable. Siempre he encontrado en ella un tronco al que aferrarme en la deriva, pero hay derivas en las que no hay tronco que valga, hay música que bate aún más el mar. Marguerite Duras, cuya obra está atravesada por la música, reconoce que a veces ésta podía destrozarla, pero eso, a los melómanos, no nos cabe en la cabeza hasta que nos entra.

La escritora Brigitte Giraud perdió a su marido en un accidente de moto cuando ella tenía 39 años. Él era crítico musical, dirigía un departamento discográfico en una biblioteca en Lyon y juntos escuchaban música a todas horas. Por el libro desfilan Cat Power, Daft Punk, Sex Pistols, Joy Division, Blur, Oasis… Sin embargo, tras su muerte, ella no puede ni encender la radio; la música, entonces, se transforma de bálsamo a veneno, incluso se convierte en la culpable de la muerte de Claude.

Lo cuenta en Vivir deprisa (Editorial Contraseña, 2023), la novela con la que Giraud ganó el prestigioso premio Goncourt y en la que encadena toda una serie de acontecimientos que veinte años después ella sigue inspeccionando por si, de forma mágica, pudiera volver atrás y detener el accidente. El libro comienza cuando Giraud va a vender la casa en la que Claude ni si quiera llegó a vivir y de cuyo garaje él sacó de forma imprevista y por primera vez la moto prestada en la que iba a morir ese día, mientras la escritora estaba de viaje en París.

Giraud llega incluso a fantasear con que Tadao Baba, el creador de aquella fatídica Honda, nunca hubiera existido, pero también con que Claude, aquella tarde, hubiera decidido escuchar Don’t panic de Coldplay, que dura dos minutos y quince segundos, en lugar de Dirge de Death in Vegas, que dura cinco minutos cuarenta y tres segundos. La escritora no lo sabe, como no sabe tantas cosas, por eso escribe, pero decide que Claude escuchó Dirge, imagina algunos retrasos acumulados más a la salida del trabajo para justificar que tuviera que correr, que el accidente sucediera.

Carta de amor

Cuando Giraud logró superar el shock inicial y volvió a encender la radio, la escritora cuenta que vivió en esta canción en bucle durante un tiempo, una canción sin letra, que va sumando capas y que es imposible detener porque, como dice ella, no se detiene un crescendo sexual. Y tiene razón. Vivir deprisa se abre con una cita de Patrick Autréaux que dice: “Escribir es verse conducido a ese sitio que se querría evitar”, y es cierto que Giraud disfraza la novela de obsesión con todos esos ysis que podrían haber evitado la muerte de Claude y sin embargo creo que este libro es una carta de amor a Claude, a una época, una petición de perdón a ella misma para seguir adelante, para volver a escuchar música.

Giraud ha escrito una novela de amor a un hombre, a una época inundada por la música, porque para ella él era la música. En uno de los momentos más hermosos del libro, ella nos cuenta la noche en la que él llegó por primera vez con La fossette, el primer disco de Dominique A, cuando la aparición de un disco era física, un acontecimiento. Claude le pide a Brigitte que se siente a escucharlo y juntos, sentados hombro con hombro, escucharon por primera vez Le courage des oiseaux, la canción que se convirtió en un himno para ambos.

El tema habla de dos amantes que después de una historia preciosa están a punto de terminar muy mal porque no son capaces de decirse lo que tienen en la cabeza y Dominique A canta: “Ojalá tener el coraje de los pájaros, que cantan bajo el viento helado”. Al menos yo interpreto así la letra, porque, como dice Brigitte Giraud en una de las muchas frases que he subrayado en la novela: “Se le puede hacer decir todo a la letra de una canción”. Por cierto, ella no lo cuenta, así que me pregunto cuándo volvió a estar preparada para escuchar Le courage des oiseaux. Yo, aún, hay canciones a las que no he vuelto y quizá sea mejor no hacerlo nunca más.