Opinión | ALTA FIDELIDAD

La estación de los amores

Seguimos siendo animalillos desconcertados, cervatillos deslumbrados por un coche en mitad de la carretera

El escritor Daniel Gascón

El escritor Daniel Gascón / EPE

Siempre he sospechado que los chicos no tenían ni idea de lo que hacían. Leyendo a Daniel Gascón lo confirmo. A mis trece años ya me parecían potrillos recién paridos intentando ponerse en pie creyéndose toros de lidia. Seguimos siendo animalillos desconcertados, cervatillos deslumbrados por un coche en mitad de la carretera.

Lo confirmo leyendo El padre de tus hijos, los relatos entorno al amor, la madurez, la expectativa y la decepción que Gascón ha ido publicando en los últimos años en diversas revistas y que ahora se reúnen en este volumen con una sorprendente unidad y la recurrente presencia en varios de ellos de Leonard Cohen.

En I’m your man, el canadiense, queriendo hacerle ver a su amada que se convertirá en lo que necesite con tal de estar con ella, le propone incluso ser el padre de su hijo. En algunos de estos relatos, los protagonistas entablan relación con madres que empujan carritos, que invitan a una copa en casa para poder acostar a la niña, como en muchas de las canciones más románticas de Bruce Springsteen.

En Jersey Girl, después de cantar lo mucho que le gusta esa chica, lo mucho que desea salir por ahí con ella, acaba diciéndole que se arregle, que va a llevarla a bailar después de dejar al mocoso en casa de la abuela. En estos relatos, Gascón vuelve a su adolescencia en pueblos de Teruel, donde los chicos, para impresionar a las chicas, recurren a las peleas o las batallas de eructos, en otros nos lleva a ese verano de juventud en el que te enamoras de la chica del pueblo del que tendrás que marcharte en septiembre y fantaseas con reorganizar toda tu vida para no perderla mientras vuelves a casa en el coche escuchando I came so far for beauty, también de Cohen: “He venido tan lejos por la belleza. He dejado tanto atrás. Mis amigos, mi familia, mi obra maestra inacabada”.

Es verdad que Daniel Gascón tiene la habilidad de ponernos al mismo tiempo un nudo en la garganta y una media sonrisa porque sabe de la ternura de ese momento en el que pensábamos que con el fin del verano llegaba también el fin del mundo. Gascón sabe, como escribe él mismo en uno de los relatos, que la vida solo es comedia un rato.

En sus cuentos esa comedia son pequeños destellos que asoman para aligerar un fondo bastante melancólico del que no se sale indemne, como al escuchar La estación de los amores de Franco Battiato, la canción que da nombre a un relato que tengo la sensación de que Gascón ha colocado en mitad del libro para que tengamos tiempo luego de recomponernos leyendo otros cuentos.

En La estación de los amores cuenta la historia de cómo él y fallecido escritor Félix Romeo viajan de urgencia –incluso atropellando zorros y escuchando a Paolo Conte- de Zaragoza a Madrid para que éste recupere a su novia después de la ruptura. Ella es Cristina Grande y va a publicar en malas condiciones sus relatos. Félix no lo va a permitir.

Sin que ella sepa nada, Daniel y Félix se van a Madrid a buscar unas fotos, a crearle una portada preciosa, a editar los textos, a recomponer el libro y llevárselo de vuelta a ella. Aquel libro acabó siendo La novia parapente, lo editó Xordica, quedó precioso. Félix y Cristina volvieron a estar juntos.

También volvieron a romper, pero fue cinco años después. Gascón no habla de Battiato en el cuento, pero habla de lo que habla el italiano: “La estación de los amores volverá. Con el temor y las apuestas. Y esta vez ¿cuánto durará?”.