Opinión | ALTA FIDELIDAD

Arte para gobernar el caos

Leyendo los cuentos zen de Manuel Astur me doy cuenta de que entre las muchas formas de seguir siendo juncos está la fórmula Calvino, la de “buscar y saber reconocer quién y qué en medio del infierno no es infierno”

El escritor Manuel Astur

El escritor Manuel Astur / Ángel González

Cuando siento que he sido un poco quejica, para equilibrar y aligerar mi culpa de plañidera, remato la protesta con un “que todo sea esto”, aunque en seguida en mi cabeza aparece una frase de mi madre: “Que no nos dé Dios todo lo que podemos aguantar”.

Somos más junco de lo que pensamos, nos doblamos bajo las tormentas, llegamos a creer que nos rompemos, pero volvemos a erguirnos, incluso a pesar de dejarnos alguna fibra por el camino. Para qué sufrir, entonces, si, por lo general, no podemos hacer nada para evitar el dolor e incluso con él seguimos viviendo y hasta disfrutando de la vida. Aunque la pregunta está mal formulada, lo que yo querría saber es cómo dejar de sufrir.

El escritor Manuel Astur empezó a meditar hace una década y, aunque no lo sé, yo creo que empezó a sufrir menos, a asumir que lo único que existe es este presente y que la realidad está aquí, siempre a nuestro alcance, aunque cambien las interpretaciones que hacemos de ella, como con los cuentos.

Lo explica en el prólogo de En el cielo, una nube, el libro con sus bellos cuentos Zen que acaba de publicar la editorial Satori. La palabra Zen significa meditar y con estos cuentos, automáticamente, nos lleva a hacerlo. No sé si a vosotros también os pasa que cuando escucháis la palabra meditación empiezan a sonar campanillas y esas cuerdas graves que retumban, incluso algún sintetizador y, de pronto, estamos en Ibiza, rodeados de estatuas de Buda y de gente tomando mojitos. Se nos escapa el zen por las rendijas del hedonismo.

He leído algunos de estos cuentos en el silencio de la noche, como intuyo que ha de hacerse una buena meditación; otros, bajo el preciado sol de estos últimos días de intensas lluvias y escuchando de fondo a Khruangbin, una banda originaria de Texas, pero que podríamos decir, si no me diera un poco de vergüenza, que son del Mundo.

Aunque han incorporado letras a sus canciones, como la preciosa Texas sun que canta Leon Bridges, y también tienen el funky años setenta en su ADN, el trío brilla en temas instrumentales en los que dejan que asomen los sonidos orientales, iraníes o tailandeses, de hecho Khruangbin significa avión en tailandés.

El arte, la música y la literatura nos ayudan a no sucumbir ante el drama

Explica Manuel Astur que sus cuentos, basados en sus historias favoritas Zen tradicionales, no tienen moraleja, solo intentan detener el monólogo interior que llamamos pensamiento y permitirnos ver el escenario. Creo que eso también lo consiguen Khruangbin con su primer disco, The Universe Smiles Upon You de 2015, prácticamente instrumental y en el que percusión, guitarras y un precioso pedal steel nos conducen a todos lados y a ninguna parte, a ese estado de plenitud y serenidad lejos de nosotros mismos, pero al mismo tiempo en nuestro mismo centro.

El filósofo francés Francis Wolff, autor de ¿Por qué la música? (El Paseo Editorial), cree que los humanos hacemos música para gobernar sobre los acontecimientos, sobre el caos. Aunque también hacemos música para comunicarnos, entre nosotros y con ese algo más, me gusta esta explicación de Wolff porque es lo que siento a veces con la música, que ordena la habitación revuelta y eso es darle algún sentido a esta habitación tan rara que es la vida.

El libro de Manuel Astur se abre con una cita de Jorge Santayana que encierra, como la gota de agua, todo lo que va a ser contado a continuación y que deberíamos recordarnos cada mañana: “Vivimos dramáticamente en un mundo que no es dramático”.

Me doy cuenta leyendo los cuentos de Astur de que entre las muchas formas de seguir siendo juncos está la fórmula Calvino, la de “buscar y saber reconocer quién y qué en medio del infierno no es infierno”, pero también la del arte, la música y la literatura, que nos ayudan, como hace el escritor con estos cuentos, a no sucumbir ante el drama, ante todo eso que podemos llegar a aguantar.