Opinión | EN PUNTAS DE PIE

Las ciudades que somos

Escribir sobre Roma es una tarea abrumadora, solo puede hacerse desde la certeza de que hay tantas Romas como ojos dispuestos a verla

La escritora Igiaba Scego, autora de 'Mi casa está donde estoy yo'

La escritora Igiaba Scego, autora de 'Mi casa está donde estoy yo' / EPE

Siempre había pensado que cada ciudad tenía su propio carácter y que ese carácter era el resultado de una difícil operación matemática en la que intervenían las personalidades de todos aquellos que habitábamos sus calles, sus plazas, sus parques, pero también de quienes lo hicieron hace veinte, trescientos, dos mil años.

Últimamente pienso, sin embargo, que es posible que sea al revés, y que cada capital y cada pueblo tengan vida propia y sean capaces de transmitir a quienes residen en ellos una forma de sentir y de vivir. ¿Damos identidad a nuestras ciudades o son ellas quienes nos prestan la suya?

Hay ciudades más impetuosas y otras más reflexivas, las hay vanguardistas y las hay conservadoras, y también las hay valientes, temerosas, presumidas, decadentes, egocéntricas, generosas, excluyentes, palpitantes, extenuantes. La enumeración de adjetivos posibles es interminable, porque no necesitamos solo connotaciones para las ciudades actuales, sino para todas las que caben en una misma ciudad en un instante y a lo largo de toda la historia.

Le daba vueltas a ello tras leer dos libros que hablan de cómo construimos nuestros recuerdos a partir de los lugares en los que hemos vivido. Igiaba Scego, autora de Mi casa está donde estoy yo (Nórdica Libros, 2023), nació en Roma, a donde llegó exiliada su familia desde Mogadiscio tras el golpe de estado ocurrido en Somalia en 1969.

Ha construido su vida en la ciudad de la que han surgido todas las ciudades que conocemos, y lo ha hecho a pesar de que muchos de quienes comparten su origen nunca entendieron su “obstinación” por permanecer en la tierra de sus antiguos colonizadores.

Las dificultades para defender su amor por su lugar de nacimiento nunca la hicieron olvidar el país de sus padres; sus orígenes también se escondían en sus avenidas y en sus barrios. “No nací en aquellas calles, tampoco me crie allí (…). Aún así sentía que todas aquellas calles eran mías, pues yo también las había recorrido y tenía derecho a reivindicarlas”.

No existen los mapas coherentes, siempre somos lugares de paso. La Roma de Scego no es la Roma desordenada (Siruela, 2022) de Juan Claudio de Ramón y, al mismo tiempo, sí lo es. El diplomático ha escrito un libro de paseos que cuenta la ciudad más universal y, también, la ciudad que solo sus ojos ven durante los años que reside en ella.

Explica cómo el Panteón consigue que te sientas solo y en el centro, como solo podrías estarlo dentro de tu propia mente; por qué el distrito EUR, “la oficina de objetos perdidos del fascismo”, hay que visitarlo un domingo por la mañana; por qué amamos los ciento veinte mil pinos que hay en Roma; por qué un hotelucho hortera y con humedades, cerca de Termini, puede cambiarte para siempre; qué rastros españoles guarda la ciudad; dónde está la placa que informa del hallazgo del cadáver de Aldo Moro; y, en definitiva, por qué cuesta tanto decir adiós a esta ciudad.

“Si pudiera llevarme algo de Roma sin pasar por la aduana sería un ladrillo viejo. Lo pondría en casa, como ejemplo de una tecnología que sabe plantar cara al tiempo. O lo escondería en el baúl donde mis hijos guardan sus juguetes, como una invitación a soñar con cosas grandes y perdurables. Es al ladrillo, no al mármol, al bronce o al jaspe, a lo que Roma debe su atributo, exagerado pero no del todo irrazonable, de eternidad”.

Escribir sobre Roma es una tarea abrumadora, solo puede hacerse desde la certeza de que hay tantas Romas como ojos dispuestos a verla y desde la confianza en que nuestra mirada también conformará su identidad y será conformada por ella. Conozco a través de Scego y De Ramón otra ciudad, distinta a la que a mí me acogió durante meses y a la que siempre regreso, y siento, al mismo tiempo, que ahora observo las ciudades de mi vida desde otro mirador.