ENTREVISTA

Paula Bonet: "Puedes hablar de que has sido víctima cuando ya no lo eres"

La pintora y escritora concede a 'abril' una última entrevista antes de retirarse de la escena pública por un tiempo indefinido

La pintora y escritora Paula Bonet

La pintora y escritora Paula Bonet / Noemí Elías

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

La creación, en todas sus formas, busca iluminar las realidades más tenebrosas y recónditas. Es, el de alumbrar, uno de sus propósitos más pertinentes, el que, una vez conseguido, da sentido a todo lo demás, incluso al dolor experimentado. Pero sólo el que ha habitado esos rincones, el que los ha sufrido, el que ha sobrevivido para poder contarlo, para poder pintarlo, para poder escribirlo, sabe el coste personal que ello implica, las renuncias, los sacrificios.

Paula Bonet (Villarreal, 1980), que se define como “pintora que escribe”, está, por fin, en un momento de plenitud. Ya se atreve a mirar hacia delante. Se nota en su mirada, luminosa, casi radiante, detenida, y retenida, en cada trazo de las obras a las que anoche mismo se entregó con la pasión de la que vive porque crea y crea porque vive. El acoso del que fue víctima durante largo tiempo (su agresor fue condenado el pasado mes de julio), pero también los abortos padecidos, forman parte ya de un pasado que, en su momento, se volvió presente en su obra, tanto pictórica como literaria.

Ahora, como confiesa sentada en su casa, rodeada de los libros que la sanan, “todo está muy limpio”. Sabe qué quiere, qué busca, hacia dónde se dirige. Y hasta allí mismo nos lleva, de la mano, a través de esta conversación única, como sólo lo son las honestas y desprejuiciadas.

P. Pintora, escritora, creadora… ¿Quién es Paula Bonet, cómo se definiría usted?

R. Yo me defino siempre como pintora, porque pienso que toda mi obra parte de la mirada y es muy plástica, también mi obra literaria es muy tangible, abordo el cuerpo de una manera muy física.

P. ¿Hacia dónde dirige ahora su mirada?

R. Entiendo la obra de cualquier artista, también la propia, como una carrera de fondo en la que todos los proyectos se entrelazan, incluso aquellos que pueden parecer más dispares, también los que a una la llenan más o la colocan en lugares más incómodos o los que tienen más éxito o menos éxito. Siento que mi inconsciente ha ido construyendo ese camino. Cuando mi obra tuvo un pico de popularidad en 2010, no llevé muy bien aquello, porque no lo acababa de entender, cómo en una carrera tan breve, con una cosa tan concreta, a mi parecer tan poco interesante, recibía tanta mirada y parecía que ese exceso de atención fuera a matar lo que a mí más placer me da y más llena me hace sentir y lo que da sentido a mi vida. Siento que esa parte inconsciente tiene ahora algunas luces más vinculadas con la conciencia. Voy a seguir mirando los temas que me han importado o que han llegado a mí porque tenían que llegar. Mi objetivo no era hablar de violencias y las violencias están muy presentes en mi obra.

P. Tuvo que terminar hablando de ellas.

R. Sí, por eso, no es algo que yo haya elegido. Muy pocas de las personas que se dedican a la creación pueden vivir de aquello que les da la vida.

P. Teniendo en cuenta que mirar es un acto difícil, ¿las mujeres caminamos para ver o para ser vistas?

R. Las mujeres caminamos para ver, eso es evidente, pero caminamos en un contexto, y es una frase que le robé a Rebecca Solnit siempre citándola, que está construido de manera que nuestro andar acabe siendo un foco de atención ajena. Y una, incluso con la conciencia de saber que quiere andar para mirar, acaba andando en algunos momentos sabiendo que está siendo vista. Yo pienso que es una construcción social evidente.

P. ¿De la que es posible salir?

R. Pienso que no, pienso que es muy difícil. De manera inmediata, es evidente que no. Además, pienso que cuanto más pendiente estás de ello, más lo ves.

P. Y más lo sufres.

R. Y más lo sufres. Yo me he visto muchas veces siendo abordada incluso en una actitud no activa, de pasar, de estar sentada observando y trabajando. No me gustaría que esto quedara reducido a algo de blanco o negro o un grito…

P. De hecho, yo creo que nosotras más que nadie debemos huir de esos blancos o negros.

R. Pero es que estoy segura de que ese espacio de trabajo, en el caso de no ser una mujer, nadie se permitiría interrumpirlo de la manera que nos interrumpen a nosotras.

"Estoy segura de que, en el caso de no ser una mujer, nadie se permitiría interrumpir el espacio de trabajo como nos interrumpen a nosotras"

P. ¿De dónde nacen Los diarios de La anguila, de qué deseo?

R. Fue una necesidad de retener y pausar la mirada.

P. ¿Y esa pausa es posible, ahora mismo, en la creación? Y me refiero tanto al creador, al escritor, al artista, como al lector, al espectador…

R. Pienso que es difícil, pero es posible. Quiero pensar, también, que a nivel personal lo estoy consiguiendo gracias a la pintura. Se ha de hacer un gran esfuerzo.

P. Lo digo porque tanto desde el punto de vista periodístico como literario, tengo la sensación de que estamos supeditados al consumo inmediato.

R. A la novedad, sí, sí, ese estar al día…

Paula Bonet, en su estudio

Paula Bonet, en su estudio / Noemí Elías

P. Y me pregunto si es posible detener, a estas alturas, esa rueda en la que parece que estamos subidos, cual hámsteres…

R. Yo quiero pensar que sí, pero sucede pocas veces. Cada vez es más difícil construirte esos lugares. La experiencia que tuve con los abortos y el trabajo que hice con Roedores me colocó en ese lugar que pienso que es muy saludable. Y, aun así, muchas de las personas que se acercan a mi obra piensan que todo el tiempo estoy metiendo la mano en una cesta de anguilas, como ese yo infantil de Chirbes que mete la mano en la cesta y le da mucho asco, le provoca repulsión, pero sigue removiéndolas. Yo estoy buscando la luz en esos temas.

P. ¿Y por qué tiene la sensación de que la gente cree eso?

R. Porque lo verbaliza. Entonces, pienso: qué difícil es mirarse sin miedo. Eso también lo llevo a un lugar sin metáfora, que es el autorretrato. Ese mirarse a una misma, en ese contexto actual de inmediatez del que hablábamos, en el espejo, sin un filtro, ese aguantarte la mirada y autorretratarse, y no sólo hacerte un selfi; eso es cada vez más difícil, pero pienso que sí es posible y, cuando lo consigues, sientes una gran satisfacción.

"Intentar evitar la revictimización es una lucha constante, diaria y súper tóxica"

P. En esa sobresaturación, que es tanto de contenido como icónica, los creadores estamos también más expuestos, y usted lo sabe muy bien, después de todo lo que ha pasado. ¿Qué ha aprendido después de este proceso que espero haya sido finalmente reparador?

R. El valor del espacio propio y de la intimidad. Fíjese, estamos haciendo una entrevista y yo no sé cuándo voy a volver a hacer entrevistas. A mí no me interesa el lugar en el que el contexto me quiere situar. A mí me interesa el lugar al que puedo llegar a base de ponerme esos espejos que no quiero evitar mirar.

P. ¿Y por qué es tan difícil reivindicar la intimidad?

R. Es evidente que yo no tengo la respuesta, porque también es uno de los obstáculos a los que me enfrento. Cuántas veces he pensado: hoy elimino las redes sociales. ¿Cuántas veces?

P. Pero también son una herramienta de trabajo.

R. Claro, sin redes sociales mi taller no tiene visibilidad. Pocas veces me verá a mí aparecer en las imágenes del taller La Madriguera. Sabes que es un espacio seguro, en el que trabajas con tres, cuatro, cinco mujeres más. Esa competitividad que alimentan las redes sociales, estar pendiente de lo que hace el otro, que es tan tóxico, aquí desaparece. Cuando hay algo que celebrar, se celebra en comunidad, y eso no es sólo bueno para la celebrada, sino para las que celebran.

La pintora y escritora, retratada en su estudio

La pintora y escritora, retratada en su estudio / Noemí Elías

P. Ha mencionado la competitividad que hay en las redes sociales, pero ojo al ego…

R. Sí, sí, sí. Yo, en mi día a día, estoy más pendiente de La Madriguera, de lo que sucede ahí. Y, realmente, me hace sentir que estoy en ese lugar del que hablábamos al principio, limpio y seguro, y que, a partir de ahora, ya siento que tengo mucho más control, en el sentido de esa relación con el contexto, los medios de comunicación, redes sociales, intereses empresariales… Ahí, más control y, aquí (señala a los lienzos que están detrás), más descontrol, más libertad, más saber que puedo equivocarme, que he de equivocarme, que es necesario equivocarme.

"Yo voy al psicoanalista y mi sanación personal la hago allí. Hace tiempo que intento que mi obra vea la luz cuando yo ya tengo cierta distancia"

P. ¿Es el arte terapéutico para usted, lo ha sido?

R. Tanto Roedores como Los diarios y también La anguila son más herramienta de compromiso social que no tanto sanación personal. Yo voy al psicoanalista y mi sanación personal la hago allí. Hace tiempo que intento que mi obra vea la luz cuando yo ya tengo cierta distancia. Para mí es importante tener resuelta la parte emocional y la parte psicológica antes de publicar. Hay muchos más dibujos de embriones y textos sobre los abortos que evidentemente no voy a publicar, forman parte de esa sanación a través de la obra, pero es una cosa mía.

P. Ese dolor, el del aborto, es un tema que forma parte de una conversación que, todavía, tenemos pendiente como sociedad. ¿Por qué seguimos guardando silencio?

R. Porque nadie quiere mostrarse al mundo como una tarada, nadie quiere mostrar al mundo su culpa y nadie quiere mostrarse al mundo como víctima. Es importante subrayar que cuando una puede hablar de que ha sido víctima es porque ya no lo es. La lucha después viene en el intentar evitar esa revictimización, que también es constante y diaria y súper tóxica. Y también hay otro motivo: habitualmente, se muestra la parte más luminosa de la intimidad, la que puede generar envidia, y todo lo que pertenece a la intimidad más dolorosa, que podría cambiar aspectos fundamentales para construirnos desde un lugar más sano como sociedad, se oculta. ¿Qúe intimidad decidimos mostrar y qué intimidad protegemos?

P. Pero la función del arte es mostrar esas realidades incómodas, también.

R. Claro, por eso yo quise hacer primero Roedores y, después, La anguila. Roedores fue mucho más fácil.

P. Pese a todo, fue más fácil…

R. Claro. La anguila es un libro muy incómodo y que yo sabía que iba a provocar esa incomodidad que no sabía cómo se iba a resolver. Es que es un tema delicadísimo… Creo que es Marta Sanz la que habla de que todo lo que me sucede a mí lo puedo usar como material y, después, en el momento en el que escribo un libro o pinto un cuadro, ya hay un filtro, ya no soy yo, no es mi autobiografía, es un material que estoy usando y modelando como me interesa.

"Todo lo que pertenece a la intimidad más dolorosa, que podría cambiar aspectos fundamentales para construirnos desde un lugar más sano como sociedad, se oculta"

R. Se convierte en otra cosa.

R. Claro. ¿Y cómo explicamos eso a los lectores y a las lectoras? Porque yo recuerdo hacer la promoción de La anguila y que el titular de una de las entrevistas fuera: “Mi violador…”. Una se queda de piedra viendo su cara con ese titular, porque no estoy en una comisaría poniendo una denuncia, estoy hablando de una novela, bueno, de un libro, que cada uno lo defina como quiera.

P. Hemos hablado de los abortos, de los silencios que rodean a ese dolor, y es algo que tiene que ver con la maternidad.

R. Sí.

P. Mi pregunta es: ¿cuándo dejará de estar en el centro de lo que significa ser mujer la idea de la maternidad?

R. Puf… Yo quise ser madre en una huida, porque ya tenía 36, por mil motivos personales... No pudo ser posible por otros motivos y, en aquel momento, yo podría haber sido madre, pero pensé: un momento. Estoy segura de que hice Roedores porque tuve dos abortos y el segundo me provocó un alivio que no se puede imaginar. Y ahí pude ser crítica. Porque, si a mí me hubiera podido esa idea de ser madre y llevarla hasta las últimas consecuencias, no podría haber hecho Roedores y no estaría hablando desde donde estoy hablando. Con lo que sí siento que tuve la elección, decidí no ser madre biológica y entender todos los tipos de maternidades que hay. Pero, después de Roedores, de repente me dio la impresión de que se le estaba dando la vuelta, que se estaba volviendo a colocar la maternidad en ese lugar sagrado.

Paula Bonet

Paula Bonet / Noemí Elías

P. La idea convencional de la maternidad.

R. Sí, y es evidente que es la que se impone, la que se instaura, la que al final se nos coloca cuando somos jóvenes como ese lugar al que acceder y, por lo tanto, sentirnos, como mujeres, plenas, porque, ya que tenemos útero, hemos de tener un hijo o dos o tres o los que hagan falta. Yo creo que estamos otra vez en ese lugar peligrosísimo para nosotras.

P. ¿Y cómo hemos vuelto otra vez ahí? Aunque es cierto que estamos viviendo una regresión en todos los ámbitos sociales.

R. Sí, pero es que incluso esta regresión se viste de modernidad.

P. No sé si ha visto una foto que ha circulado por Twitter de Khloé Kardashian en la cama de un hospital con su hijo, recién nacido de un vientre de alquiler, en brazos.

R. Sí, la he visto.

"La idea convencional de maternidad es la que se impone, la que se nos coloca como ese lugar al que acceder y sentirnos plenas como mujeres"

P. ¿Y qué pensó al verla?

R. Pues… Hace unos años me habría puesto a hacer tuits y a gritar y dije: no, no puede ser. Es que, en esa fina línea de todo por ser madre, llegamos a un lugar en el que acabamos usando otros cuerpos que se prestan a ser usados por motivos económicos. A mí eso me parece terrible. Y que luego se pueda banalizar con una imagen… Porque ese escenario perfecto en el que cada una pueda elegir ser o no ser madre pienso que está tan lejos...

P. En Los diarios de La anguila hay un ensayo autobiográfico sobre la creación artística y el acoso que sufrimos las mujeres. Habla de Emily Dickinson, Leonora Carrington, Djuna Barnes… ¿A qué conclusión llegó después de abordar de esa manera el tema, de escribir ese pequeño ensayo?

R. No hay una conclusión, porque esa necesidad de crear desde una libertad que siendo mujer es muy difícil de poseer... Es que esto sucede a diario. Yo cada día me enfrento a eso, cada día tengo que lidiar con el hecho de habitar un cuerpo de mujer. Es un ensayo muy breve en el que intentaba hacer entender cómo somos nosotras mismas las que, en nombre de ese "tengo poder, puedo con todo", en nombre de eso una se puede ver en una situación de acoso terrible. Porque si no nos concienciamos de que hay unos límites que no se puede permitir a nadie pasar, permitimos que se pasen con ese "yo puedo". Tú te acercas a la persona que los ha traspasado y le dices: "No vuelvas a hacerme esto". Y, así, con ese "no vuelvas a hacerme esto", te pasas un año y tardas un año en denunciar y, cuando denuncias, ahí ya hay una estructura rota por mil sitios, hay incluso roturas que no ves, pero que cuando pisas se derrumban… Es siniestro, porque ese "yo puedo con esto" te coloca muy fácilmente en ese lugar de víctima, te coloca muy fácilmente en un lugar en el que se te puede romper por la mitad, es la gotita que cae sobre una piedra y al final la rompe. Una está concentradísima en su trabajo y tiene que dejarlo porque hay una persona que a la una de la mañana se permite meter los brazos y la cabeza con una orden de alejamiento…

P. Ese breve ensayo desprende luz, y soy consciente de que está escrito por alguien que en un momento dado atravesó una profunda oscuridad.

R. Pero fíjese que esa luz está en lo colectivo, otra vez. Esa luz la veo en saber mirar en esos espejos, saber enfrentar todos esos reflejos que duelen, saber nombrarlos, compartirlos. Todo eso, antes de poder sentarse a escribir o poder ponerse a pintar. Yo ya abordo mi obra con eso más o menos resuelto o mínimamente filtrado, siendo permeable a que eso te pueda afectar de una determinada manera. Ahí está esa esperanza, ahí está esa luz, en saber que sólo podremos construir sólidamente desde lo colectivo, y eso no significa que estemos todas de acuerdo. Y aquí hay otra trampa, porque parece que no puedas enfrentar; desde lo colectivo también se han de enfrentar las cosas.

P. Y se debe discutir y se debe dialogar.

R. Y se debe abandonar la verdad propia, porque eso es un absurdo.

P. En Los diarios de La anguila también habla de sus lecturas: Lina Meruane, Marta Sanz, Flaubert, Maggie O’Farrell, Gabriela Mistral, John Berger… ¿De qué le han salvado todas esas lecturas?

R. Es compleja la pregunta, porque cada lectura me ha llevado a un sitio. La literatura es un arte al que me acerco con mucho respeto. Leo mucho más que visito exposiciones. Esa intimidad que te permite la lectura, todos esos lugares a los que te lleva, todas esas revelaciones a las que llegas… El mismo libro te va llevando a revelaciones diferentes según el momento en que lo leas. A mí la lectura me sana.

'Los diarios de La anguila'

Paula Bonet

Anagrama

328 páginas

22,90 euros