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Joan Carulla, ecologista y horticultor urbano: "Los 100 años que tengo, mi buena salud y mis ansias de vida se deben a mi alimentación vegetariana y sencilla"

El ecologista Joan Carulla en su huerto urbano.

El ecologista Joan Carulla en su huerto urbano. / EPE

Fue ecologista sin saberlo, vegetariano y pacifista por convicción, y presidente del gremio de la alimentación. A principios de los 70 plantó un huerto urbano en su azotea de Barcelona donde ha llegado a recoger cosechas de un centenar de kilos de patatas y otro tanto de uvas; además del fruto de sus 40 árboles. Ha cumplido 100 años “el abuelo de los tejados”, el pionero de las ciudades verdes al que su amigo y escritor Carlos Fresneda rinde homenaje con el libro de memorias Mi siglo verde.

¿Qué es “un ser generador de amor”, tal y como se define a sí mismo?

Es algo que intuí con sólo 10 años, pero de lo que no fui consciente hasta tener medio siglo de vida. Lo dejó escrito Einstein en una carta que habría de ser abierta pasados 20 años de su muerte: “Cuando todos consigamos ser generadores de amor, habrá paz y felicidad en el mundo”. Conocí la declaración del genio cuando yo llevaba ya 50 años poniendo en práctica esta conducta en todos los aspectos de mi vida, y puedo asegurar que me ha deparado grandes aciertos y mucha luz.

Emigró a la ciudad huyendo del hambre de la posguerra, ¿hoy esta emigración no debiera darse en sentido inverso?

No lo sé. Yo era payés en una hectárea de tierra en Juneda (Lleida), y llevaba 12 años de noviazgo: tocaba casarse y Barcelona fue nuestra meta y nuestra esperanza.

Y en su azotea plantó un huerto urbano, hace ya más de 50 años, ¿por nostalgia del campo o por sentido de conservación de la vida?

Por amor a las plantas y a la tierra, a la caseta i l’hortet de l’avi Macià, que dejé atrás después de 20 años de lucha y “austeridad de guerra”. Y por el deseo de inculcar a mis hijos y a todos los niños buenas ideas que mejorarían el mundo. Así pues, en 1970 tenía ya 250 metros cuadrados de huerto y otros 150 para la recogida de agua de lluvia.

¿Qué decían de usted sus vecinos? ¿Cuántas veces le llamaron “loco”, por no entender que en realidad era usted un visionario?

Muchas veces fui atacado por vecinos enfermos de envidia hacia quien prospera honradamente. Y otras tantas fui denunciado (incluso por la proliferación de mosquitos); denuncias que fueron todas ellas desestimadas por el ayuntamiento de Barcelona, después de comprobar y sentenciar que mi obra era beneficiosa para todos.

Joan Carulla en su huerto en la azotea de su casa en Barcelona.

Joan Carulla en su huerto en la azotea de su casa en Barcelona. / EPE

¿Cuándo escuchó por vez primera la palabra “ecologismo” y cuánto tiempo llevaba usted practicándolo sin ponerle nombre?

Tenía 50 años (1973), pero en nuestra hectárea de tierra en Juneda veníamos practicándolo desde hacía ya tres generaciones.

Decía ya entonces que “el naturismo es una actitud de armonización consciente con toda la naturaleza”, ¿quién o qué alimentaba su anticipación social?

Cuando yo tenía 10 años, mi tía María Teresa, de 26, estaba gravemente enferma y fue curada por el profesor Capo (Nicolás Capo, Salerno, 1899; fue el pionero del naturalismo en España. Creador de la Trofología o ciencia de la alimentación, fundó un instituto de “higiene vital”, editó la revista ¡Cúrate!, y escribió más de 20 ensayos científicos). Mi tía viviría más de 80 años, en los que no dejó de leer los libros y la revista de su sanador. Yo también leía todo aquello que llegaba a casa, donde todos seguíamos sus recomendaciones, en medio de una salud precaria de guerra y posguerra. Tengo más de 100 años, he sufrido serias enfermedades (entre otras, epilepsia) y todas ellas las he superado. Conservo una buena salud y espero que me conceda unos años más para seguir luchando por el bien de la humanidad.

El 2023 ha sido el año más caliente de la historia del planeta y el ser humano se empeña en enderezar esta tendencia a golpe de tecnología, pero ¿no es el tecnopoder lo que nos está matando física y espiritualmente?

Sólo puedo decirte que la alteración del clima sufrida entre los años 2022 y 23, ha matado más de 14 árboles frutales en mi huerto y casi todas las plantas hortícolas del verano. Yo creo que las raíces de las plantas, a determinadas horas de calor, no dan abasto en el suministro de agua para que se produzca su vital evaporación.

Y en estas circunstancias, ¿es posible poner en práctica lo que usted denomina “la economía del bien”?

Si en el futuro próximo continuamos criando animales para su consumo masivo, vamos a necesitar dos planetas enteros para alimentar a la humanidad. La mitad de la población despilfarra y contamina, y la otra mitad, por pura ignorancia, procrea de forma peligrosa, cuando la sabiduría natural del animal bien distingue que sólo puede hacerlo en proporción al alimento disponible. Los animales son mucho más racionales y futuristas que la sociedad que hemos creado.

Los humanos hemos mimado en exceso el paladar, olvidando el resto del cuerpo y su salud

Si hasta los pájaros y los ratones prefieren morir de hambre antes que comer una semilla transgénica, ¿cómo podemos los humanos ser tan estúpidos?

Los humanos hemos mimado en exceso el paladar, olvidando el resto del cuerpo y su salud. El refinamiento, la comodidad y el consumismo a mansalva se han adueñado de nuestra sociedad.

Recuerda en su libro el sabor químico de las patatas del DDT. ¿Ha probado estos últimos años una fresa del mercado sin lavar?

Eso no es lo peor, sino los químicos y transgénicos que se han ocupado de crear plaguicidas foliares que disimulan cualquier mal sabor, olor o toxicidad de lo que comemos.

Carulla, cuenta que la guerra acabó con “la valentía natural” de su padre, ¿de ahí surge su pacifismo precoz?

Las guerras, la tortura y la matanza entre hermanos, destruyen conciencias, familias y economías; y seguimos viéndolo. Es algo que los animales no hacen, ni siquiera los insectos ni los millones de células que componen nuestro cuerpo.

Joan Carulla muestra un árbol cargado de nísperos.

Joan Carulla muestra un árbol cargado de nísperos. / JORDI COTRINA

Junto a la guerra, ¿otra de las mayores irracionalidad humanas sería tirar y destruir en lugar de reciclar y compostar la materia? ¿Cuántos años lleva usted haciendo compostaje?

Desde la época de mis abuelos. Ahora, paradójicamente, con mucha más maquinaria, ciencia y producción, los precios han subido abusivamente para el consumidor; es un abuso también para quienes necesitan vender como forma de subsistencia. Faltan muchos generadores de amor en esta economía.

¿Cómo es eso que desde hace décadas llama la “alimentación del futuro”, de un futuro que aún no ha llegado?

Sí ha llegado. En mis 100 años de vida, la población se ha multiplicado por cuatro, y mientras una gran parte del mundo ha triplicado el consumo de alimentos, de ahí las estadísticas de obesidad, un millón de personas mueren al año de hambre y sed. El primer mundo, el de las grandes obras y las grandes guerras, está generando un grado desmesurado de contaminación irreversible ya. Todo se hace al revés, pero o acometemos ya un viraje de 180 grados, o no llegaremos a tiempo de salvar el único planeta que tenemos. Llevamos 50 años repitiéndolo…

El primer mundo, el de las grandes obras y las grandes guerras, está generando un grado desmesurado de contaminación irreversible ya

Éste de la alimentación del futuro sería uno de los secretos de su tan longeva vida. ¿Igualmente importante sería conservar la curiosidad infantil?

Yo creo que los 100 años que tengo, mi buena salud y mis ansias de vida, para mí y para el prójimo, se deben a mi alimentación sencilla, vegetariana y monótona, sí, sin grandes aspavientos. Y también, a ser un generador de amor, lo que es muy saludable no sólo para la mente y el alma, sino también para el cuerpo.

¿Qué es lo que más teme del futuro de sus nueve bisnietos: cree que llegarán a sufrir el colapso final del planeta?

A mis nueve bisnietos y a todos los niños del mundo, que viven tan amenazados de no llegar a cumplir su ciclo vital, les deseo que jamás tengan que sufrir el colapso del planeta y el diluvio de lágrimas que derramarán sus progenitores.

Carulla, ¿es necesario seguir soñando, incluso con la utopía, para avanzar hacia un mundo mejor?

Soñar es la actitud de todo niño inocente y curioso que va llenando los interminables estantes de su mente y su alma a base de comprensión y amor, para que los malos sentimientos y el mal ejemplo no tengan cabida en ellos. ¡Que los dioses nos ayuden!