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Paradojas vascas
Nada cambia para que todo cambie en un País Vasco de paradojas: el electorado menos independentista, apenas el 23%, ha votado la cámara más esencialista
Cuando Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió El Gatopardo, estableció uno de los principios políticos que más se ha utilizado a lo largo de los años: “Hay que cambiar todo para que no cambie nada”. A veces, sin embargo, pasa lo contrario y nada cambia para que todo cambie, más o menos lo que pasó este domingo en el País Vasco tras el recuento de las urnas. El lehendakari seguirá siendo del PNV, como siempre excepto el periodo 2009-2012 en el que lo fue el socialista Patxi López, pero se augura una legislatura muy diferente a las de los últimos años.
Para empezar, el PNV continuará liderando el Gobierno vasco pero en situación de mayor debilidad frente a su socio del PSE, cuya intención es solicitar una porción más grande del pastel del Ejecutivo, probablemente una cuarta consejería de carácter social.
Aunque el mayor problema para los jeltzales será la convivencia con una oposición, también nacionalista pero de izquierdas, reforzada tras los excelentes resultados del pasado domingo. Bildu se ha pasado la campaña electoral bajo la piel de un cordero y sólo ha asomado la patita de lobo al final de la misma, cuando su candidato se negó a denominar banda terrorista a ETA. Ahí quedó claro que el Rey iba desnudo, aunque es difícil conocer el impacto real de este traspiés de sinceridad en las urnas.
Como anunció la misma noche del domingo el líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi, el espectacular ascenso que les llevó a empatar en número de escaños con el PNV no será en balde: “El mandato es soberanista, hay 55 diputados abertzales”. La presión al PNV ante la “nueva realidad política” del País Vasco, en palabras de Otegi, será muy elevada.
Además, el partido del futuro lehendakari Pradales ya pactó con Pedro Sánchez a cambio de su investidura profundizar en la bilateralidad, el reconocimiento nacional y más competencias, como ayer mismo nos recordaba nuestra enviada especial al País Vasco, Elena Marín. La competencia entre un PNV que ha retenido el Gobierno por los pelos y un Bildu en claro ascenso supone un riesgo cuyo impacto real habrá que calibrar en los próximos años.
Cierto es que el PSE puede ejercer de freno ya que dispondrá de mayor poder en el Gobierno de Vitoria y que Bildu ha obtenido su mejor resultado cuanto más se ha arropado con la piel de cordero y menos ha enseñado la patita de lobo, pero que 55 de los 75 diputados presentes en el parlamento vasco sean soberanistas genera una gran incertidumbre.
Nada cambia para que todo cambie en un País Vasco de paradojas: el electorado menos independentista, apenas el 23%, ha votado la cámara más esencialista.
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