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La sede "humeante" del Gobierno de los jueces

Ironías de la vida, hasta el fin de sus días las mejores obras las compuso, con furia y urgencia, sublimando la incertidumbre respecto a lo que su salud le deparaba en esta etapa de incapacidad auditiva

La sede "humeante" del Gobierno de los jueces

La sede "humeante" del Gobierno de los jueces

La trifulca goyesca que libran los partidos dinásticos por el control del órgano constitucional, que ejerce funciones de gobierno del Poder Judicial con la finalidad de garantizar la independencia de los jueces, no tiene parangón posible.

En un intento de lograr la independencia de la judicatura, la Constitución española de 1978 creó el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), sin que, a lo largo del tiempo, las prescripciones constitucionales triunfasen porque, en la práctica, el Ejecutivo de uno y otro bando se acabó entrometiendo en el Judicial.

El resultado es el bloqueo deliberado de quienes, gracias a la mayoría absoluta conseguida en su día por sus habilitantes, que siguen manteniendo la ventaja sin que los resultados estén reflejados en la proporción debida…, y el empeño colonizador de quienes reclaman que la renovación pendiente habilite una nueva mayoría, que cierre el círculo virtuoso (Fiscalía, Constitucional, Consejo) mientras denuncian el quebrantamiento taimado de la Carta Magna.

 El CGPJ no oculta su allanamiento a los partidos, como estos no disimulan sus intenciones de dominio. El recelo de ambas partes, que se detestan sin esconderlo, va más allá de la separación de poderes y la independencia del poder judicial. De ahí su gravedad.

En el hábitat de la suntuosa Plaza de la Villa de París están las principales sedes judiciales del Estado: la Audiencia Nacional (AN), el Tribunal Supremo (TS) y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

En la calle Marqués de la Ensenada, durante mucho tiempo la calle más cara de Madrid, el edificio que ocupa el CGPJ fue –entre 1902 y 1920– sede del Teatro Lírico que, en 1905, cambió su nombre por el de Gran Teatro de Madrid, uno de los mayores de España, al exceder su sala en dos metros y medio a la del Teatro Real.

A principios de 1901, sobre el solar que había ocupado el frontón Euskal-Jai, a espaldas del antiguo Circo Rivas, se alzó este teatro predilecto de la sociedad madrileña durante las temporadas de primavera y estío.

Su construcción, promovida por Luciano Berriatúa (también empresario de los teatros de la Zarzuela, Español y Moderno) y dirigida por el arquitecto catalán José Grases Riera, concluyó en la primavera de 1902. El edificio, que se apoyó sobre las dos tapias del frontón, contaba con una superficie de casi tres mil metros cuadrados y disponía de tres alturas con capacidad para tres mil butacas.

El coste ascendió a la respetable suma de dos millones de pesetas y en la inauguración, el 7 de mayo de 1902, se estrenó Circe, "cimiento y base de la ópera española", del compositor Ruperto Chapí, obra que se mantuvo ausente de la escena durante 120 años.

En 1917, el teatro terminó convertido en sala de cine, hasta que una chispa de las calderas de calefacción provocó, el 30 de enero de 1920, un pavoroso incendio destruyendo el interior del edificio.

Sobre los restos se reconstruyó el actual inmueble, que ha sido sede del Ministerio de Trabajo, Liceo Francés y, finalmente, del CGPJ, inaugurada en 1990 por S.M. el Rey Juan Carlos I .

Al haberse conservado y respetado el diseño original de la fachada, las formas y la altura original, cuatro décadas después los visitantes pueden comprobar que sobrevive el diseño original en la distribución de despachos y oficinas.

Erecto sobre los restos de un frontón, en el teatro que cambió de nombre, pasó a ser cine y terminó humeando pasto de las llamas, se había estrenado, en España, la Quinta sinfonía de Beethoven –la sinfonía del Destino–, obra que compuso cuando tenía 30 años y que ha sido interpretada como símbolo de la lucha contra la adversidad y la victoria sobre la misma.

Rondando la cuarentena, concurrieron circunstancias vitales que influirían negativamente en su estado anímico: el agravamiento de su sordera le causaba tal depresión que, como escribió, pensaba en el suicidio y lo único que lo impedía era la música que tenía en la cabeza y le quedaba aún por componer, la muerte de su hermano y un fracaso amoroso, debido a la diferencia de clases con una de sus discípulas.

Ironías de la vida, hasta el fin de sus días las mejores obras las compuso, con furia y urgencia, sublimando la incertidumbre respecto a lo que su salud le deparaba en esta etapa de incapacidad auditiva.

Desde el estreno en Viena (1808) de la "Quinta" –caracterizada por su emotividad y dramatismo– el enigmático motivo de las 4 notas, ¡ta-ta-ta-taa!, suscitó encontradas opiniones y, a pesar de la incertidumbre que rodea su origen, el destino las mantiene obstinadamente.

Cuando su secretario y biógrafo le preguntó por su significado, el genio malhumorado se habría despachado con una rápida respuesta: "Así llama el destino a la puerta". No está claro que la conversación tuviera lugar, pero lo cierto es que esa sinfonía es un viaje hacia las estrellas, a pesar de todas las dificultades que supone la imposibilidad de vencer al destino ¿Acaso no es una victoria componer, frente a la dificultad de quedarse sordo?

Reconocida como la representación de la lucha contra las adversidades, también se la conoce como la sinfonía de la Victoria. En plena 2ª Guerra Mundial, la radio de la BBC, que transmitía en los países ocupados por los nazis, comenzó a utilizar el patrón de las cuatro primeras notas de la 5ª (corto-corto-corto-largo) como sintonía para sus boletines, convirtiéndose en un mensaje de esperanza para los miles de hombres que esperaban la victoria.

El código morse se utilizaba para enviar mensajes cifrados entre las tropas. Ese patrón rítmico coincide con la letra V del código. El primer ministro británico, Winston Churchill, promovió la campaña para estimular a sus tropas que luchaban contra la invasión alemana, que se daban fuerza transmitiendo la V de Victoria, con los dos dedos levantados en señal de V (número romano que equivale a cinco).

A la espera de una inmediata renovación, acompañada de una modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que devuelva a jueces y magistrados la facultad de hacer nombramientos sobre la base de méritos, el destino está llamando a la puerta del CGPJ.

Su renovación, ahora sometida al insólito arbitraje de la Comisión Europea –por la incapacidad recóndita de los contendientes para ponerse de acuerdo con las exigencias del otro– tiene un plazo que expira a finales de abril, vencimiento fijado por el comisario mediador, que aspira a presidir el Consejo de Europa.

Con un acuerdo que resulta ya inevitable, esta reyerta enconada puede llegar a su fin, en forma de alto el fuego –interrupción temporal que abre un paréntesis en las guerras– que, en este caso, fuera susceptible de poner término al entrometimiento político en las instancias judiciales. En román paladino, se trataría de dejar a un lado la politización descarada y explícita, para seguir ocupándose de la intendencia.

En el ecosistema jurídico, la sinfonía que se estrenó en aquel teatro humeante se podría interpretar como símbolo de la lucha contra la adversidad y la victoria sobre la misma.