Opinión | ANÁLISIS

Autocrítica: todo tiene que ver con todo

En Galicia, por tanto, toda la oposición y un sector del propio PP, incluido algún periodista de cabecera, afirmó que si Feijóo no conseguía revalidar la mayoría absoluta, vería muy comprometido su liderazgo

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, acompañado de Elías Bendodo en el Congreso de los Diputados.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, acompañado de Elías Bendodo en el Congreso de los Diputados. / A.PÉREZ MECA

En la política democrática de nuestros países avanzados, todo tiene que ver con todo, por los procesos de toda índole son necesariamente relacionales y complejos. En los estados compuestos, concretamente, los electores aprenden fácilmente a distinguir las distintas categorías de sus intervenciones electorales. En Cataluña, por ejemplo, fue notorio que durante toda la primera etapa del reinado de Pujol el cuerpo social votaba masivamente a CiU en las elecciones autonómicas y al PSC-PSOE en las generales. No existen reglas fijas ni conductas rectilíneas pero también en política es sensible el efecto mariposa, la interrelación entre realidades remotas.

Es, pues absurdo debatir si las últimas elecciones gallegas deben interpretarse en clave regional o estatal. En Alemania, otro estado complejo donde desde 1990 hay 16 entidades territoriales que componen un modelo federal, las sucesivas elecciones regionales van modulando el proceso general de la política estatal. Otra cosa es que no se admitan extrapolaciones directas: las relaciones entre consultas de distinto nivel requieren sutileza al ser detectadas y formuladas.

Es obvio que ambas dimensiones son innegables y que cualquier análisis tiene que adoptar las dos perspectivas, y aun otras más que matizan y modulan la reflexión integral. Y por lo tanto, la autocrítica cabal, tan saludable en las fuerzas democráticas que no consiguen sus objetivos, ha de incluir todas las facetas de la consulta. En Galicia, por tanto, toda la oposición y un sector del propio PP, incluido algún periodista de cabecera, afirmó que si Feijóo no conseguía revalidar la mayoría absoluta, vería muy comprometido su liderazgo. Es lógico, pues, pensar que al haberla logrado holgadamente, ha consolidado su posición al frente del partido.

En cuanto a la izquierda, es pueril el intento de reducir lo sucedido al ámbito periférico y territorial. El PSOE ha sufrido un batacazo indiscutible, que guarda sin embargo escasa relación con la amnistía (tienen razón quienes argumentan que gran parte del voto socialista perdido ha pasado al BNG, que apoya con entusiasmo las medidas de gracia) y que se debe sobre todo a la falta de una estructura estable –ha presentado a cinco candidatos en cinco elecciones en un ciclo en que ha habido cuatro secretarios generales- y al error en la designación como cabeza de lista de José Ramón Gómez Besteiro, un personaje cuando menos controvertido. En cuanto al resto de la izquierda, hay que reconocer la gravedad para el gobierno del Estado del hecho de que Sumar, el partido encabezado por una gallega, vicepresidenta del Ejecutivo de Pedro Sánchez, no haya conseguido entrar en el parlamento gallego, y que Podemos haya desaparecido, con el 0,26% de los votos.

La fragmentación exagerada de la izquierda, sumida en una indecorosa batalla de egos, tiene mucho que ver en la decadencia de la cotización del progresismo. De un progresismo que, además, perderá ventaja frente a los conservadores si se consolida el hundimiento de VOX, que Feijóo ha conseguido meritoriamente excluir de la dialéctica gallega. Esta es una buena noticia que todos, desde las diferentes atalayas democráticas, debemos celebrar.