Opinión

Vivir cuando el apocalipsis está a 90 segundos

Seguimos contando en Catalunya con 730 niños y adolescentes en situación de extrema angustia, que es lo más parecido a un dolor tan intenso que uno quiere bajarse de este mundo que apenas ha experimentado.

La educación ambiental en España sigue siendo una asignatura pendiente

La educación ambiental en España sigue siendo una asignatura pendiente / Efe

Tengo en casa, en una pared, un reloj de cerámica divertido, con un gato enroscado plácidamente entre las indicaciones de las tres y las nueve. Los minuteros que deberían girar y molestarlo periódicamente a su paso por la franja horaria donde está dibujado no lo hacen: duerme feliz porque algo falla en el mecanismo y aunque tenga pilas nuevas, el reloj calla, quieto. Cuando lo miro pienso en el “aquí y el ahora” que invita a no hacer nada, porque junto a esa pared del comedor el tiempo no pasa y si no pasa se puede crear una burbuja única donde todo está bien, controlado, no hay prisa ni angustia ni tampoco dolor. Ese reloj de cerámica es la némesis del reloj del apocalipsis, ese del que tanto de habla estos días porque los científicos que custodian su engranaje simbólico, que a partir de fórmulas y cálculos de probabilidad aventura cuánto falta para el desastre del fin del mundo, lo han ajustado y nos han dicho que ya estamos oficialmente a 90 segundos del fin de la humanidad: el cóctel de guerras abiertas, riesgos nucleares y de pandemias, calentamiento global y otras crisis climáticas nos han empujado al abismo de nuestra historia. ¿Cómo no estar angustiados?

La ansiedad y las depresiones se extienden en nuestra cultura como si llevaran ese tic tac del reloj incrustado en el alma, ya desde jóvenes: la pésima salud mental de los adolescentes ha puesto en guardia a las administraciones y las familias. La pandemia de covid y los cambios de hábitos, el aislamiento influyó mucho en el estado de ánimo, pero si persiste el dolor es por una suma de factores: a la pandemia ya llegamos maltrechos, con una crisis de confianza y frustración muy alta. Las últimas encuestas sobre la salud mental de los jóvenes catalanes ha arrojado cifras optimistas, porque al menos se ha detectado que los intentos de suicidio entre los menores de edad han disminuido, en lo que los especialistas quieren ver una tendencia.Entre enero y junio del año pasado se activaron un 6,29% menos alertas que en el año anterior del Codi Risc Suïcidi en Catalunya, esto es, los operativos que se despliegan cuando detectan un caso a partir de la petición de ayuda de un menor o de su entorno.

Pero seguimos hablando de 730 niños y adolescentes en situación de extrema angustia, que es lo más parecido a un dolor tan intenso que uno quiere bajarse de este mundo que apenas ha experimentado. El dolor se está combatiendo en buena parte con medicación: la otra cara del problema es que estamos tratando el dolor con psicofármacos hasta un punto en que en los últimos tiempos han subido un 25% entre los menores por una mayor atención de trastornos mentales, sí, pero también por la dilatada lista de espera de médicos especialistas que paran el tiempo con ansiolíticos a falta de horas en su agenda para empezar terapias más lentas pero eficaces y duraderas.

El malestar psíquico se combate con fármacos como se hace con las molestias físicas de más o menos gradación, hasta los cánceres más agresivos o terminales que elevan el umbral del dolor a niveles que nadie debería sentir, y de ahí el ‘boom’ del consumo de opiáceos, la crisis del fentanilo, la generación narcotizada, fruto de la ley de oferta y demanda más feroz. “El dolor es dolor” es la gran mentira que ha impulsado una industria con claroscuros.

Del dolor mental al físico hay una distancia que puede acortarse mucho hasta ser casi inexistente, y el tic tac de los relojes nos apremia a ir más lejos, más rápido, mejor, cuando nos convendría en demasiadas ocasiones echar el freno, parar la vida y experimentar segundo a segundo como si no hubiera otro detrás. El apocalipsis puede estar a 90 segundos, pero no tenemos por qué recorrerlos.