Opinión | EL CUERPO EN GUERRA

Persona con discapacidad, por favor

Ya somos legislativamente personas completas, autónomas, cuyos derechos e integridad y dignidad son respetadas y salvaguardadas por la Carta Magna

El pleno del Senado da el paso definitivo para la reforma de la Constitución para eliminar el término 'disminuidos' del artículo 49 de la Carta Magna

El pleno del Senado da el paso definitivo para la reforma de la Constitución para eliminar el término 'disminuidos' del artículo 49 de la Carta Magna / EFE/ Zipi

La manera en que nombramos el mundo condiciona nuestra visión de él. Por eso es tan importante encontrar las palabras adecuadasa la hora de expresarnos. Mi maestra Juana Castro me enseñó --nunca me cansaré de repetirlo-- que lo que no se nombra no existe, esto es, la realidad toma la forma según la nombramos (sí, el lenguaje es casi todopoderoso).

Cuando tuve que dejar de trabajar, me costó mucho saber cómo responder a la típica pregunta de «¿a qué te dedicas?». Sólo me salía decir: «Estoy enferma». Tenía un gran conflicto con ello. Me sentía inútil, como persona y para la sociedad. Sí, me dedicaba a ir a múltiples médicos, tener dolor y sobrevivir como podía. Me costó darme cuenta de que era más que un cuerpo enfermo, que es lo que me sentía en aquel momento.

Ahora, cuando me hacen esa misma pregunta, contesto: «Soy escritora y periodista». Esto implica que soy más que las limitaciones impuestas por mi cuerpo. Este cambio de paradigma, manifestado a través del lenguaje, es la plasmación misma del cambio constitucional aprobado: desde ahora, a ojos de la Constitución y de la sociedad, ya no soy más una persona «disminuida», según establecía el artículo 49, sino una «persona con discapacidad». Con ello se persigue impulsar la autonomía personal y se hace efectiva la igualdad de los 4,3 millones de personas que contamos con esta condición. Ya somos legislativamente personas completas, autónomas, cuyos derechos e integridad y dignidad son respetadas y salvaguardadas por la Carta Magna.

Que conste que esta modificación de la Constitución del 78 es la primera que viene impulsada por la sociedad civil después de décadas de lucha y concienciación, que las dos anteriores se debieron a exigencias europeas (1992, 2011). Quiero pensar que si ha sido así es porque estamos preparados para dejar atrás esa mirada condescendiente y médico-rehabilitadora y que existe una voluntad real de impulsar esa igualdad, de acogernos como a uno más, que sí, podremos tener nuestras limitaciones, pero ninguna de ellas nos otorga un grado de inferioridad con respecto a los demás ni nos hace menos valiosos. Ya se sabe que la realidad luego es... desconcertante, pero un cambio nominativo conduce, tarde o temprano, a una nueva sociedad, a una forma de relacionarnos más equitativa y digna. Así luchamos por la igualdad: a base de palabras, de cambios en nuestro lenguaje.