Opinión | ERROR DEL SISTEMA

Pedroche y la naftalina

La línea entre el compromiso y la burda utilización es muy fina

Alberto Chicote y Cristina Pedroche en las Campanadas de Antena 3.

Alberto Chicote y Cristina Pedroche en las Campanadas de Antena 3. / ATRESMEDIA TELEVISIÓN

Cristina Pedroche volvió a liderar las campanadas. En un intento de dotar de contenido un juego que ya apesta a naftalina, este año se ha vinculado su vestido a una campaña para visibilizar la falta de agua potable en el planeta. Greenpeace quizá esté satisfecha de haber colado su mensaje en uno de los momentos más emblemáticos del año, pero la acción no difiere demasiado de esa práctica degradante de 'influencers' fotografiándose con niños africanos. Ya saben, simular una preocupación humanitaria cuando solo te preocupa el ombligo.

No critico la desnudez. Esta puede ser reivindicada desde la naturalidad o utilizada como provocación, pero por mucha agua y plástico reciclado que cubra a Pedoche, la caspa sigue siendo el elemento predominante de esta tradición (¿tontería?) que ya suma 10 años. Una práctica que tiene más conexiones con la España rancia del destape que con el ‘Se acabó’. Al fin, una colección de vestidos que solo juega con los límites desde una visión absolutamente pacata del cuerpo. 

En 1975, la artista Carolee Schneemann extrajo de su vagina un largo pergamino que fue leyendo ante el público. El texto, una conversación sobre los roles tradicionales de las mujeres y los hombres en el arte. En ese momento, el cuerpo de la estadounidense dejó de ser modelo o musa. Literalmente, parió una creación artística. Diez años antes, Yoko Ono se había arrodillado frente al público vestida con el traje más elegante de su armario. Junto a ella, unas enormes tijeras. Cada espectador podía cortar un pedazo de ropa. Ella permanecía inmóvil, mientras iban rasgando sus prendas, convirtiéndose en objeto, ofreciendo al público la posibilidad de convertirse en agresor de un cuerpo pasivo, indefenso, como tantas veces el de una mujer.

Schneemann, Ono, Ana Mendieta, Marina Abramovic y tantas otras fueron artistas feministas que, durante los años 60 y 70, utilizaron la desnudez como soporte de su obra. Las 'performances' cuestionaban el orden establecido, denunciaban las múltiples violencias, reivindicaban otro modo de habitar el cuerpo y la sexualidad, agitaban convenciones y conciencias, tenían una intención de transformación social.

El cambio social también está en el ADN del márketing social. Una empresa comercial puede vincularse a una causa como un modo de estrechar lazos emocionales con sus consumidores. Pero la línea entre el compromiso y la burda utilización es muy fina. En el vestido de Pedroche, el agua era solo un intento de vestir con valores una horterada ridícula, pretenciosa y anacrónica.