Opinión | ERROR DEL SISTEMA

Que empiece la esperanza

Europa ha sido capaz de lo peor y de lo mejor. Cada derecho conseguido fue luchado. Hoy, esos logros son armas poderosas, más aún si están cargadas de ciertas dosis de utopía

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En algún lugar están los sueños. Esos que alientan a conquistar libertades y derechos. Esos que sobrevolaron una Europa herida y fueron anidando aquí y allá. Sueños que enraizaron en el sur y en el este, acallando el aliento de dictadores y abriendo los cerrojos de regímenes totalitarios. La esperanza conformó un alma europea preñada de palabras bellas. Democracia, unidad, solidaridad dejaron de ser anhelos susurrados para devenir logros exhibidos con orgullo, envidia y admiración de medio mundo. Pero la realidad siempre deja sus semillas de mala hierba. Hoy brotan pesadillas entre las costuras.  

La guerra de Ucrania nos dice que la seguridad no es perdurable. La masacre que desangra a Gaza señala nuestro fracaso político y ético. El trato a los migrantes nos envilece y excita el odio y el temor, convirtiéndonos en presa fácil de la ultraderecha. Las trompetas del apocalipsis atruenan y quieren acallar las voces díscolas. Las dificultades de la vida diaria laminan las ambiciones de futuro (encarecimiento de la vivienda, inflación, paro, ensimismamiento y urgencia tecnológica, etc.). 

Europa acogió los derechos humanos cuando el eco de un pasado siniestro aún resonaba en muchos de sus habitantes. De una inmensa fosa común alimentada por el odio y la xenofobia, de una tierra baldía empapada de sangre y cubierta de cenizas, supo crear el hogar acogedor de tantos. Sanadas las viejas heridas, apuntaladas las paredes y amuebladas las estancias, ahora toca decidir si Europa cierra la puerta y tapia las ventanas. Si vive como un animal acorralado, cada vez más asustado, fiero y ciego, o apuntala su orgullo y sigue fiel a su esencia igualitaria e integradora.  

No serán los que especulan con nuestro bienestar los que velarán por el espíritu europeo. Tampoco los que saquean y contaminan países ajenos, secan sus tierras, provocan hambrunas y obligan a millones de personas a huir de su hogar. Menos aún los que se lucran del negocio de la seguridad fronteriza.  

Europa ha sido capaz de lo peor y de lo mejor. Cada derecho conseguido fue luchado. Hoy, esos logros son armas poderosas, más aún si están cargadas de ciertas dosis de utopía. Nuestras gargantas pueden exigir un futuro mejor, nuestras calles pueden ser recorridas en reclamo de justicia, nuestras ideas, nuestras acciones pueden evitar la indiferencia. Ya que tenemos libertad, aprovechémosla. Acaba un 2023 poblado de sueños y pesadillas. Que 2024 sea el año en que busquemos, provoquemos, agitemos… ganemos la esperanza.