Opinión | EL CUERPO EN GUERRA

La revolución de la ternura

La ternura es algo íntimo: una mirada, un roce, una caricia, un abrazo, un beso, acaso una palabra, un tono en la voz...

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Libros / Pexels

Leo ‘La ternura’ (Altamarea, 2024), de Paula Ducay. Leo ‘La ternura’ antes de acostarme, en el hueco que saco al mediodía, en el metro, en las salas de espera de los distintos médicos... Y siempre se me dibuja una amplia sonrisa sincera en la cara. Siempre. De las de recién enamorada. Sonrío, levanto la vista, vuelvo a bajarla, y sigo sonriendo mientras el resto del mundo sigue con sus quehaceres y sus guerras. Y es todo tan maravilloso... Suspiro. ¿Veis? Como recién enamorada.

Hacía mucho que un libro no me removía tanto por dentro, que no me sentía tan identificada con él. Podría hasta aventurar que me está haciendo un poco más feliz estos días. Creo que es de lo máximo a lo que puede aspirar un libro. Eso y que nos haga mejores, cosa que también está haciendo. Y hablo en presente porque me resisto a leer las últimas páginas y a abandonar todas estas sensaciones. No se trata sólo de la historia, sino de la revolución emocional que plantea. Ojalá todos pudiéramos mirar como Naima mira a Marco a más personas de nuestro entorno, esto es, silenciosamente, con confianza plena y entrega, sin pudor, con esperanza, con candidez y suavidad, sin límites y con la certeza de que no se recibirá ningún golpe a cambio jamás. Con un amor altruista a lo Simone Weill ("la amistad consiste en amar a un ser humano como se querría amar a toda la humanidad"), con ternura. Todos esos sentimientos que están ahí, únicos, y que entregamos a quien miramos con así sacan a la luz la mejor versión de nosotros mismos. Y el mundo está tan necesitado eso...

La ternura es algo íntimo: una mirada, un roce, una caricia, un abrazo, un beso, acaso una palabra, un tono en la voz... cualquier pequeño detalle. La ternura es cuidar sin esperar que nos cuiden, regalar esa entrega desinteresadamente. Es algo que reverbera dentro. La ternura da lugar a más ternura. ¿Sabéis cuál es el mejor lugar por el que empezar a depositarla, aparte de en nuestra mascota o en un recién nacido? Una misma. Ay, si nos habláramos con ternura a nosotros mismos, qué paz tendríamos en nuestro interior. ¡Cómo cambiaría nuestra manera de relacionarnos con ternura! Es algo peligroso, puede resultar descabellado incluso, arriesgado, iluso, querer entregar ternura en medio de un mundo tan rapaz y cambiante, tan de pose y de postín. Pero puede ser justo el volantazo necesario, algo verdaderamente revolucionario que nos conduciría a un ¿"todo" mejor? Venga, intentadlo. Comenzad por algo seguro. Y poco a poco... Os prometo que crecerá.

No se trata sólo de la historia, sino de la revolución emocional que plantea. Ojalá todos pudiéramos mirar como Naima mira a Marco a más personas de nuestro entorno, esto es, silenciosamente, con confianza plena y entrega, sin pudor, con esperanza, con candidez y suavidad, sin límites y con la certeza de que no se recibirá ningún golpe a cambio jamás. Con un amor altruista a lo Simone Weill ("la amistad consiste en amar a un ser humano como se querría amar a toda la humanidad"), con ternura. Todos esos sentimientos que están ahí, únicos, y que entregamos a quien miramos con así sacan a la luz la mejor versión de nosotros mismos. Y el mundo está tan necesitado eso...

La ternura es algo íntimo: una mirada, un roce, una caricia, un abrazo, un beso, acaso una palabra, un tono en la voz... cualquier pequeño detalle. La ternura es cuidar sin esperar que nos cuiden, regalar esa entrega desinteresadamente. Es algo que reverbera dentro. La ternura da lugar a más ternura. ¿Sabéis cuál es el mejor lugar por el que empezar a depositarla, aparte de en nuestra mascota o en un recién nacido? Una misma. Ay, si nos habláramos con ternura a nosotros mismos, qué paz tendríamos en nuestro interior. ¡Cómo cambiaría nuestra manera de relacionarnos con ternura! Es algo peligroso, puede resultar descabellado incluso, arriesgado, iluso, querer entregar ternura en medio de un mundo tan rapaz y cambiante, tan de pose y de postín. Pero puede ser justo el volantazo necesario, algo verdaderamente revolucionario que nos conduciría a un ¿"todo" mejor? Venga, intentadlo. Comenzad por algo seguro. Y poco a poco... Os prometo que crecerá.

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