Opinión | MÁS ALLÁ DEL NEGRÓN

Hacer de la virtud una necesidad

La política vuelve a poner de actualidad el denostado y viejo refranero

Shrek, Don Quijote y Sancho Panza en un cuadro imaginado por la inteligencia artificial Midjourney

Shrek, Don Quijote y Sancho Panza en un cuadro imaginado por la inteligencia artificial Midjourney / ALBERTO MUÑOZ

Mi padre era lo que los americanos llamarían un "blue collar worker", lo que los españoles diríamos un trabajador de mono azul y los asturianos un trabajador de mono negro, por los efectos del carbón. A pesar de no tener estudios, más allá de los elementales, era un hombre de cierta cultura y buen lector.

En casa, teníamos pocos libros, pero bastante bien elegidos, dadas las circunstancias y la época. La Biblia; "Corazón", de Edmundo De Amicis, las aventuras ejemplares de un niño; "Libro de la vida sexual", de José Luis López Ibor, para que el despertar sexual de sus hijos fuera por el buen camino; y algunos best seller selectos del Club de Lectores, como "La paz empieza nunca", de Emilio Romero, o "Los cipreses creen en Dios", de José María Gironella.

Pero la estrella de nuestra biblioteca era "El Quijote", lo que hizo que lo leyera a muy temprana edad recitándolo en voz alta a mi madre, para gran disgusto suyo. Mi padre era muy fan de los avatares del Ingenioso Hidalgo, sobre todo por los refranes. Se sabía todos los refranes del Quijote y tenía la habilidad de utilizarlos en la situación oportuna, en una época en que los refranes eran símbolo de erudición. Yo heredé su afición, pero dejé de utilizarlos cuando la intelectualidad imperante decidió que no eran más que tópicos, frases hechas a las que recurrían quienes no tenían ideas propias.

Diríase que hoy el refrán vive una nueva vida. Muy fan de los refranes es Andrés Trapiello, quien en un artículo reciente se refería a ellos de esta hermosa manera. "Una de las más enigmáticas maravillas del genio de la lengua: ¿quién fue el primero en inventarse un refrán? Como el inventor de la rueda merecería una estatua. Los refranes son al pensamiento lo que la rueda a la técnica. Dígasele a Sancho Panza, que los soltaba, para desesperación de don Quijote, como quien cose guindillas en un sartal. Pues eso son también los refranes: el picante con el que el pobre sazona su habla".

Son , dicho de otra manera, "Filosofía vulgar" (Fórcola), como ha titulado su último libro el sabio contemporáneo Andrés Amorós. Organizados por bloques temáticos –la muerte, la religión, el amor...–, Amorós expone y comenta una extensa selección de nuestro refranero. ¿Hablar en vulgo o en necio?, le preguntaban en una entrevista. "Hablar en necio no es bueno, mejor en vulgo, porque alude al pueblo, y todos somos el pueblo. Por eso me he interesado por los refranes".

Pero quien de verdad ha traído el refrán a la actualidad ha sido Pedro Sánchez, quien ha recurrido a la máxima "hacer de la necesidad virtud" para justificar que la necesidad de siete votos para su investidura afianzará la virtud de un país más unido. El dicho se atribuye a los estoicos atenienses, que seguían las enseñanzas de Zenón de Citio, quien, pudiendo ser rico, decidió vivir en la pobreza. Defendía que los hombres debemos agradecer los infortunios, pues sólo de esa manera podemos desarrollar la virtud. Su pensamiento tuvo mucha influencia en el cristianismo y su idea de resignación y en filósofos, como Nietzsche, quien sentenció aquello de "lo que no te destruye te hace más fuerte".

Mi padre hubiera recurrido al muy rico refranero español, más vulgar, y por tanto más del pueblo: "No hay mal que por bien no venga" o, aún más preciso para la situación: "lo que no mata engorda". Hacer de la necesidad virtud no es más que un intento de engañar al destino. Mejor nos iría si hiciéramos, en la política y en la vida, de la virtud una necesidad. Pero, ya se sabe, que el que no se conforma es porque no quiere.