Opinión | DÉCIMA AVENIDA

Pedro Sánchez y la 'chutzpah'

Su sinceridad no servirá para lograr un alto el fuego, pero sí para alinearse con sus bases y fijar al PP como aliado de Israel

Pedro Sánchez y el primer ministro de Bélgica, Alexander de Croo, posan junto al primer ministro Israelí, Binyamin Netanyahu

Pedro Sánchez y el primer ministro de Bélgica, Alexander de Croo, posan junto al primer ministro Israelí, Binyamin Netanyahu / BORJA PUIG DE LA BELLACASA / MONCLOA / REUTERS

Al poco de vivir en Israel se aprende una palabra que los propios israelís afirman que forma parte esencial de su carácter nacional: 'chutzpah', un vocablo yiddish que en su vertiente positiva podría definirse como osadía, sinceridad brutal, arrojo para cantar las verdades del barquero y, en su acepción negativa, desfachatez, grosería, impertinencia. La diplomacia israelí, tanto la pública como la discreta, suele presentar unos componentes elevados de 'chutzpah' (tan solo hay que seguir de forma habitual las declaraciones de sus embajadores para comprobarlo), ya sea de forma directa o indirecta. 

Famoso es el enfado monumental de Jacques Chirac en 1996 durante una visita a Jerusalén. Las relaciones diplomáticas entre Francia e Israel no pasaban por un buen momento. Chirac se había mostrado partidario de la creación de un Estado palestino (hay cosas que parece que nunca cambian) y se había negado a que el alcalde de Jerusalén lo acompañara en su visita a la ciudad vieja porque París no reconocía la soberanía israelí sobre la ciudad. Las autoridades israelís organizaron un asfixiante despliegue de seguridad que impidió de forma contundente a Chirac saludar a unos comerciantes palestinos que lo aclamaban. La visita acabó con Chirac encarándose a los policías (empujó a un guardaespaldas) y denunciando la "provocación": "¿Qué es lo que quiere? ¿Que me vaya a mi avión y regrese a Francia?", le dijo a un policía. El primer ministro era Binyamin Netanyahu

En su reciente visita a la zona, Pedro Sánchez y el primer ministro belga, Alexander De Croo, hicieron algo que no es habitual: dijeron a las autoridades israelís lo que no quieren escuchar, en persona y en el paso fronterizo de Rafah. Es natural que a Israel le haya disgustado e irritado, a nadie le gusta que le hablen con sinceridad brutal, y menos en público. Sánchez, tal vez envalentonado porque no está solo en las críticas a Israel (hasta EEUU y el Reino Unido hablan de "demasiadas muertes palestinas"), subió el tono y en TVE expresó sus dudas de que Israel cumpla con el derecho internacional en Gaza. Como respuesta, Tel-Aviv retiró a su embajadora de España, en un paso más del contencioso diplomático. La trascendencia del movimiento no es menor, España es un país de la UE, presidente de turno. Es evidente que Europa no tiene una postura unificada sobre la crisis. Entre Ursula von der Leyen y Josep Borrell, Berlín y Madrid, dista un mundo. 

Transmitir un mensaje

La 'chutzpah' israelí en su versión diplomática no es impulsiva, sino que responde a una estrategia, suele enviar el mensaje de que con Israel no se juega. En esta crisis, el embajador de Israel ante la ONU llevó una estrella de David en su solapa en el Consejo de Seguridad para comparar con el nazismo la tibieza con la que a su juicio el organismo internacional trata los atentados de Hamás, en un gesto que enfadó incluso al director de Yad Vashem, el imponente centro de recuerdo de las víctimas del Holocausto. La contundencia de la denuncia del embajador fue poco diplomática, pero efectiva para transmitir el mensaje de Israel. Cumplió con su objetivo.

¿Qué objetivo tiene la sinceridad de Sánchez respecto a lo que sucede en Gaza? Desde un punto de vista meramente español, es contraproducente. La diplomacia española aspira a ejercer de mediadora en el conflicto, en la estela de la Conferencia de Madrid (1991). En este sentido, quemar puentes con una de las partes es garantía de fracaso, como se vio en la cumbre euromediterránea de Barcelona. Si el objetivo es presionar a Israel para forzarle a un alto el fuego en Gaza, la 'chutzpah' de Sánchez y De Croo no es el camino. La UE es el foro que ofrece las herramientas (diplomáticas, políticas, comerciales...) para ello. Es en Bruselas, París, Berlín y Roma donde Sánchez y De Croo deben hablar sin tapujos.

La contundencia de Sánchez sí funciona para cumplir objetivos internos de política española. Para la izquierda y la derecha, el conflicto entre palestinos e israelís es una forma de marcar perfil ideológico entre sus propias filas. En un momento en que la amnistía genera dudas entre mucha gente, no solo de (ultra)derecha, Sánchez saca músculo en un asunto de un calado simbólico tan potente como el palestino. Su sinceridad no servirá para lograr un alto el fuego, pero sí para alinearse con sus bases y fijar al PP como aliado de Israel cuando las imágenes de muerte y destrucción de Gaza generan tanta consternación. Al hablar de Gaza, no se habla de otros asuntos.