Opinión | 360 GRADOS

¿Ponerle ahora medallas a Biden?

¿Aceptarán nuestros gobiernos con sólo alguna crítica más o menos retórica que el Estado sionista continúe impunemente sus bombardeos, matando a decenas de miles de palestinos en su campaña militar para erradicar a Hamás?

Biden delivers remarks on protecting Americans' retirement security

Biden delivers remarks on protecting Americans' retirement security / SHAWN THEW

Mostraba el otro día el presidente de EEUU, Joe Biden, una amplia sonrisa de satisfacción al anunciar al mundo un alto el fuego provisional en Gaza a fin de permitir un intercambio de rehenes de Hamás por presos palestinos.

Los corresponsales en Washington de los medios internacionales se apresuraron a comentar que ello podría ayudar al político demócrata a incrementar sus disminuidas posibilidades electorales frente al republicano Donald Trump.

¿Pondremos ahora medallas a Biden por haber presionado a su aliado Israel a favor de ese gesto humanitario después de no haber intentado antes nada para frenar las ansias de venganza de la coalición ultraderechista del Estado israelí?

¿Nos contentamos con tan poco en esta desdibujada Unión Europea mientras los ciudadanos somos testigos impotentes de la brutalidad de un Estado que en ningún momento ha respetado, ni tiene la intención de hacerlo, el derecho internacional humanitario ni las más elementales leyes de la guerra?

¿Aceptarán nuestros gobiernos con sólo alguna crítica más o menos retórica que el Estado sionista continúe impunemente sus bombardeos, matando a decenas de miles de palestinos en su campaña militar para erradicar a Hamás?

Porque ¿se trata de eliminar al que Israel y Occidente califican de “monstruo” o de aprovechar el momento para llevar a cabo una segunda Nakba como la que el año mismo de la fundación de Israel supuso la expulsión de 700.000 palestinos de los lugares donde vivían?

No son ya sólo los bombardeos de Gaza y las continuas detenciones de palestinos, muchos de ellos niños, en las ciudades de la Cisjordania ocupada que hemos podido ver últimamente gracias sobre todo al trabajo de algunas emisoras, en especial la árabe Al Yazira.

Hay declaraciones también preocupantes de algunos políticos israelíes que cabe interpretar como el propósito del Estado sionista no sólo de llevar a cabo una nueva expulsión masiva de ciudadanos árabes sino un auténtico genocidio.

Ninguna ciertamente tan brutal como la del ministro de la Herencia (Judía) Amihai Elyahu, quien llegó a proponer como una de las posibles opciones para acabar de forma expeditiva con el problema palestino el lanzamiento de una bomba nuclear sobre la franja Gaza. 

Claro que no son menos escandalosas las declaraciones de ciertos senadores estadounidenses amigos de Israel, entre ellos el republicano Lindsay Graham, ultra donde los haya, que habló de una “guerra de religión” y animó al Ejército judío a “arrasar Gaza”.

Nada de eso se entendería si no se hubiesen ocupado durante años los dirigentes israelíes, y no sólo los actuales, de “deshumanizar” a los palestinos, calificándolos de “bestias con dos patas” (Benájem Beguín) o “cucarachas drogadas en una botella (el general Rafael Eitan).