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Las fracturas van a más

El PP ha caído prisionero de Vox en muchas comunidades autónomas y el PSOE solo fía la posibilidad de gobernar España a un complicado pacto con cinco partidos nacionalistas

Pedro Sánchez, con militantes del PSOE en Ferraz

Pedro Sánchez, con militantes del PSOE en Ferraz

La incompatibilidad entre el PP y el PSOE, los dos grandes partidos entre los que sería necesaria una mínima entente, no es cosa de hoy. Pero en los últimos tiempos se está ampliando y profundizando esta fractura. El PP ha caído prisionero de Vox en muchas comunidades autónomas y el PSOE solo fía la posibilidad de gobernar España a un complicado pacto con cinco partidos nacionalistas, entre ellos -más difícil todavía- el de Puigdemont. El PP acusa al PSOE de Sánchez (el existente) de haber dejado de ser constitucional y los socialistas replican que el PP no es un partido de Estado. 

¿Quién es el culpable? Los dos tienen culpa, pero el PSOE, contra Sánchez y el PSC, permitió la investidura de Rajoy en 2016 y el PSOE, con Sánchez vuelto a la secretaría general y el PSC, apoyó a Rajoy en 2017 cuando la aprobación del 155 por la declaración unilateral de independencia de Cataluña.

Pero cada día las fracturas de España van a más. El martes en las manifestaciones violentas ante la sede del PSOE -organizadas por Vox pero que siguen la llamada de Aznar a la movilización general contra la amnistía- aparecieron carteles tan preocupantes como "La Constitución destruye la nación" y "Felipe, masón, defiende a tu nación". Son gritos minoritarios, pero Puigdemont contestó el miércoles, en plenas negociaciones con el PSOE para la investidura: "Tras lo que ha pasado en Madrid, ¿cuánto tardará el Rey con su mensaje ordenando ‘a por ellos’, o es que está con ellos?". Una reacción absurda pero debida a los hechos de 2017 que convendría superar.

Las fracturas avanzan. Y parte del poder judicial parece jalearla. La mayoría conservadora del CGPJ ha dicho que la ley de amnistía significaría el principio del fin de la democracia. Una declaración que, signo de cordura, ha rechazado el propio presidente del CGPJ, el conservador Vicente Guilarte, porque no se puede juzgar una ley que ni se conoce ni todavía existe. Mas indicativo es que el juez de la Audiencia Nacional García Castellón haya decidido encausar por terrorismo, cuatro años después de las acciones de Tsunami Democràtic, a Puigdemont y Marta Rovira. ¿Justo ahora? Y es el mismo juez contra cuya decisión de no encausar al PP como beneficiario de la operación Kitchen ha recurrido el propio Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior de Rajoy. Para este juez, la responsabilidad de la Kitchen se acaba en Fernández Díaz y no afecta ni al PP ni a su secretaria general, Dolores de Cospedal. Aquí no tira por elevación.

Y el PP se encuentra en una difícil situación. Por una parte, ha condenado -más Ayuso que Feijóo- la violencia de las manifestaciones contra el PSOE, pero Esperanza Aguirre estuvo en primera fila la semana pasada y Aznar en su llamada a la movilización dijo: "El que pueda hacer que haga, el que pueda aportar que aporte". Y pese a este clima muy enrarecido mantiene las manifestaciones del domingo en todas las capitales españolas. Feijóo no peca de prudente.

Tampoco Sánchez, inmerso en una muy alambicada negociación de investidura. La semana pasada envió a su secretario de organización, Santos Cerdán, a una reunión «amigable» con Puigdemont que daba a entender que el acuerdo era un hecho y que esta semana habría investidura. Pero ahora resulta que hay «detalles técnicos» y que la investidura se retrasa, de momento, otra semana. ¿Cómo pudo creer Sánchez que Puigdemont firmaría el mismo día que Junqueras? ¿No consultó al PSC, que conoce la enemistad entre los dos líderes independentistas? ¿Por qué la foto de la pipa de la paz antes que los acuerdos? No ha sido tan temerario como Yolanda Díaz, que ya lo hizo a primeros de septiembre, pero lo de Cerdán ha servido para recordar que puede morir en el intento.

Claro que se debe negociar con Puigdemont -hasta Feijóo lo tanteó-, pero no vender la piel del oso antes de cazarlo. Entonces se disparan los ataques de la media España política (172 diputados) que tienen derecho a ni aprobar la amnistía ni a que repita como presidente. 

La incompatibilidad y las fracturas avanzan día a día cuando la geopolítica mundial (y la economía) harían muy necesarios unos mínimos consensos. Pero desgraciadamente es lo que hay.