Opinión | DESPERFECTOS

Fatiga de la izquierda súper

La alemana Sahra Wagenknecht es crítica con el irrealismo de los activistas del ecologismo, la inmigración incontrolada y el gasto público sin objetivo

Sahra Wagenknecht

Sahra Wagenknecht / EFE

La izquierda que se autoatribuyó la exclusiva de la calidad moral ha perdido mucho fuelle y votantes. Uno de sus cálculos más erróneos fue no darse cuenta de que la inmigración estaba cambiando el mapa político de Europa. Incluso el canciller alemán Olaf Scholz propone limitar la inmigración irregular, ser precisos con las peticiones de asilo político, mejor control de las fronteras externas, reducir incentivos para la permanencia ilegal, deportar a quienes no tienen derecho legal a quedarse en Alemania. Se están sumando países como Dinamarca, Islandia, Noruega, Suecia y Reino Unido.

Más allá del ya precario consenso centroizquierda-centroderecha en la Unión Europea, fue con el recelo antiinmigración que el mapa político inició una transformación dramática. En Francia el electorado comunista acabó pasándose al partido de Le Pen. Así cundió la refriega sobre los cordones sanitarios o el anti-antirracismo, todo sumado a la confusión moral que ha llevado a la izquierda guay a los paroxismos 'woke', la cultura de cancelación y el multiculturalismo. Son desmesuras que siempre provocan posiciones reactivas aunque hace ya un tiempo que los 'progres' se dedican a la antipolítica o son más que nada autoestopistas de la política.

Si movimientos como Sumar, Podemos o Melénchon en Francia son partidarios de una inmigración sin papeles, en la izquierda alemana más allá del bastión socialdemócrata algo está cambiando de modo llamativo. Sahra Wagenknecht ha sido una de las voces más escuchadas de la izquierda poscomunista alemana, especialmente en la Alemania oriental. Ahora deja el partido Die Linke que fundó su esposo, Oskar Lafontaine, y comienza otro proyecto político. No es una 'outsider' en la vida pública alemana y lo que pretende es ocupar un espacio que la izquierda elitista –así la llama– ha abandonado.

En 2021 publicó un ensayo sobre la izquierda moralmente presuntuosa que en realidad explicitaba los fundamentos de su nuevo partido. Es crítica con el irrealismo de los activistas del ecologismo, la inmigración incontrolada o el gasto público sin objetivo. Considera que la socialdemocracia ya es incapaz de gobernar. Echa en cara al neoliberalismo de izquierdas que vea la fe, la nación y la patria como "emblemas de retroceso". Sostiene que la sociedad de servicios lleva a la decadencia. Ataca a la izquierda que no cambia nada y se limita a enjuiciar moralmente lo que hacen los demás, a la que importa más tener una postura justiciera que hacer lo que se tiene por justo.

Sus propuestas abundan en la contradicción, pero tienen un tono genuino y, desde luego, impacto. No le incomoda coincidir con algunos principios conservadores. Es más estatalista que liberal, propone más intervencionismo y está a favor de una Unión Europea intergubernamental, un mundo desglobalizado, con los vínculos de comunidad que dan vida a la 'res publica'. Frente a la izquierda angelical, lo que dice Sahra Wagenknecht representa confirmar el rol del Estado, no vivir de ilusiones y aplicarse con realismo a las exigencias de una democracia. 

¿Es una aventurera de la nueva izquierda con más calibre, una demagoga inteligente o es que ha intuido el desplazamiento de las viejas divisorias ente derecha e izquierda? Eso será según decidan los votantes de Alemania, pero ya vemos cómo la cohesión social se debilita en toda Europa. Las ideologías 'soft' están fracasando. Puede ser la oportunidad para las ideas con fuerza, a derecha e izquierda.