Opinión | POLÍTICA Y MODA

Las camisas negras de Netanyahu

Netanyahu es de esos hombres que se consideran intocables. Pero su imagen de férreo defensor de la seguridad que lo ha mantenido en el poder durante años se desvaneció con el atentado de Hamás el pasado 7 de octubre.

El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, habla con soldados durante su visita al kibutz Beeri, este sábado.

El primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, habla con soldados durante su visita al kibutz Beeri, este sábado. / DPA

Cuando Benjamin Netanyahu anunció la formación de un gobierno de unidad para la guerra, me llamó la atención el vestuario escogido por sus dos compañeros de escenografía. Mientas el primer ministro israelí aparecía con su característico traje oscuro, camisa blanca y corbata azul; tanto el líder de la oposición, Benny Gantz, como el ministro de Defensa, Yoav Galant, vestían camisa negra. Empecé a investigar sobre la elección del color de aquella camisa, pero al no encontrar nada, me decidí a comentárselo a un amigo con contactos en el consulado israelí. Mi pregunta ("¿existe algún motivo por el que suelan vestir esa camisa negra?"), ilustrada con la foto de los tres durante la rueda de prensa, solo obtuvo risas y burlas. "Porque los hace parecer más delgados", fue una de las respuestas. No quise insistir más (la condescendencia me cabrea, y mucho), pero dejé claro que aquel atuendo tenía un motivo (lo supieran o no y quisieran decírmelo o no)...

Si hacemos un repaso del vestuario de Netanyahu en estos últimos 10 días advertiremos el uniforme que está adoptando y como ha acabado mimetizándose con el look de Gantz y Gallant. A diferencia del de Zelensky que fue claro, inmediato y explícito (su último mensaje antes de la guerra lo realizó con traje diplomático y, al siguiente, ya con la declaración bélica de Putin, pasó a vestir con la camiseta caqui como un soldado más); el del primer ministro israelí ha pasado más desapercibido porque no ha sido de un día para otro. Aún tocado por la corrupción, sus pactos con la ultraderecha y una polémica reforma judicial que le ha provocado protestas durante 40 semanas seguidas, Netanyahu es de esos hombres que se consideran intocables. Pero su imagen de férreo defensor de la seguridad que lo ha mantenido en el poder durante años se desvaneció con el atentado de Hamás el pasado 7 de octubre.

Y en ese escenario, su apariencia refinada y distante (la crencha dibujada con escuadra y cartabón dan buena cuenta de su personalidad relamida y calculadora) no le estaba ayudando en la valoración nacional e internacional que se estaba haciendo de su gestión ante tan grave crisis. Por eso, en su encuentro con Joe Biden el 18 de octubre, Netanyahu no solo se preocupó de quitarse la corbata (más cercano, informal) sino que también se abrazó al presidente de los EEUU como un niño (veis, mundo, yo también soy vulnerable como los gazaríes) buscando el consuelo de papá.

Un paso más allá

Para la visita de Olaf Scholz, Rishi Sunak, Emmanuel Macron y otros líderes internacionales fue un paso más allá: se enfundó una camisa negra. Combinada con pantalones negros, el 'total black look' le sirve ya desde la semana pasada tanto para presidir las reuniones con su gabinete de gobierno, para animar a las tropas (con el chaleco antibalas pertinente como complemento), comparecer en ruedas de prensa o incluso para sus discursos desde el Knéset, el parlamento israelí. Visualmente, Netanyahu solo trata desesperadamente de distinguirse, pero quizá emplear las camisas negras como uniforme bélico pueda acarrearle todavía más problemas a su tan degradada imagen y relato bélico. Especialmente en Europa, donde una gran parte de la ciudadanía condena el ataque de Hamás pero considera que Israel no se está defendiendo del terrorismo islámico sino vengándose de los gazaríes (y provocando un genocidio). 

La camisa negra del líder israelí podría antojarse como una muestra de luto, pero ni siquiera los israelíes la perciben así. En su encuentro con Giorgia Meloni, Netanyahu sumó un plumífero negro a su estilismo pese a que en Tel Aviv aquel día estaban a 25 grados… Tal vez el primer ministro israelí solo intentaba proteger a su camisa negra de prejuicios e insinuaciones cuando estrechó la mano de su homóloga italiana (quien llegó a declararse admiradora de Mussolini), pero una vez más acabó haciendo el ridículo ante su pueblo. 

Ante los ojos de los demás, ese uniforme de Netanyahu podrá interpretarse como una estrategia acertada o no. Pero la falta de humanidad que ha demostrado en estos días como líder solo me permiten recordar aquello de “tengo una camisa negra porque negra tengo el alma”. Y ese hombre que tiene el alma negra, como tantos discapacitados emocionales que tocan poder, por el bien de los israelíes, palestinos y el mundo en general no deberían gobernar ni en su casa. #PAZ