Opinión | ÁGORA

Reversibilidad y fantasma

Los independentistas saben que no tienen a la mano repetir la actuación del 19 de octubre. La pregunta más elemental sería: ¿Para ir adónde?

El hemiciclo del Congreso durante la sesión constitutiva de las Cortes.

El hemiciclo del Congreso durante la sesión constitutiva de las Cortes. / JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

La democracia, como institución que configura gobiernos con mayorías, tiene una temporalidad especial. Frente a los vivientes singulares, o los procesos disipativos de energía, goza de reversibilidad. Toda decisión democrática gubernativa puede desmontarse con la mayoría suficiente. Los votantes pueden cambiar de opinión y emprender rumbos de conducta diferentes. Por eso, algunos teóricos hablaron de la gobernanza democrática como afín a la racionalidad. Puede experimentar, redirigirse y autocorregirse. Frente a otros regímenes rígidos y autoritarios, que emprenden caminos de no retorno, la democracia puede desandar su camino si la mayoría de los votantes así lo juzga.

Esta estrategia tiene que ver con el carácter provisional de las cosas humanas, su aspecto inseguro, la necesidad de tener en cuenta las consecuencias de la acción y corregir el rumbo. El dispositivo democrático es anti-dramático. La política gubernativa democrática nunca se sitúa ante el fin del mundo. No acaba siempre en comedia, pero siempre puede evitar la tragedia si se concede el tiempo suficiente para actuar y juzgar. Un gobierno normal no es una instancia total, definitiva; no puede llevarnos ni al cielo ni al infierno. Es solo una instancia gubernativa controlada por otras instancias múltiples. No es omnipotente. En muchos casos es casi impotente.

¿Encuestas hasta el día de las elecciones sí o no? Así lo regulan las principales democracias.

¿Encuestas hasta el día de las elecciones sí o no? Así lo regulan las principales democracias. / Archivo

No hablo sólo del futuro. También hablo del pasado. Lo que ocurrió en 19 de octubre de 2019, aunque grave, no rompió la democracia española. Por eso todos los actores tuvieron, y tendrán, oportunidades de corregir el curso de su acción. Lo hicieron y lo siguen haciendo. Ganaron otra vez el Gobierno de la Generalitat, pero, guiados por un certero instinto, no han repetido una sola actuación de aquellos días. El hecho de emprender las negociaciones actuales, y sea cual sea su final, refuerza la idea de que no pueden mantener fijadas las posiciones de aquellos días.

Así que hablemos con franqueza política. Se confiese o no el abandono de la vía unilateral, resulta evidente que ahora se está abandonando. Por muy pulsional que sea la tendencia a repetir las cosas, la inteligencia nos dice cuándo un camino está cerrado. Los independentistas saben que no tienen a la mano repetir la actuación del 19 de octubre. La pregunta más elemental sería: ¿Para ir adónde? Cuando se dice que la amnistía solo se puede conceder cuando hay garantías de que no se repetirán las actuaciones cualificadas, creo que se debe añadir algo. Tenemos evidencias políticas de que no lo harán. No hace falta confesión ni acto de contrición perfecta. Sencillamente, cualquier observador inteligente sabe que esa experiencia ya está hecha y salta a la vista de toda su esterilidad.

Muy felices serían los independentistas si pensaran que todo lo que han de pagar por las acciones de aquellos días son las consecuencias penales. Ninguna amnistía impedirá que paguen políticamente. De la misma forma, la formación política que gobernaba en aquellos días, la del Sr. Rajoy, no pagó ninguna factura penal, pero desde luego pagó y paga la factura política. Poner todo el aparato del Estado al servicio de su mirada judicial y penal no ha impedido que pierda la confianza política del electorado. Así que también parece claro que aquel camino tampoco parece abierto, si se quiere mantener la normalidad democrática.

Y esto es lo que más sorprende de lo que viene pasando con el Sr. Feijoó. Todo lo que ha dicho desde la elección del 23 de julio apunta a una aspiración a reducir esa normalidad democrática. Primero, mediante las propuestas de que gobierne la lista más votada; luego, con su apuesta a favor de un tamayazo patriótico, con la cobertura de los grandes padres de la patria González y Guerra; y tercero con la sutil aspiración de dividir al PSOE, como lo muestran las confusas declaraciones de García Page. Este tratamiento dramático de la temporalidad es crucial y no responde a exigencias institucionales, sino a cuestiones personales. De la misma manera que la Sra. Aguirre necesitaba al villano Tamayo si quería sobrevivir en su carrera política, Feijoó se siente coaccionado por una temporalidad que no responde a la lógica institucional de la democracia.

Ninguna amnistía impedirá que paguen políticamente

Por mi parte, estoy seguro de que todos los actores de este momento saben algunas cosas. Primero, que para Junts y ERC lo que está en juego es mantener el gobierno de la Generalitat. Saben que, mientras exista democracia, ni siquiera su gobierno es irreversible. Actuarán según lo que juzguen más conveniente para mantener ese gobierno, porque sin él no habrá independencia, ni autodeterminación, ni muchas cosas más. Segundo, que Sánchez y Sumar pueden aguantar tranquilamente todo el proceso de negociación, porque no le hace perder votos y porque, de acabar bien, no solo tendrán una prima de gobierno, sino la prima de haber tornado a los independentistas a la negociación. Y tercero, que el único que no tiene otra salida que la que nos avergonzó como Estado el 19O es el PP, que así es identificado como el único que no puede cambiar su posición como dicta la inteligencia política.

En esta constelación, solo pueden ganar los que abran caminos nuevos con prudencia y bajo la cláusula de la reversibilidad que impone la precariedad de las fuerzas en juego. Esos caminos nuevos los celebrará el electorado. El viejo rumbo del 19 de octubre está cerrado, se confiese o no. Sólo el PP, con Vox, mantiene en vigor sus premisas sin darse cuenta de que ya pelea con fantasmas.