Opinión | IGUALDAD

La vergüenza ha cambiado de bando: #SeAcabó

La protección de cualquier mujer ante una agresión machista debe ser incondicional al hecho de si es o no valiente

Luis Rubiales

Luis Rubiales / Oscar J. Barroso / Afp7 / Europa

Rubiales ha dimitido. Como dimitió Gallardón en su día. Seguramente ninguno de los dos entendió muy bien lo que los había llevado hasta allí. Es el feminismo del 99%. Es ese feminismo tan transversal y hegemónico que ha cambiado a toda la sociedad.

Son importantes estas victorias del feminismo para asentar lo logrado y mostrar todo lo que se puede avanzar cuando vamos con una única voz, cuando decimos “hermana, yo si te creo” o cuando decimos SeAcabó. Que Rubiales dimita, ha sido un logro de Jenni Hermoso, pero también de todas las jugadoras, de todo el feminismo y, sobre todo, de toda una sociedad que no está dispuesta a tolerar que nadie trate a un ser humano como se le antoje y le despoje de sus derechos, de su agencia o de su capacidad de decidir. Menos, si lo hace porque es mujer. Rubiales estaba acostumbrado a ir por la vida así, sirviéndose de lo que se le antojaba. Pero esta vez lo hizo con Jenni porque ella era mujer y también porque él era su jefe. Y, amigo, eso ya no se puede hacer impunemente y mucho menos delante de unas cámaras de televisión que retransmiten tu machirulada a los cinco continentes.

Decía que esto es el logro de toda la sociedad y que, como explicaba aquí, Jenni no estaba sola, tenía a toda una comunidad para protegerla. Esto es importante porque elñ viernes Rubiales va a ir a testificar y se inicia un procedimiento judicial. Corremos el riesgo de dejarnos llevar por el debate jurídico y poner el foco en la sentencia, en la jurisprudencia, en el punitivismo otra vez, que casi nunca es la solución al problema. Da igual si el reglamento dice una cosa y la ley otra, arréglese o cámbiese. Da igual si ella denuncia o no denuncia, la protección de cualquier mujer ante una agresión machista debe ser incondicional al hecho de si es o no valiente, o si tiene suficiente coraje para denunciar, o apoyo para soportar el ataque subsiguiente. Da igual si ella dijo “pues vale” o no lo dijo, porque en una situación tan clara de abuso de poder, y en plena exposición pública, una no es realmente libre. No hay libertad desde el miedo. Conviene no desviar el foco del problema. El problema es que esta sociedad no tolera más un sistema que se asienta sobre el sometimiento de las mujeres, que las minusvalora, las desprecia, las violenta y, después, pone toda la carga de la culpa sobre ellas cuando sufren violencia buscando avergonzarlas y callarlas. Esto va mucho más allá de reglamentos y leyes y, si hace falta volverlas a cambiar para responder a esta realidad, que se haga. Pero los Rubiales del mundo no van a dejar de ejercer su poder porque el castigo sea mayor, sino porque la sociedad no tolera su comportamiento.

Jenni no se ha callado, sus compañeras no se han callado, pero no seamos ingenuas tampoco. Han tenido que llegar a ser campeonas del mundo para estar en disposición de hacer esto. Solo hay que indagar un poco en todas las veces que se quejaron antes, de estas y otras injusticias como sus salarios y fueron ignoradas. Y esto es importante. Las mujeres tenemos que ocupar los puestos de poder, no solo porque tenemos el mismo derecho o porque los merecemos, sino porque es desde ahí desde donde realmente podemos cambiar las cosas de forma definitiva. Por todas las no campeonas que no pueden alzar su voz. Pero, además, porque esto cambia el discurso. Esta conversación ya no va solo de víctimas y agresores. De las mujeres como víctimas, con miedo y los poderosos como agresores, porque ese es un discurso que todavía aterroriza más a las mujeres, les transmite la idea de que deben protegerse más, tener más cuidado, vuelve a responsabilizarlas de su protección. Quizás sin pretenderlo, las disciplina y hace más vulnerables. Pero el caso Rubiales ha sido también una lucha de poder y, desde el poder incuestionable que ellas ahora tienen, es mucho más difícil agredirlas, disciplinarlas, callarlas o achantarlas. El mensaje ya no es solo que hay que protegerse, sino que hay que lograr y ocupar el poder. Porque, desde ahí las posiciones se igualan, y lo cambia todo.

También han contribuido al avance social los debates de los últimos años sobre el consentimiento. La discusión sobre la ley del sí es sí, con sus errores y sus aciertos, es indudable que nos han hecho reflexionar sobre el significado del consentimiento. Las discusiones partidistas no le hacen un favor al movimiento, pero el debate colectivo para conquistar avances, sí. Hombres y mujeres hemos revisado individual y colectivamente lo que significa para nosotros el consentimiento y si para los demás significa lo mismo o no. Todos hemos avanzado, pasos grandes o pequeños, en poner el consentimiento en el centro. Quizás por eso ahora la vergüenza cambia de bando.

Hace unos días veíamos en directo en televisión a un hombre tocando el culo a una reportera mientras estaba trabajando. El rechazo fue instantáneo, nadie se planteó salir en su defensa, decir que era una broma o tratar de disculparle. La policía salió disparada a detenerle. Hace tan solo unos años Aznar le metió un bolígrafo en el escote a la periodista Marta Nebot, ante todo el mundo y se fue de rositas. Hoy sería impensable. Antes, ante las agresiones, las mujeres nos disculpábamos, nos cuestionábamos si habíamos hecho algo para merecerlo, nos callábamos para ahorrarnos toda la crítica esa de “siempre estáis con lo mismo”, “no ha sido para tanto”, “no seas aguafiestas” o “¿pues qué esperabas?”. Ahora las voces de las vergüenzas están en la cabeza de quien se calla todas esas estupideces, que tantas veces hemos soportado, porque son ellos quienes serían contestados si pretendiesen justificarlo. Por eso, quienes instintivamente aplaudieron a Rubiales, han ido alejándose, porque se les ha cuestionado a ellos, como antes se cuestionaba a las mujeres que se quejaban. Ahora el alarde machista ya no mola, mejor te callas, avergüenza, y ahí es donde la posibilidad de una sociedad más igual avanza.

Porque a Rubiales le ha ganado el feminismo, pero también han salido ganando muchos hombres que no disfrutan de alardear de genitales, o de tener que estar permanentemente midiéndose con otros, o demostrando su virilidad, sobre todo si tienen que mostrarlo agrediendo a las mujeres. El machismo rampante que presiona a los hombres a comportarse así también es una agresión para ellos, que son, como nosotras, víctimas del patriarcado. El avance real es que esa vergüenza cambie de bando, así a ver si para ellos esto también #SeAcabó.