Opinión | INTERNACIONAL

¿Ha empezado ya la Tercera Guerra Mundial?

No quisiera uno asustar innecesariamente al lector, pero eso es lo que afirma el secretario del Consejo de Seguridad ucraniano: la guerra no se limita ya a una disputa territorial entre esa nación y Rusia, sino que se ha extendido a otros países fuera de la región

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski.

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. / PRESIDENCIA DE UCRANIA

¿Ha empezado ya la Tercera Guerra Mundial? No quisiera uno asustar innecesariamente al lector, pero eso es lo que afirma al menos el secretario del Consejo de Seguridad ucraniano, Oleksii Danílov. Explica éste que la guerra de Ucrania no se limita ya a una disputa territorial entre esa nación y Rusia, sino que se ha extendido a otros países fuera de la región.

En realidad, habría que precisar, es más que una disputa territorial. Se trata al mismo tiempo de una guerra cultural y lingüística entre las dos almas de Ucrania, ya al parecer irreconciliables: la que se considera parte de la Europa occidental y la que, por el contrario, se siente parte de Rusia.

El Gobierno de Kiev lleva tiempo intentando involucrar directamente a la OTAN en su guerra con el invasor ruso, pero al menos hasta ahora la Alianza Atlántica ha sabido afortunadamente resistirse: enviar armas y dinero, sí, pero no más. Lo han dejado claro incluso algunos de los países otanianos más solidarios con Ucrania: el último ha sido Rumanía, cuyo presidente, Klaus Iohannis, ha criticado a Kiev por un ataque demasiado próximo a la frontera rumana.

Polonia está también dispuesta a enviar al país ilegalmente invadido toda la ayuda militar que haga falta, pero tuvo, por ejemplo, buen cuidado de rechazar la versión de Kiev de que un misil caído en territorio polaco y que causó dos víctimas era un proyectil ruso. También el Gobierno estonio consideró necesario desmentir recientemente que un ataque con drones contra la ciudad rusa de Pskov, próxima a su frontera, hubiese partido de Estonia. 

Se busca en todos los casos de evitar que la OTAN pueda verse directamente involucrada en la guerra con Rusia, como desea ardientemente Kiev, y como de modo temerario han propuesto algunos legisladores norteamericanos. Mientras tanto, para enojo de la OTAN, la famosa contraofensiva ucraniana destinada a recuperar el territorio ocupado, Crimea incluida, se estrella contra el muro casi impenetrable de las defensas rusas.

Ucrania no deja de perder hombres y armamento en ese intento, y, en su evidente desesperación, trata ahora de repatriar a la fuerza a quienes, huyendo de la guerra, se han refugiado en los países de la UE para así obligarlos a luchar en el frente. Las autoridades de Kiev saben que muchos ucranianos pagaron entre 3.000 y 15.000 dólares a funcionarios o médicos para conseguir un certificado de incapacidad y salir del país.

De momento, los países de la UE no han reaccionado a la petición de Kiev, con la sola excepción de Polonia, que, según medios polacos, ha deportado a algunos ucranianos aunque sólo a los acusados de haber violado las leyes de inmigración. De acuerdo con la ONG alemana “Pro Asyl”, la decisión de la UE de dar asilo a los ucranianos huidos de su patria no distingue entre hombres y mujeres, por lo que todos, cualquiera que sea su sexo, tienen derecho a la protección comunitaria.

Según Eurostat, entre las personas de nacionalidad ucraniana registradas oficialmente en la UE hay 650.000 varones aunque la cifra real es con seguridad mucho más elevada. Así se calcula que en Polonia han entrado 80.000 ucranianos de los que sólo 10.000 están oficialmente registrados, lo que dificultaría en cualquier caso la devolución a Ucrania de la mayoría de los evasores del servicio militar.