Opinión | DEFENSA DE INTERESES

África sigue en el centro de todas las codicias

Solo la cooperación mundial en favor de su desarrollo ayudará al continente a superar sus inmensos retos

BRICS Summit in South Africa

BRICS Summit in South Africa / KIM LUDBROOK / POOL

Tras ser colonizada por Europa a finales del siglo XIX, y padecer la guerra fría en la segunda mitad del siglo XX, África vuelve a estar en el centro de todas las codicias. Con la diferencia de que ahora es el escenario de una intensa pugna geopolítica entre Europa, Estados Unidos, Rusia y China, que se erige como la ganadora de esta batalla por la hegemonía en tierras africanas. Todo ello en detrimento de las antiguas metrópolis, principalmente Francia, que asiste alarmada a la rebelión de muchos de sus antiguos protegidos.

Este desplazamiento de Francia y Occidente, que se inició hace casi veinte años, se ha puesto de manifiesto tras los golpes de Estado de Gabón y Níger, donde los militares han anunciado su voluntad de echar a las tropas galas, como ocurrió recientemente en Malí, República Centroafricana y Burkina Faso. Todos ellos, países de la Françafrique, la asociación política y militar con la que todos los gobiernos franceses han intentado mantener la supremacía de París sobre sus antiguas colonias.

Podría pensarse que castigar a Francia es la torna de una política neocolonial basada en la defensa de sus intereses (Níger provee a la antigua metrópoli de uranio y Gabón, de manganeso, entre otras materias primas). Si lo que ocurre fuera solo esto, estaríamos ante un intento de resolver, con medio siglo de retraso, aquel famoso diagnóstico del ingeniero agrónomo francés René Dumont, cuando advirtió que África había "empezado mal" su descolonización. No nos engañemos.

Detrás de algunos de los principales golpes que han derribado gobiernos profranceses está el grupo Wagner. Su líder ya desaparecido, Yevgueni Prigozhin, fue el primero en felicitar a los alzados en Níger.

A pesar de la invasión de Ucrania, Vladímir Putin consiguió reunir a 49 países subsaharianos en la última cumbre ruso-africana, demostrando su interés por un continente al que exporta armas y regala algo de trigo a cambio de recursos naturales e influencia política. Por mucho que el África neocolonial francesa fuera una obsoleta rémora del pasado, su sustitución por regímenes militares llegados al poder de la mano de Moscú no es una buena noticia.

La presencia de China ha supuesto para África oportunidades de crecimiento y nuevas infraestructuras. Basta con decir que su comercio con el continente multiplica por cinco el de Estados Unidos, para comprender que Pekín ha dibujado una exitosa estrategia de largo plazo para el continente africano. Se comprende que Occidente esté preocupado ante esta irrupción. Sin embargo, nada habría que objetar si no fuera porque la actuación comercial de China sigue el patrón tradicional, con intercambios de desigual importancia estratégica, créditos que pueden crear una deuda insoportable e infraestructuras poco sostenibles. 

Ante los estragos que puede provocar la competencia por hacerse con África, sólo una política de cooperación mundial en favor de su desarrollo equilibrado podría resolver de forma pacífica y equilibrada los retos inmensos de un continente que tendrá 2.500 millones de habitantes dentro de 25 años.