Opinión | POLÍTICA

Feijóo, el diálogo y la persecución del sentido común

Feijóo aclaró lo que no necesitaba aclaración porque decía lo que decía y no lo que quisieron hacerle decir

Feijóo, el diálogo y la persecución del sentido común.

Feijóo, el diálogo y la persecución del sentido común.

El candidato del PP a la presidencia del Gobierno, Alberto Núñez Feijóo, le dijo a Gemma Robles, directora de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, algo de sentido común, que no tiene por qué dejar de dialogar con el Gobierno de la Generalitat de Cataluña si se trata de asuntos que no afectan al resto de comunidades. Sus palabras nos han parecido a la mayoría cargadas de serenidad, propias de alguien que no se dedica a hacer soflamas sino a explicar cómo gobernará. 

Si pensara que no iba a ganar igual lo hubiera dicho de otra manera. Algunos, que consideran que además de periodistas tienen que ser guardianes de las esencias, sean de la nación o de la izquierda, se le tiraron a la yugular. 

Unos pensando que Feijóo avalaba aquellas imágenes de Quim Torra entrando a la Moncloa con planos azucarados como de jefe de Estado para luego reducir su propuesta a Pedro Sánchez a una botella de ratafía. Y otros reaccionaron con la rabia del que se queda sin argumentos y piensa que nada será igual si el PSOE no está en el Gobierno. Feijóo aclaró lo que no necesitaba aclaración porque decía lo que decía y no lo que quisieron hacerle decir. Ni un rasguño al mensajero que recogió bien lo dicho.

Es comprensible que en determinados ambientes de Madrid la voz de EL PERIÓDICO DE ESPAÑA provoque sorpresa. Están acostumbrados a mirar España desde el centro hacia la periferia. Una mirada necesaria pero que no puede ser la única. Y están acostumbrados también a las trincheras de buenos y malos. 

Es saludable que Feijóo diga lo evidente, que los gobiernos deben hablar con quien gobierna. Igual a algún lumbreras se le pasa ahora por la cabeza pedirle a Sánchez que no reciba a la Generalitat valenciana porque gobierna Vox. Sería una aberración. Como también lo sería que se sentase con ellos a cambiar la Constitución. España necesita entenderse también como una suma de voces y no solo como un monólogo que no deja de serlo porque griten mucho.