Opinión | VENGA, CIRCULE

¿Verano azul?

Se me erosiona el espíritu de vez en cuando, supongo que sí, que la verdad les importa a poquísimas personas ya

Borja Sémper presenta la campaña del PP para las Elecciones Generales.

Borja Sémper presenta la campaña del PP para las Elecciones Generales. / Daniel Gonzalez

Decía el jueves pasado Borja Sémper -ese gran poeta al que no le quedó más remedio que dedicarse a la política, esa cara amable, moderada y hasta moderna del Partido Popular según no sé muy bien quién- que se negaba a que nadie le diera lecciones a su partido en el tema de la defensa de la igualdad de hombres y mujeres. A mí por supuesto se me puso la misma cara que puse hace más de dos décadas una mañana del 6 de enero cuando abrí el primer paquete del montón de regalos y vi que mis padres eran, un año más, los mejores del mundo.

Verán, yo de niña era muy asertiva, tenía las cosas extremadamente claras, quería una Game Boy Color, el juego de Pokémon Amarillo y el juego de Mario Bros y dediqué 11 meses de mi infancia a pedir eso, la Game Boy Color y los dos juegos. Por aquel entonces no se me había despertado a mí la conciencia feminista, pensaba que el rosa era para las niñas y el azul era para los niños, así que siempre añadía al final de mi petición «la rosa, la rosa, quiero la rosa».

Luego Sémper siguió afirmando, muy, muy serio, que el Partido Popular había sido coprotagonista, con el resto de las formaciones políticas, de todos los grandes avances sociales de este nuestro país. Se me puso esa cara que les comentaba antes por el contexto en el que se produjo esta barrabasada: una cancha de arena con sombrillas de color azul oscuro y el mar en el horizonte, una cosa rarísima y muy ridícula porque todo el mundo sabe que en Madrid no hay playa, no hay mar ni brisa ni una temperatura compatible con la vida humana, solo hay agua de grifo. Así, en tres segundos Internet se llenó con fotografías desde ángulos que dejaban ver que las sombrillas se habían plantado en la arena de un parque polideportivo -el de Puerta de Hierro- y eso que simulaba al fondo ser el mar en el horizonte no era más que una triste y pésima fotografía apoyada en una pared con rejillas.

¿Será que la verdad ya no le importa a nadie? Se me erosiona el espíritu de vez en cuando, supongo que sí, que la verdad les importa a poquísimas personas ya. Como tengo tiempo y suerte de contar con este espacio voy a hacer una lista rápida de avances sociales a los que el Partido Popular no solo se opuso sino que trató de tumbar por todos los medios: el divorcio, el matrimonio gay, la ley de igualdad, la ley del aborto, la ley de eutanasia y la subida del SMI. Esto último ha dicho Feijóo que piensa derogarlo en cuanto pueda. Me gustaría ver cómo lo hace, o al menos cómo lo intenta. En su momento hubo que poner en su sitio a Gallardón ¿tendremos que hacerlo con él también? Hace pocas semanas los populares hasta votaron en contra de una ley impulsada por la Comisión Europea para luchar contra la explotación laboral, incluyendo el trabajo infantil. En unos años dirán que esa misma ley no triunfó gracias a ellos. Imaginen salir después de esta brevísima hemeroteca, plantarse delante de España y decir que se niegan a que nadie les dé lecciones de nada. Hay que estar hecho de una pasta muy concreta, una pasta hasta especial, sobre todo si tenemos en cuenta que poquísimos días antes el líder de su partido había insistido mucho en que la violencia de género existe y es una lacra cuando lleva desde finales de mayo pactando gobiernos con los miembros de otro partido político que niega su existencia. La violencia de género de Schrödinger. Minutos después denominó «divorcio duro» a que Carlos Flores esté condenado por un delito de violencia psíquica habitual y 21 faltas de coacciones por injurias y vejaciones hacia su exmujer. ¿La dureza de un divorcio justifica que una persona le diga a otra «te voy a estar jodiendo toda la vida hasta que te mueras y acabe contigo, ladrona»? Lo pregunto con algo de miedo a que Sémper tenga que volver a montar el decorado ese de la playa en el aparcamiento de un supermercado para recordarnos que se niega a que nadie le dé lecciones de nada. Puedo tolerar que algunas personas estén decididas a no dejar ni uno solo de sus principios sin vender, pero no soporto que me tomen por estúpida.