Opinión | INTERNACIONAL

La guerra le estalla a Putin

Nada ni nadie saldrá indemne de la crisis y eso incluye la revisión por China de su alianza estratégica con Rusia

El presidente de Rusia, Vladímir Putin.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin. / Europa Press

La rebelión de Yevgueni Prigozhin y su fuerza mercenaria, superior a los 25.000 hombres, constituye el más inesperado giro de guion de la guerra de Ucrania. Esa guerra dentro de la guerra contiene todos los ingredientes de un golpe de Estado que puede degenerar en una guerra civil incluso después de que el propietario de Wagner aceptara detener el avance hacia Moscú y exiliarse en Bielorrusia. Y deja al descubierto las muchas insuficiencias intuidas en el pretendidamente poderoso Ejército ruso y debilita la figura y el margen de maniobra de Vladímir Putin. Al mismo tiempo, el paso dado por Prigozhin aumenta los riesgos de escalada en un conflicto fuera de control que reúne muchos de los elementos de un choque entre facciones y otorga al presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, un papel muy encima de lo visto hasta ahora.

La impresión es que el coste en vidas de la batalla y conquista de Bajmut llevó a Prigozhin a planificar el alzamiento después de criticar a gritos al alto mando ruso. La facilidad con la que se adueñó de Rostov del Don y el veloz avance en dirección a Moscú así lo indican. La falta de recursos para defender la capital -la Guardia Nacional- revela, en cambio, el desconcierto del Kremlin, que tuvo que improvisar una primera línea de defensa al sur de la capital, menguados sus recursos por el material y efectivos enviados al frente ucraniano. Una pesadilla para los estrategas rusos, obligados a repartir los esfuerzos en dos frentes: en Ucrania y en el interior de su país hasta que se concreten los efectos finales en un futuro de la frustrada marcha hacia Moscú de Prigozhin.

El aprovechamiento de la situación por los comandantes de la contraofensiva ucraniana y los vaticinios de guerra civil procedentes de Kiev eran tanto de esperar como el alineamiento inmediato con Putin de los líderes de las cuatro provincias prorrusas del este de Ucrania y de personajes influyentes en el Kremlin como el checheno Ramzan Kadirov. Pero la ausencia de voces discrepantes o críticas con el presidente ruso no son motivo suficiente para excluir las tensiones políticas en su entorno, incluido el generalato, y en el exclusivo grupo de los oligarcas, sostén permanente de Putin durante los más de 20 años que lleva en el poder. Porque la guerra y las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la UE han dañado sus intereses y ahora, con la rebelión, deben hacer frente a un futuro aún más complejo e incierto.

Nada ni nadie saldrá indemne de la crisis en curso. Eso incluye la revisión por China de su alianza estratégica con Rusia. En este sentido, es especialmente significativo el silencio de Pekín, que se ha referido a la adopción por Moscú de "medidas antiterroristas", sin entrar en detalles ni en proclamas de apoyo a Putin. Un movimiento calculado ante el hecho de que nadie sabe cuáles pueden ser las consecuencias finales del desafío de los mercenarios ni cómo puede erosionar el poder de Putin. Un movimiento necesario si China y algunos otros actores quieren aprovechar la ocasión para acelerar una resolución negociada de la guerra de Ucrania, aunque Rusia se resista a ello porque muchos de sus atributos de gran potencia saldrán mal parados del envite de Prigozhin. La guerra en Ucrania es ahora, más que nunca, la guerra en Rusia