Opinión | ELECCIONES EN ASTURIAS
Vicente Montes
El 'autoescrache' de Podemos
El partido en Asturias encara un futuro complejo, en una tendencia descendente, sin tener claro el escenario que se abrirá en las próximas generales
Las escenas vividas anoche ante la sede de la Junta Electoral son absolutamente inéditas. Se trata, probablemente, de la primera vez que un partido se manifiesta contra sí mismo a las puertas de unas elecciones. Podemos ha decidido en los últimos meses utilizar sus armas de destrucción masiva en una escalada insólita de cataclismo interno. La situación, lejos de quedar zanjada con la presentación de una composición de la lista autonómica definitiva, hace que los morados afronten la campaña electoral con una herida abierta; no se trata de una lesión grave, sino de una ruptura en toda regla, bajo una misma sigla y en una candidatura que más bien parece la lectura de los invitados a una boda después de que esta haya acabado en traumático divorcio. ¿Cómo va Podemos a afrontar los mítines y actos de este periodo que se abre? ¿Qué programa de gobierno puede presentar un partido incapaz de gobernarse a sí mismo en estos momentos?
El bloque que respalda a la candidata, Covadonga Tomé, ha empleado hasta las últimas consecuencias las herramientas de desestabilización con las que Podemos ha combatido a sus contrarios: protestas con carteles, encierros, actos simbólicos, palmas, silbidos y concentraciones. El vídeo publicado por La Nueva España, de Prensa Ibérica, en el que el número dos de la candidatura, Xune Elipe, persigue a la representante de su partido en la Junta Electoral para preguntarle si él va en la lista y si puede facilitarle una copia constituyen una pieza para un museo de situaciones políticas esperpénticas.
Por su lado, el sector que domina la dirección del partido ha utilizado todas las armas estatutarias a su alcance para lograr su objetivos, incluyendo la repetición de votaciones o la apertura de expedientes por situaciones que, en otras circunstancias, no habrían tenido tal trascendencia.
El problema está en que Podemos encara un futuro complejo, en una tendencia descendente, sin tener claro el escenario que se abrirá en las próximas generales y tras sufrir diferentes episodios de división en su reciente historia en toda España. En Asturias, de fondo, la batalla no es por quién ocupa el cuarto puesto en una candidatura, sino la lucha fratricida de dos bloques por el control futuro del partido. Cada cual tiene sus razones, pero las han forzado hasta las últimas consecuencias. El problema está en que enzarzarse en esa batalla a falta de un mes para las elecciones solo puede tener efectos negativos. No solo para Podemos, sino también para todo el bloque de la izquierda, que puede ver penalizado su peso en un escenario en el que, todo parece indicar, cada voto cuenta.
La penosa evidencia es que un partido sin el que no puede entenderse la historia de este país en la última década está demostrando ser tan inestable como la nitroglicerina. Aquel 'espíritu del 15 M' se ha convertido en un espectro terrorífico que recorre la propia casa de Podemos para su propio espanto.
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