Opinión | 610,8 km
De Iniesta a Carmona
Trece años después del mundial de Sudáfrica, el deporte español demuestra estar entre los mejores del mundo, en un movimiento cuyas raíces hay que buscarlas en las Olimpiadas de 1992
Por primera vez en mi vida pisé este agosto la provincia y la ciudad de Albacete. En un viaje por carretera entre el noreste y el sur peninsular, elegí pasar una noche en el viaje de vuelta parar allí por una sola razón, ya confesable: ir a Fuentealbilla y visitar las bodegas de Andrés Iniesta. El 11 de julio de 2010 tuve la oportunidad de disfrutar en directo en el estadio Soccer City de Johannesburgo de aquella final en que Iniesta marcó el gol que convertiría España en campeona del mundo.
Nada genera más alegrías en los ciudadanos de cualquier país que el éxito de sus deportistas. La historia marcará en letras mayúsculas aquella victoria, a la que los aficionados del Barça agregamos que Iniesta fuera una de las claves de aquel equipo memorable liderado por Leo Messi. En medio de la planicie manchega, Iniesta quiso cumplir el sueño de su padre e invertir sus ingresos futbolísticos en su pueblo y su tierra. Aquello tan americano de devolver a la sociedad lo que la sociedad te ha dado. En un negocio donde el control de los tiempos, la calidad del producto, la gestión de la marca y la experiencia es tan decisiva para triunfar a largo plazo, Iniesta invirtió en economía real, generó empleo y ha acabado poniendo a Fuentealbilla en el mapa.
Trece años después de aquella gesta, el deporte español demuestra, año tras año, estar entre los mejores del mundo, en un movimiento cuyas raíces hay que buscarlas en las Olimpiadas de 1992. Especialmente, en deportes de equipo. Con el tiempo, la victoria de la selección fememina en el último mundial de fútbol y el gol de Olga Carmona será recordado con igual intensidad como el de Iniesta. La inercia y la afición generada este verano gracias a estas campeonas no puede ni puede pararse. Desde el baloncesto -España empieza este fin de semana su intención de reeditar su título mundial masculino- hasta el waterpolo, balonmano, hockey sobre hierba, entre otras especialidades, España es una potencia en ambos géneros. En títulos individuales, el éxito femenino en deportes tan distintos como badminton, piragüismo, vela y karate es indiscutible. El mundial de atletismo de Budapest muestra otros ejemplos. Esperemos que algún día en natación puedan reeditarse más éxitos.
En medio del éxito de ellas y ellos, la desgraciada aportación y protagonismo de un tal Luis Rubiales y de quienes lo apoyan. Una mala sombra no debe esconder toda la luz.
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