Opinión | TEMPERATURAS EXTREMAS

Ola de calor y refugios climáticos

El gobierno, los ayuntamientos y las comunidades autónomas tienen miles de edificios que podrían servir de refugios climáticos para las personas que los necesitan con mínimas adaptaciones

Dos personas camina en Córdoba refugiándose del calor.

Dos personas camina en Córdoba refugiándose del calor. / EFE

Madrid, 42ºC, vas andando por la calle y escuchas shshshshs, y te sientes como una hamburguesa asándose a la parrilla. El calor seco te deja sin aliento. Al aire sucio, que muy a menudo sobrepasa los niveles aceptables de contaminación, está a una temperatura asfixiante. Si nos miramos los pies están hinchados porque el asfalto, que va acumulando el calor del sol todo el día, nos devuelve su fuego y la temperatura de superficie puede superar los 50 grados. Este es el día a día de las últimas jornadas en el centro de la península donde la ciudadanía se enfrenta a unas temperaturas más propias del desierto que del sur de Europa. Pero no todos nos enfrentamos por igual.

Sobrevivir a la ola de calor depende de muchos factores. Depende de tu estado de salud, pero también de tu edad. El 87% de las 510 personas que han perdido la vida en la ola de calor tenían más de 75 años. Depende de si tu barrio tiene árboles o no, de si tiene fuentes o no, de si tu casa tiene o no aire acondicionado, o si has podido hacerte con un ventilador y puedes pagar una energía a precios desorbitados para ponerlo en marcha. Desde luego no es lo mismo la ola de calor para quien puede irse a la playa que para quien sufre los 42º en el centro de una ciudad sin árboles, en un piso de 30m2, sin aire acondicionado ni ventilador. Si es mayor, el riesgo de perder la vida en un golpe de calor es muy alto.

Tampoco es lo mismo trabajar en una oficina de una gran empresa, donde el aire acondicionado se pone a 18º para que los señores con dos mangas y corbata no pasen calor, que ser barrendero en Madrid o mecánico en Móstoles, para tener que trabajar en la calle a 42º vestido de poliéster, o en una nave industrial a 46º. Esta semana hemos constatado que también puedes morir por el mero hecho de querer llegar a fin de mes y no poder renunciar a unas condiciones laborales infrahumanas.

Mientras tanto, España arde en una serie de incendios de sexta generación que, simplemente, no se pueden apagar. Son tan intensos, de temperaturas tan altas, que una vez se encienden solo cabe esperar a que acaben con todo o a que llueva. Un tipo de incendios que no se apaga, solo se previene. Un tipo de previsión que no se ha hecho y que urge poner en marcha mientras las administraciones no se coordinan, los bomberos forestales no tienen condiciones laborales justas, los medios son insuficientes y la nueva legislación duerme en los cajones del Congreso.

Todas las noticias sobre las olas de calor inciden en su temporalidad y excepcionalidad. Pero cada vez son más frecuentes, cada vez duran más y cada vez nos van a asaltar más a menudo. Este panorama del temporal en invierno y el infierno en verano ya no es una cosa del futuro si no hacemos nada por combatir el cambio climático. Es una cosa del presente en la que conviene ponerse manos a la obra también en la adaptación. Si no, como siempre, quienes se lo puedan permitir pondrán el aire acondicionado y se irán a la playa y, quienes no, sufrirán enormemente poniendo en riesgo su vida.

Propongo una medida que poner en marcha de forma inmediata. Los Refugios Climáticos. Por ejemplo, en el centro de Madrid, en los edificios del Congreso de los Diputados, el aire acondicionado se pone en marcha cada día laborable a las 8 de la mañana y se apaga a las 10 de la noche. Haya o no haya gente. Estén los despachos ocupados o vacíos. Tengan las salas actividad o no. Cada día, los cuatro edificios del Congreso se climatizan. Durante el verano no habrá plenos ni actividad parlamentaria. Hasta septiembre no habrá diputados, ni asesores. Las salas enormes con wifi y televisión no se usarán porque no habrá eventos y la mayoría de los empleados de los grupos parlamentarios trabajarán desde casa.

Mientras tanto, en los alrededores del centro de Madrid, muchas personas mayores vivirán con mucha dificultad las temperaturas extremas sin aire acondicionado. Mas allá de la racionalización de la climatización ¿No sería posible abrir las puertas de este y otros edificios similares para que sus vecinos pudiesen refugiarse de las temperaturas extremas? Las personas mayores podrían sobrevivir a la ola, los niños podrían jugar en condiciones seguras. Sería mucho más eficiente que este fresquito se aproveche. El gobierno, los ayuntamientos y las comunidades autónomas tienen miles de edificios que podrían servir de refugios climáticos para las personas que los necesitan con mínimas adaptaciones ¿Por qué no se abren?