LOS OTROS MUNDIALISTAS: ARGENTINA 1978

Rijsbergen, el ‘gajo’ más solidario de la Naranja Mecánica

En el Mundial celebrado en Argentina en 1978, uno de los integrantes de la mítica selección holandesa de los años 70 acudió a visitar a las Madres de la Plaza de Mayo para ver de cerca las fotos con los rostros de sus hijos desaparecidos en plena dictadura militar

Wim Rijsbergen

Wim Rijsbergen

Juanjo Talavante

Juanjo Talavante

En 1978, Argentina vive bajo la dictadura militar que encabeza el general Videla. En el mundo ya se habla de desaparecidos, torturas, y una represión brutal. Sin embargo, eso no impide que allí se acabe celebrando ese año el Campeonato del Mundo de fútbol. Y el régimen autoritario activó toda su maquinaria propagandística para tratar de proyectar a la comunidad internacional una imagen de normalidad y libertad plena. Medios ‘oficialistas’ se inventaban cartas que presuntamente escribían a sus familiares los jugadores de otras naciones describiendo un país en armonía y se publicaron reportajes que iban más allá de lo eufemístico con el fin de tapar el terrorismo de Estado que imperaba en Argentina en aquellos días.

Como contestación a esa brutalidad, con el alma rota por el dolor y la incertidumbre, las madres de algunos de los desaparecidos comenzaron a reunirse cada jueves a las tres y media de la tarde alrededor de la Pirámide de Mayo, en Buenos Aires. Su valiente y decidida acción las ha hecho pasar a la historia. Las conocidas como las Madres de la Plaza de Mayo siguieron saliendo a las calles incesantemente durante la celebración del Mundial con sus característicos pañuelos blancos en la cabeza y la exigencia de que les devolvieran a sus hijos. Vivos o muertos, pero que se los devolvieran.

En algunos de los países que enviaban a Argentina a sus selecciones se había generado un debate social acerca de la idoneidad de acudir a un torneo que se disputaba en un país donde no se estaban respetando los derechos humanos. Una de esas naciones fue Holanda (hoy, Países Bajos), y en ese equipo, al que se conocía como la Naranja Mecánica por su representación del llamado fútbol total, una combinación de lirismo y destreza técnica, jugaba Wim Rijsbergen (Leiden, Países Bajos, 18 de enero de 1952), un defensor de rubia melena, alto, eficaz, polivalente, e indiscutible en el once inicial. Él era de los que se habían proclamado cuatro años antes subcampeones en Alemania ‘74 bajo las órdenes del técnico Rinus Michels y junto a Johann Cruyff, ausente en Argentina por motivos personales. Rijsbergen era por entonces jugador del Feyenoord. Más tarde jugaría en la liga francesa y en el Cosmos de Nueva York, antes de regresar a su país natal para cerrar su carrera como futbolista y comenzar la de entrenador.

En el campeonato del 78, este defensa neerlandés disputó los dos primeros encuentros, pero se lesionó en el tercero. Sin posibilidad de volver a jugar y pese a la prohibición de abandonar el hotel de concentración, Rijsbergen decidió alquilar una bicicleta y acudir a la que ya se conocía como la Plaza de las Madres de Mayo para ver y escuchar de cerca sus testimonios. Quería comprobar in situ lo que estaba sucediendo allí. Vio las fotos de los hijos desaparecidos y también los rostros llenos de dignidad y de dolor de sus madres. Entre aquellas cabezas de telas blancas sobresalía la cabellera rubia que coronaba los 180 centímetros de altura del futbolista neerlandés. La presencia de la policía argentina no le impidió tratar de comunicarse con aquellas madres. “Fue conmovedor”, declaró años más tarde, el futbolista, aparentemente el único cuya visita estaba acreditada a ese lugar durante la celebración del campeonato. Así lo explica Quique Peinado en su libro Futbolistas de izquierdas (Léeme Libros, 2015).

Rijsbergen reconoció que cuando acudieron al Mundial ya sabían que “en Argentina había muchas personas desaparecidas”. Esto contrastaba con el ‘desconocimiento’ que aparentaban poseer algunos integrantes de la propia selección argentina, que acabaría proclamándose campeona y recogiendo la copa de manos del sátrapa Videla.

Pero, ¿fue Rijsbergen, como se ha dicho, el único futbolista que acudió a ver a las Madres de la Plaza de Mayo? No. Aunque hubo una disparatada rumorología en algunos casos, como en el del portero sueco Ronnie Hellstrom, de quien se dijo que había renunciado a acudir a la ceremonia inaugural del campeonato para solidarizarse con las madres de la plaza de Mayo, hasta que años más tarde él mismo lo desmintió, y de que hay testimonios como el del también neerlandés Jonglbloed, guardameta y compañero de Rijsbergen asegurando que estuvo allí, lo que sí se ha podido acreditar tras bucear durante unas cuantas horas en internet es que el centrocampista sueco Staffan Tapper sí acudió, al parecer acompañado por algunos compañeros de equipo. Lo novedoso en este caso es que Tapper, que jugaba en el Malmoe de la liga sueca, dejó una grabación en Super 8 como testimonio directo de la visita (puede consultarse en este vídeo: https://www.facebook.com/bosse.boken/videos/210156699629031/ .

Aquella grabación del sueco ha llegado a nuestros días sin pena ni gloria. Quizá aportó algo más a dar a conocer, al menos en Países Bajos, la tragedia que vivía Argentina en el 78 el testimonio de Rijsbergen, que quedó plasmado en la columna de un periódico y en las páginas de una revista. 44 años después, tendremos la oportunidad de comprobar si, esta vez en Catar, algún mundialista se interesa también por saber algo más de cerca del cumplimiento de los derecho humanos en un país organizador de un campeonato mundial de fútbol. ¿Habrá otro Rijsbergen en Catar?