ENTREVISTA

"Hay que olvidarse de egoísmos, en 20 años habrá zonas donde no salga agua del grifo"

"Los efectos del cambio climático han llegado para quedarse y cada vez serán más frecuentes y más dañinos; lo hemos visto este verano", asegura Pablo Resco Sánchez, experto en los efectos del cambio climático

Pablo Resco, responsable de Estrategia Agroalimentaria en Plataforma Tierra.

Pablo Resco, responsable de Estrategia Agroalimentaria en Plataforma Tierra. / Cedida

Irene Gómez

Pablo Resco Sánchez es Doctor Ingeniero Agrónomo, responsable de Estrategia Agroalimentaria en Plataforma Tierra y experto en los efectos del cambio climático en la agricultura. El año pasado realizó un informe para la organización agraria COAG bajo el sugerente título "Empieza la cuenta atrás", sobre los impactos del cambio climático en el sector agrario. Un asunto de plena actualidad cuando encaramos el mes de octubre más cálido desde que se tienen registros.

El cambio climático se plantea como uno de los grandes retos de la sociedad, con un impacto potente en el sector primario. ¿Empieza a pasar factura?

Poco a poco se van acumulando los impactos, tendemos a mirar las medias de temperaturas y su progresivo aumento a lo largo de los años sin ser muy conscientes de lo que implica que suba medio grado. Y lo hemos visto sobre todo estos dos últimos veranos, como que la gente ha despertado, ha caído de un guindo y empieza a temer las consecuencias de fenómenos climáticos extraordinarios, sequías, inundaciones, heladas, olas de calor. Por primera vez se está viendo claramente el impacto directo del cambio climático.

Antes un fenómeno adverso era un hecho puntual, pero ahora episodios como las inundaciones de Grecia o Líbano nos ofrecen imágenes apocalípticas que solo veíamos en películas, ¿esto ha venido para instalarse de esta manera tan brutal?

Sí, los efectos del cambio climático han llegado para quedarse y cada vez serán más frecuentes y más dañinos. Habrá un año que no sucedan, pero los periodos serán cada vez más cálidos. Y ese aumento de las temperaturas en zonas como el Mediterráneo o el Caribe, donde hay mucha evaporación, al final genera una acumulación de energía en la atmósfera brutal y eso hace que en vez de llegar una Dana de grado dos sea de grado 20. Las Dana serán cada vez más abundantes y eso irá acompañado de sequías cada vez más continuadas.

¿No llegamos a tiempo de corregir esta situación?

Si actuamos ya, podemos parar el calentamiento. Ahora mismo estamos en un aumento de 1,1 grados y a 1,5 se llegará en la próxima década o antes, porque los modelos nos dicen que los escenarios más probables se han quedado cortos.

¿Qué hacer?

Obviamente reducir las emisiones desde ya. Prece que la tendencia es hacia una política de no contaminar mucho más, pero no estamos reduciendo lo suficiente las emisiones y estamos abocados a llegar a aumento de dos grados en 2050, que está al lado; nuestros hijos lo van a ver.

Las repercusiones son directas también en la economía.

Se están viendo ya con un impacto en sectores estratégicos como la agricultura o el turismo, que se llevan un buen pellizco del Producto Interior Bruto. La agroalimentación, incluyendo la distribución, es un 10% del PIB y el turismo llega a un 16%. Un tercio del PIB se podía haber afectado y eso se traduce en un impacto notable de cara al año 2050.

Si hablamos de los animales, la Enfermerdad Hemorrágica Epizoótica hasta ahora desconocida en España, ¿es otra consecuencia?

Claramente. La prolongación del calor, como estamos viendo en este inicio del otoño, aumenta la frecuencia de determinadas plagas y la enfermedad hemorrágica bovina es un claro ejemplo. Hay plagas en el sur que están aumentando el impacto en determinados cultivos porque los insectos tienen unas condiciones más idóneas para multiplicarse. El tiempo de calor, que normalmente duraba tres meses, ahora se prolonga hasta cinco o seis, y el crecimiento de ciertas enfermedades y plagas es exponencial. Lógicamente si el verano se prolonga más, la incidencia va a ser mayor.

Ocurre también con la peste porcina africana, la fiebre de Crimea o el virus del Nilo.

Se junta también el hecho de la globalización, que favorece la propagación geográfica de virus a través de mosquitos vectores que causan enfermedades. Tanto el transporte de animales como el movimiento de personas aumentan la probabilidad de importar infecciones endémicas y enfermedades. Lo hemos visto con el Covid-19, la propagación es súper rápida y los animales no se van a librar de esto.

El agua abre otro frente al convertirse en un recurso cada vez más escaso.

El cambio climático afecta de dos maneras principalmente: aumento de temperaturas y ausencia de agua. El agua es una de las mejores herramientas para adaptarse al cambio climático, pero como cada vez vamos a tener menos pues lógicamente la herramienta va a estar más limitada. Y eso se traduce en peleas por los recursos hídricos, que ya estamos viendo en zonas como Doñana, el Mar Menor o las Tablas de Daimiel. La situación hídrica en España empieza a ser en algunas zonas muy preocupante. En Castilla y León muchos acuíferos al sur de la comunidad están en riesgo porque se extrae más agua de la que se recarga.

¿Cómo conciliar los intereses del campo con las demandas de la sociedad?

Hay que plantearse qué hacer con el agua para distribuirla mejor. Puedes optar por mejores técnicas como la desalación, pero eso es limitado y tiene un coste energético alto. Y entre tanto, muchos pueblos, incluso ciudades, ven peligro de suministro para consumo humano. Esto es muy preocupante.

Habla de un planteamiento serio, ¿por dónde empezar?

Se trata de sentarnos a pensar entre todos y tomar decisiones conjuntas. Cuánto agua hay, cuanto va a haber y cómo se reparte. Olvidarse de egoísmos y pensar en acuerdos, sobre todo por las generaciones futuras. Y no es un plazo muy lejano, de aquí a 20 años puede haber zonas donde al abrir el grifo no salga agua. Entonces es que lo estamos haciendo muy mal.

Entra en juego el cuestionamiento de los regadíos mientras el campo los demanda para sus producciones.

No es cuestión de criminalizar el riego, pero hay que pensar muy bien cómo gestionas el agua con el diseño de una política hídrica que no atienda solamente a un cálculo. A lo mejor hay que pensar en compensaciones a los sectores más afectados para tener garantizada una reserva de agua en caso de que sea necesaria. Esto hay que hacerlo ya porque no podemos dejar que engorde la bola de nieve, cada vez hay menos agua y si no actuamos pronto, las consecuencias serán nefastas para la sociedad.

La agricultura sin agua, ¿el nuevo desafío del campo?

Hay que plantearse el valor económico que sacas por hectárea y empezar a apostar por cultivos que son más resistentes a la sequía. Si hacemos una apuesta global de todo el sector, podemos sacarle más valor y que se beneficie toda la cadena. La solución no es sencilla, pasa por un cambio de mentalidad. La responsabilidad es del ciudadano y de los gobiernos, pero también las empresas deberían tener un papel más activo.

¿Llegados a este punto, hay motivos para la esperanza?

Creo que sí. Hay que empezar a reducir las emisiones desde ya. Todos estos factores van a tener un peso. En tema de alimentos es posible que haya crisis de ofertas cada vez más recurrentes. Hasta ahora si había una sequía en Australia, se compensaba con una muy buena en Rusia. Pero si se juntan fenómenos adversos en puntos estratégicos del mundo, se puede liar gorda. Y si falla el alimento, al final comemos todos los días. La primera piedra de toque de todos estos efectos del cambio climático va a ser va a ser la alimentación y como sociedad no se puede dejar a nadie atrás.