UN MUSEO BAJO TIERRA

La invisible 'línea violeta' del Metro de Madrid: sólo el 13% de las obras de arte expuestas tiene firma de mujer

De todos los murales y esculturas que alberga la red, 18 pertenecen a ellas frente a los 91 que crearon ellos. EL PERIÓDICO DE ESPAÑA traza la ruta que conecta las estaciones con talento femenino: "Los espacios públicos son importantes para ganar visibilidad"

Wanda Cortorreal es una de las artífices de los murales que decoran la estación de Santo Domingo.

Wanda Cortorreal es una de las artífices de los murales que decoran la estación de Santo Domingo. / ALBA VIGARAY

Diez chicas se apelotonan en la parada Concha Espina. Unas están sacando fotografías mientras otras, concentradas en su teléfono, buscan información de la protagonista de esta estación. Como si de un juego de ingenio se tratase, la mayor suelta: “Lo tengo”. Entonces, todas corren hacia su posición como si de esas palabras dependiese su presente. “Os lo dije. Ella escribió La esfinge maragata, el libro del que tanto os he hablado”. De inmediato, toman las notas correspondientes y ponen rumbo a los otros cinco apeaderos con nombre de mujer: Manuela Malasaña, Lacoma, Eugenia de Montijo y La Latina. Antes de reanudar la ruta, la menor se queda pensativa. “¿No hay más?”, pregunta. La universalización del feminismo ha hecho que un dato que antes pasaba desapercibido, ahora provoque indignación. No es el único ámbito en el que el Metro de Madrid no es paritario: sólo el 13,3% de las obras que exhiben sus muros tiene firma femenina.

Las proporciones son demoledoras. De los 302 intercambiadores que conforman la red, 107 albergan alguna manifestación plástica. En total, 158 piezas. De ellas, 18 son de mujeres por las 91 que pertenecen a hombres. Tres son mixtas. Y el resto se reparten entre anónimos (11) y organismos (26), así como trenes y museos abiertos al público (9). Teniendo en cuenta que hay autores que son responsables de varias, y descartando aquellos cuyo origen no está claro o no responde a una persona física, la cifra final enmudece: hay 61 y sólo 13 son mujeres. El 21%. Una de cada cinco. Las pioneras son: Laura de la Colina, Carmen Castillo, Paola León, Esther García Ocampo, Wanda Cortorreal, Taína Mariel Almodóvar, Jeannette Alfau, Natalia Sánchez Panadero, Mafalda M. Gonçalves, Esther Pizarro, Mónica Gener, Consuelo Ortega Chicharro y Sonia Pereiro.

La hipotética 'línea violeta' que uniría las obras realizadas por las mujeres en el Metro de Madrid.

La hipotética 'línea violeta' que uniría las obras realizadas por las mujeres en el Metro de Madrid. / ILUSTRACIÓN: NACHO GARCÍA

“Este hecho no nos llamó la atención porque era previsible. Este transporte tiene más de 100 años, por lo que las representaciones son de momentos diferentes. En las antiguas, los artistas eran mayoritariamente hombres. Sin embargo, la variedad de perfiles es mayor a partir de las recientes ampliaciones”, explica María José Vidal, periodista y experta en el Metro. Ella es una de las artífices de la guía que la institución ha elaborado para ayudar a los viajeros a identificar los tesoros que esconde el subsuelo. Gracias a ella, es posible trazar una línea violeta que une el talento femenino que, durante décadas, ha estado en la sombra. Un itinerario que atraviesa Alto del Arenal, Colonia Jardín, Sáinz de Baranda, Santo Domingo, Buenos Aires, Miguel Hernández, Ciudad Universitaria, La Elipa, Ópera, Móstoles Central, Gregorio Marañón, Avenida de la Paz, Francos Rodríguez y Fuenlabrada Central. “Es una gran exposición bajo tierra”, subraya.

Ninguna pinacoteca reúne a tantos visitantes. Cada día, casi dos millones de viandantes recorren sus instalaciones sin percatarse del valor de aquello que duerme en sus paredes. Esther García Ocampo es la que mayor número atesora: cuenta con siete repartidas por el centro de la capital y todas las ponen a ellas en el foco. Destaca Renacimiento, donde les rinde homenaje como fuente de vida y renovación. La misma inspiración de la que se valió Mafalda M. Gonçalves para dibujar la inmensa flor morada que corona la línea 6. “Quise representar la feminidad a través de las especies autóctonas de cada continente: loto, lavanda, protea, equinácea, telopea y perla antártica. Es una analogía de la lucha por los derechos de la mujer. No obstante, como se trata de lugar de paso para mentalidades distintas intenté que no fuese demasiado provocativa”, asegura en una encantadora mezcla de portugués y español. De hecho, su creación bebe bastante de esta fusión.

Reivindicar el pueblo


Esta mezcla de raíces se evidencia más si cabe en Gran Vía, donde Wanda Cortorreal, Taína Almodóvar y Jeannette Alfau recuperan los colores de su Caribe natal. El merengue, la bachata, la tambora, la güira, el cacao y la mamajuana hacen acto de presencia en tres vivos murales que buscan acercar el folclore de República Dominicana. “Fueron 15 horas de trabajo ininterrumpido en pleno invierno para lograr 15 capas y una composición dinámica. Sobre todo, quería reivindicar nuestra cultura indígena y los brebajes de los ancestros. Sin obviar la alegría de nuestro pueblo”, sostiene Cortorreal en una conversación transatlántica. Justo desde allí, Almodóvar recuerda cómo ella y su equipo pasaron una semana casi sin dormir para cumplir los plazos: “A través de la técnica del acrílico, desarrollamos una invitación para conocer la riqueza natural de nuestra tierra: las playas, la agricultura, la pesca…”.

Tres mujeres bajan las escaleras de la parada Francos Rodríguez, coronada por el mural de Esther Pizarro y Mónica Gener.

Tres mujeres bajan las escaleras de la parada Francos Rodríguez, coronada por el mural de Esther Pizarro y Mónica Gener. / ALBA VIGARAY

Para encontrar el enfoque local basta con dejarse caer por Vallecas. Allí, Laura de la Colina, Carmen Castillo y Paola León aceptaron, hace tres décadas, el reto de reflejar el espíritu castizo que impregna el barrio: un puerto de meseta, un juego de espejos y un universo de libros buscan ser el contrapunto de las prisas que, normalmente, azotan cada jornada. Sonia Pereiro, por su parte, fue más allá: trató de contrarrestar esta tediosa rutina con un imaginario capaz de trasladar al usuario más allá del suburbano. El de Consuelo Ortega, por contra, recrea la cabeza de corte de La Chata, una de las tuneladoras que perforó los conductos de Metrosur. Universos que, como los recogidos por Natalia Sánchez Panadero en su obra, tratan de mostrar el cambio del paisaje a lo largo de los años. Con este fin, alumbró un fotomosaico realizado con instantáneas de los vecinos de Villaverde que aún resucita viejas pasiones.

Cartografía de una época es la única rubricada por dos autoras. Mónica Gener y Esther Pizarro recuerdan cómo, al regresar de una estancia en Estados Unidos, se enfrentaron al proyecto más ambicioso de una carrera prometedora. “Nos dijeron que debía estar lista en tres meses a pesar de que la logística era enorme. Me casaba en ocho semanas, así que tuve que aplazar la boda. Fue un desafío gratificante. Durante su ejecución, bromeábamos con que se nos fuese a caer encima, pero ha aguantado bien el paso del tiempo”, apunta la primera. La segunda añade: “Era importante buscar una vinculación con el sitio. Queríamos saber quién era Francos Rodríguez, por lo que fuimos a la hemeroteca y recuperamos periódicos de entonces”. En mitad de la charla, las artistas mencionan un segundo encargo que, en la citada guía del Metro, no se les atribuye: el inmenso collage de Arganda del Rey. Aunque parece un error humano, es difícil imaginar que pudiese ocurrir lo mismo con Antonio Palacio.

Hombres, hombres, hombres


Desde 1919, ellos han sido los grandes protagonistas de los andenes, los pasillos y los vestíbulos. Joaquín Sorolla en Iglesia, Miguel de Cervantes en Plaza de España y Luis Gordillo en Alsacia, incluso el gran búnker levantado en los bajos de Atocha se olvidó de ellas. El Prado, el Thyssen y el Reina Sofía escogieron brochazos de Pablo Picasso, Diego Velázquez, Vincent Van Gogh y El Bosco para adornar la Estación del Arte. La paridad, como en los propios museos, brilla por su ausencia. La excusa de que los grandes genios de siglos pasados fueran hombres no es válida: las creaciones contemporáneas que hoy adornan estas tapias relegan a las mujeres de igual modo. Basta con echar un vistazo a la parada dedicada a Paco de Lucía, donde Okuda y Rosh333 han revisitado, con un enfoque fresco y personal, el popular mural Entre dos aguas.

Una de las cuatro obras que Esther García Ocampo expone en Gregorio Marañón.

Una de las cuatro obras que Esther García Ocampo expone en Gregorio Marañón. / ALBA VIGARAY

Uno de los casos más llamativos se da en el punto que mayor trasiego registra los domingos, el día del Rastro. Si bien el legado de Lina Morgan se saborea en las entrañas de La Latina, cómo no, de nuevo aparece interpretado con una mirada masculina. La actriz es una de las pocas afortunadas que el Metro ha seleccionado para honrar ante propios y foráneos. Un puñado de transeúntes puede amenizar su viaje con la prosa de Benito Pérez Galdós, pero ninguno disfrutará de los versos de Rosalía de Castro. Tampoco de los grabados de Maruja Mallo ni de los trazos de Laura Albéniz. Ni siquiera el grupo de jóvenes que inmortalizaba el cartel de Concha Espina en las inmediaciones del Parque de Berlín hallará muestras de la herencia de la polifacética dramaturga. “Nada me hiere donde yo habito” podría haber sido un bonito epitafio para el tributo que nunca llegó.  

Por desgracia, este cosmos subterráneo no es una excepción. Es una muestra más de una tendencia histórica perpetuada por una sociedad que aún tiene muchos tintes patriarcales y que ha excluido por sistema a las mujeres del espacio público. Así lo afirma Helena Sotoca, la experta detrás de Femme Sapiens, una cuenta dedicada a la divulgación de la Historia del Arte con perspectiva feminista. “Ha habido muy pocas artistas y, además, se las ha invisibilizado. Las que lo han logrado ha sido porque han tenido suerte, por el contexto en el que han nacido, porque han sido muy inteligentes o porque se han buscado la manera de aprender”, expone. Semíramis González, comisaria de exposiciones y gestora cultural, da la puntilla y pone deberes a las administraciones, las que deberían garantizar que la visibilidad no pierda de vista la equidad: “Los espacios públicos son importantes para ganar visibilidad. Tiene que haber un programa específico que fomente la presencia de obras de mujeres en la calle o el metro. Escultoras, pintoras o grafiteras han tenido que hacer un esfuerzo triple para trabajar como creadoras”.