LA VIDA CONTIGO

Qué fue de… Isabel Sartorius, la 'niña bien' que se convirtió en el primer gran amor de Felipe VI

A principios de los noventa fue la mujer más buscada por los fotógrafos y periodistas. Ahora, a sus 58 años, se prodiga muy poco

Isabel Sartorius en la presentación de una colección de Penélope y Mónica Cruz.

Isabel Sartorius en la presentación de una colección de Penélope y Mónica Cruz. / ARCHIVO

Durante alrededor de tres años, Felipe VI fue el príncipe azul de Isabel Sartorius. Parece ser que el monarca la conoció en la primavera de 1989, en una conferencia sobre Perú que un primo de ella dio en Madrid. Pero los rumores de un posible noviazgo no empezaron a circular hasta que en el verano de ese mismo año se publicaron en una revista unas imágenes donde Sartorius y Felipe aparecían juntos a bordo de una lancha en Palma de Mallorca. A partir de entonces, aquella guapa rubia de ojos verdes se convertiría en el objetivo de todos esos reporteros deseosos de indagar en la faceta más personal del entonces heredero de la corona de España.

Varias publicaciones contaron que Sartorius vivía en la exclusiva colonia de El Viso y que era hija del abogado Vicente Sartorius Cabeza de Vaca, marqués de Mariño, y la argentina Isabel Zorraquín. Su padre se separó de su madre cuando ella era pequeña y a los trece años, después de que su progenitora se casara con el político peruano Manuel Ulloa, que se convirtió en primer ministro de su país entre 1980 y 1982, se trasladó a vivir a Lima. Algo más tarde viajó a Washington para estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Georgetown, precisamente el mismo sitio donde Felipe de Borbón realizó un curso de posgrado sobre Relaciones Internacionales tras terminar sus estudios de Derecho.

Felipe VI, cuando era príncipe, e Isabel Sartorius, en el Palacio de la Zarzuela en 1990.

Felipe VI, cuando era príncipe, e Isabel Sartorius, en el Palacio de la Zarzuela en 1990. / ARCHIVO

El periodista Basilio Rogado relata en su libro Negocios del corazón que entre las personas a las que Sartorius conoció en Washington se encontraba Javier de la Rosa: "A su regreso a Madrid habló con el cuestionado financiero catalán y consiguió un trabajo de relaciones públicas en una empresa del grupo KIO. Isabel duró poco, ya que su cometido, acompañar a las esposas de los clientes árabes en sus visitas a Madrid mientras sus maridos hablaban de negocios, no le gustaba en absoluto. Se dedicó entonces a trabajar como publicista para el Washington Post y empezó a salir con Ricky Fuster hasta que Felipe se cruzó en su camino".

Aquel noviazgo oficioso, nunca reconocido por La Zarzuela, llegó a su fin en verano de 1991. Pero sus protagonistas continuaron viéndose en múltiples ocasiones (siempre a escondidas, eso sí). "Algunas veces se encontraron en casa de Ricky Fuster, en la calle Ariza de la localidad de Aravaca, cercana a Madrid", escribió Rogado. “Una hora antes de que llegase el príncipe lo hacían una caravana de Peugeot 505 y otro Peugeot 309 rojo equipado con un escáner para rastrear la zona en busca de artefactos explosivos o cualquier otro artilugio. Cuando se aproximaba Felipe de Borbón lo hacía junto con otros tres coches de escolta, también Peugeot, aunque del modelo 405. Los paparazzi se apostaban en las cercanías con furgonetas cargadas de cámaras fotográficas camufladas en cajas de zapatos o en lo que fuese, pero siempre eran descubiertos y expulsados de la zona, donde permanecía aparcado el Mitsubishi deportivo rojo de Ricky Fuster, matriculado en Miami".

Madre drogodependiente

Mucho se especuló sobre los verdaderos motivos del fin de aquella historia de amor plagada de dificultades y de dudas. Sin entrar en demasiados detalles, Sartorius sí afirmó años después que Felipe y ella eran “demasiado jóvenes” cuando empezaron a salir y que decidieron separarse por mutuo acuerdo. Pero también se dijo que la ruptura había sido una imposición de la reina Sofía, quien siempre fue reacia a que Felipe se casara con una plebeya que, además de ser tres años mayor que él, era hija de padres divorciados y sobrina de un diputado comunista —Nicolás Sartorius—. Por si eso fuera poco, la prensa publicó que el juez Baltasar Garzón había mandado investigar a la madre de Sartorius por si pudiera ser miembro de una organización que abastecía de cocaína a la beautiful people.

Algunos años después, la madrileña escribió una autobiografía en la que se atrevió a hablar abiertamente del problema de drogodependencia de su madre —fallecida en 2009— y del efecto que esa circunstancia tuvo en su salud mental. "Con 14 años salía del colegio y mi madre me mandaba a comprar droga", reconoció. "Mi madre ha sido el eje de mi vida, la condicionó de una manera determinante. Estábamos tan unidas, la quería y me preocupaba tanto, que me até a ella. Luego, esta unión tan intensa nos enredó por completo y dejó en mí la semilla de un trastorno que marcaría mi futuro. Con el paso del tiempo descubrí que lo que me ocurría tenía un nombre: codependencia, y que los hábitos que había ido adquiriendo casi sin darme cuenta formaban parte de un trastorno que padecemos millones de personas en el mundo".

Después de su sonada ruptura, Sartorius huyó durante una temporada a Londres, donde no logró encontrar el anonimato que tanto ansiaba. Fue en esa ciudad donde conoció a Javier Soto, del que se quedó embarazada en 1997 y del que se separó a las pocas semanas de nacer su hija Mencía. "Lo nuestro fue un encuentro emocional fortísimo, congeniamos muy rápido. No nos casamos. De hecho, ni siquiera vivimos juntos el tiempo que pasé en Londres. Javier había sido muy sincero conmigo al decirme que no se veía preparado ni para ser padre ni para casarse", revelaría sobre un hombre que más tarde pasó a usar de primer apellido el de su madre (Fitz-James Stuart), quizás para despistar al personal, y contrajo matrimonio con María Chávarri, hermana de la que fuera otra de las mujeres más famosas de los ochenta y noventa.

Nuevos amores

Durante un tiempo, el corazón de Sartorius se volvió invulnerable a las flechas de Cupido. Luego se dejó enamorar por Fernando Ballvé, accionista de Campofrío y Telepizza. La última pareja conocida de la madrileña fue César Alierta, que entre 2000 y 2016 fue presidente ejecutivo de Telefónica, con el que mantuvo una discreta relación. En 2021 los medios se hicieron eco de que Sartorius y Alierta, que en verano de 2020 estuvo a punto de morir tras sufrir dos infartos, habían optado por emprender caminos diferentes. “Para él es un momento de reflexión, de recuperación y de mucha tranquilidad”, comentó al respecto alguien del entorno del empresario.

Sartorius también ha sufrido algunos vaivenes profesionales a lo largo de su vida adulta. Tras una fallida experiencia como diseñadora de una firma de bolsos que llegó a tener como clienta a la reina Letizia, fue colaboradora del programa de televisión Espejo Público, hizo un curso para poder trabajar como coach emocional y hasta debutó como actriz de cine con un breve cameo en la película ¿Qué te juegas? (2019), coescrita por su íntima amiga Astrid Gil-Casares. Ahora, a sus 58 años, se prodiga muy poco en acontecimientos sociales y rara vez concede entrevistas, aunque en las pocas que ha hecho dejó claro que mantiene una buena relación con la Familia Real española

“Ahora que puedo mirar hacia atrás sin complejos y con las heridas como parches viejos cosidos al corazón, me pregunto muchas veces si me habría gustado tener otro destino y mi respuesta es no”, apuntó una vez. "Necesitaba aprender, crecer, atravesar el reino de las emociones y de la experiencia humana para entender quién era. Y lo hice. Y algo sí he aprendido después de todo… Me aguardan en el camino momentos difíciles, como a todos, porque crecer en espíritu es un proceso constante, pero hoy por hoy me siento viva, con un mundo de posibilidades de felicidad abierto ante mí y dueña de mi camino".