PSICOLOGÍA
Hablar solo no es de locos; de hecho, puede mejorar (y mucho) la salud mental
El hábito de conversar con uno mismo mejora la creatividad, la capacidad de concentración y ayuda a despejar la mente, además de reducir el estrés y frenar los episodios de ansiedad
O. G.
Hubo un tiempo en que se demonizó a las personas que hablan solas. Fueron objeto de burla y de condena social. Se dijo de ellas que estaban locas, demasiado solas, que oían voces en su cabeza… Pero, por fortuna, los expertos han dejado más que demostrado que nada de eso es cierto. De hecho, este hábito esconde todo lo contrario: a tenor de los últimos estudios, es una característica que comparten las personas inteligentes. Y es que ‘hablar solo’ en la gran mayoría de las ocasiones esconde simplemente la necesidad de expresar sentimientos y pensamientos en voz alta. Y eso es muy sano, tal y como confirma un estudio reciente elaborado conjuntamente por expertos de varias universidades de Michigan.
Según un texto publicado recientemente en la revista ‘Quarterly Journal of Experimental Psychology’, la costumbre de conversar con uno mismo favorece la capacidad de concentración y mejora la percepción del mundo. Además, perfecciona la toma de decisiones y aclara las ideas, lo que se traduce en un aumento del rendimiento y de la facilidad para aprender nuevos conceptos. Es decir, son todo ventajas.
A partir de ahí se genera un efecto dominó que termina con una conclusión muy positiva: aumenta la felicidad. Porque las personas más productivas tienen más seguridad en sí mismas y, por ello, son más felices. Además, el diálogo personal ayuda a activar la memoria, lo que favorece la recuperación de recuerdos (en muchos casos, felices). Porque hablando con uno mismo se llega a rincones de la mente que se creían oxidados. Esto lo resume a la perfección una frase de la afamada psicoterapeuta Anne Wilson Schaef: “Todos necesitamos hablar con alguien interesante, inteligente, que nos conoce bien y está de nuestra parte. Esa persona somos nosotros mismos”.
Habilidades sociales
mejora las habilidades socialesTambién es un método ideal para calibrar entre los pros y los contras de una decisión importante: la manera en la que se habla de uno u otro lado puede dar muchas pistas de cuál es el fondo la cuestión. Del mismo modo, expresar en voz alta datos y hechos hace que sea más fácil encontrar dónde está el error en un planteamiento. Y también contribuye a ver las fortalezas.
Sentimientos y anhelos
en muchas ocasiones se necesita ayuda externa para deshacer los enredos de la menteel cerebro reconoce de manera más eficaz las vocesY es que la ciencia ha certificado en varias ocasiones que la mayor parte de los episodios de ansiedad y estrés que los seres humanos padecen a lo largo de su vida viene, precisamente, de la incapacidad para expresar lo que sienten. Esto genera una barrera con el resto que evita que los demás sientan empatía.
Eso sí, el primer paso, que no el más sencillo, para expresar los sentimientos es saber detectar cuál es la emoción principal. Parece fácil, pero en realidad no lo es tanto. A veces la tristeza se confunde con la rabia y la alegría con la euforia. Tras eso, lo siguiente es ponerle nombre.
Señales de alarma
esquizofreniaAnte esto, hay varias señales que deberían activar todas las alarmas: cuando el discurso no tiene coherencia, si las palabras denotan una pérdida de contacto con la realidad, si el que habla consigo mismo se insulta o se dedica adjetivos negativos, si se salta de una idea a otra de manera repentina y si se acompaña con alucinaciones.
En la infancia
favorece la creatividadDe hecho, los científicos le han puesto nombre: habla privada (un concepto que se atribuye al psicólogo Lev Vygotsky), un término que hace referencia a la expresión oral de los pensamientos. Es una capacidad que se desarrolla desde la infancia (es muy habitual ver a los más pequeños charlando consigo mismos mientras juegan), pero que en muchos casos se va perdiendo con el paso de los años. Jean Piaget fue un paso más allá y lo denominó lenguaje egocéntrico, una manera de ponerle nombre a este hábito de los infantes que les ayuda a integrarse con el ambiente que los rodea.
En el caso de los niños aparece un beneficio vital: el perfeccionamiento del lenguaje. Hablando solos mientras realizan alguna actividad se autocorrigen y, por tanto, mejoran la pronunciación. También les hace más tolerantes y empáticos, desarrolla la inteligencia emocional, además de hacer que interioricen estrategias para la resolución de conflictos. Es decir, que un pequeño hable solo no debe ser signo de alarma para los padres, sino todo lo contrario.
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