TERREMOTO EN VOX

El adiós de Espinosa: "Abascal no quería a nadie que le cantara las verdades"

La retirada del que fue portavoz empuja al partido a los argumentarios más retrógrados y supone el triunfo de “los aduladores” del líder nacional, que fue alejándose de quien fue su amigo y fundador de Vox

Iván Espinosa de los Monteros.

Iván Espinosa de los Monteros.

Isabel Morillo

Isabel Morillo

“Las elecciones que ahora afrontamos son una enorme oportunidad… pero no exenta de riesgo”. El pasado 31 de mayo, en plena resaca del triunfo de la derecha en las elecciones municipales y autonómicas del 28M, mientras Vox celebraba que se consolidaba como el tercer partido nacional, triplicaba concejales y se convertía en determinante en seis comunidades autónomas, Iván Espinosa de los Monteros escribió en su red social Twitter un hilo que fue una sonora bofetada sin manos a la cúpula de su partido. Entonces, alguien que ya estaba fuera de Vox pero conoce muy bien la dinámica interna, avisó de que se expresaba ahí porque "dentro ya no pintaba nada". “Es su aviso porque no le escuchan”, añadió. “Santi (Abascal) no quiere a nadie que le cante las verdades”, señala alguien que formó parte del núcleo duro tiempo atrás.

Espinosa, hoy ya fuera de la política, de la cúpula de Vox y del Congreso de los Diputados, avisó tras el adelanto electoral de Pedro Sánchez de que se estaba leyendo “mal” lo que había ocurrido ese domingo, que el batacazo del PSOE no fue tanto en votos y que hacer un análisis con sesgo podía ser “letal”. Sus reflexiones, tras la caída de Vox el 23J, son hoy una profecía pero predicó en el desierto. Ni le dejaron opinar sobre la estrategia electoral ni en la formación de las listas electorales, de donde han salido algunos de los perfiles estridentes y ‘ultras’ que han ocupado puestos de responsabilidad en los gobiernos con el PP y a que a Espinosa le chirriaban. El PP le echó de menos en las negociaciones para los gobiernos autonómicos. "Con él en Andalucía todo fue más fácil", dice alguien de la actual dirección de Génova.

A cambio de apartarlo de la toma de decisiones, a Espinosa le garantizaron un escaño al ir como número tres por Madrid el 23J, que seguiría en la portavocía y que su pareja, la candidata por Madrid Rocío Monasterio, que ya estaba en caída libre e intentó sin éxito su salto al Congreso, seguiría en su puesto. Su incomodidad era evidente desde hacía meses, confirman quienes han hablado con él en los últimos tiempos. Quizás un ministerio podría haber cambiado su destino pero el horizonte que se le presentaba no le convencía. Llevaba un mes largo intentando hablar cara a cara con Santiago Abascal y no había sido posible. La noche antes de su despedida sí que se sentaron un rato largo pero la decisión de Espinosa era ya irreversible.

Fuera del núcleo

El ya exportavoz en el Congreso llevaba tiempo fuera del núcleo duro que susurra en el oído de Abascal. Hacía más de un año que Jorge Buxadé, Ignacio Garriga e Ignacio Hoces, quien se postula con más posibilidades para ocupar el sillón de Espinosa, habían ocupado todo el espacio. En la sombra siempre Kiko Méndez-Monasterio. Ellos conformaban el ala de Vox vinculada a las posiciones más ultraconservadoras, con raíces en el Opus Dei y Falange Española, próximo a formaciones ultracatólicas como Hazte Oír. Enfrente, Espinosa de los Monteros siempre ha defendido posiciones ultraliberales, sobre todo en lo económico.

“Hemos pasado de pegar palizas a los homosexuales a que ahora esos colectivos impongan su ley”, dijo en 2020 en defensa del veto parental en los colegios que ha peleado Vox. Sus tesis liberales no deben distraer de sus posiciones católicas y muy conservadoras que nunca ha ocultado, porque su gran adversario ha sido “lo progre”, ejerciendo como gran activista en esa guerra cultural que en lo ideológico alimenta a Vox. Casado en 2001 en la iglesia de La Moraleja, con bendición del papa Juan Pablo II y celebración exclusiva en el elitista Club Puerta del Hierro, el que fue el matrimonio de moda en Vox, con cuatro hijos en común, hacía tiempo que había caído en desgracia dentro del partido. “Lo que no me gusta, sean españolas o extranjeras, son las películas donde un cura viola a una moja, se queda embarazada de trillizos y todo acaba mal. O las continuas y pesadísimas referencias a la Guerra Civil”, dijo en una entrevista en ‘El Mundo’.

Los purgados

Otro purgado en esta guerra, Víctor Sánchez del Real, pareja política de Espinosa durante años, que salió de las listas para las generales, daba su bendición (“Así es”) a un mensaje que advertía a Abascal de que se había rodeado de “aduladores” que iban a terminar haciéndole daño. La cortesía en la despedida de Espinosa no acalla que Vox ha estallado. La pugna interna no es nueva pero ya tiene definitivamente un bando ganador y es el más ultra. “No podemos ser ultraliberales y franquistas a la vez”, dejó escrito el exdirigente de Vox en sus redes al comentar una información sobre el programa electoral del partido de extrema derecha publicada en ‘El País’.

Entre Espinosa de los Monteros y Abascal no ha habido un enfrentamiento pero la relación se fue extinguiendo. Quienes conocen Vox desde dentro aseguran que fue exactamente lo mismo que le ocurrió a Macarena Olona, que hace justo un año anunciaba la marcha de Vox “por motivos de salud” para acabar en una guerra abierta contra su partido por sentirse perseguida y acosada.

De Espinosa aseguran que no seguirá los mismos pasos. Destacan su “señorío” y desde Vox se muestran convencidos de que nunca tendrá una mala palabra para su partido en público. El tiempo lo dirá. “Él no es Macarena Olona”, dice un dirigente de Vox. La que fuera candidata en Andalucía avisó en un tuit que no se iba a callar si había “acoso” a Espinosa: “Recordadlo cuando estéis descorchando la botella: 19”, escribió en referencia a los diputados que perdió Vox en el Congreso el 23 de julio.

Contra "lo progre".

“Progre es a progreso lo que carterista a cartera”, esa frase desacomplejada e irónica que Espinosa usa de carta de presentación en sus redes da buena cuenta de su personalidad. El político del verbo fácil y los apellidos nobles, cuarto marqués de Valtierra, nació en Madrid en 1971 emparentado con una saga largamente relacionada con la política. Tuvo un tatarabuelo ministro de Alfonso XIII. Su padre fue, además de directivo de importantes empresas (Iberia, Mercedes Benz o Inditex), presidente del Círculo de Empresarios y alto comisionado para la Marca España en el Gobierno de Mariano Rajoy.

Espinosa estudió Ciencias Económicas y Empresariales en Icade y tras obtener un MBA en finanzas en Estados Unidos, comenzó una trayectoria empresarial salpicada de negocios propios e inversiones variopintas que él sintetiza presentándose en su currículum como promotor inmobiliario y consultor. Su trayectoria profesional se ha visto escudriñada tras denuncias de supuestas irregularidades en el último negocio del matrimonio: la compra de inmuebles para convertirlos en residencias de lujo.

Espinosa tuvo vínculos con la publicidad, la industria de la televisión o la restauración. Ahora asegura que tiene "una oportunidad en la empresa privada con proyección internacional". Él siempre abrió las puertas a Vox ante las élites económicas, su papel ha sido crucial para acercar el partido a los poderes económicos. Los negocios quedaron atrás cuando se metió de lleno en la fundación de Vox allá por 2013. Siempre en el núcleo duro de Abascal ocupó la secretaria general hasta 2016 y después la vicesecretaría de Relaciones Internacionales. Habla con soltura inglés y francés y eso le permitió ejercer de portavoz para los medios y corresponsales extranjeros con una desenvoltura poco habitual a las puertas del juicio del ‘procés’, donde Vox era acusación particular. Para muchos, el capítulo que lo sentenció se escribió cuando fue apartado de las giras internacionales pese a su vicesecretaría de Relaciones Internacionales. Abascal encomendó Europa directamente a Buxadé y a la Fundación Disenso, el 'think tank' ideológico de Vox. “Aquello fue el principio del fin”, dicen en su entorno.